Los embalses españoles han visto reducida su capacidad hasta el 46,5% de media. Según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente en la última han disminuido 823 hectómetros cúbicos, un 1,5 por ciento de la capacidad total de los embalses. Las más afectadas son la cuenca hidrográfica del Segura y la del Júcar.

Hace apenas dos años, en 2015, la reserva de agua duplicaba a la que tenemos ahora y la solución no es construir más embalses sino canalizar las precipitaciones cuando sea pertinente, es decir, en períodos de abundancia. El portavoz de Greenpeace Julio Barea señala que este año tenemos una sequía dura, pero que van a ir a más y serán aún peores a consecuencia del agravamiento del cambio climático. “España será uno de los países más afectados cuando se empiecen a notar de verdad las consecuencias de éste” clama el portavoz.

“La reserva española de agua se concentra sobre todo en aguas subterráneas, los acuíferos. Por eso, cuando de verdad estemos faltos de agua acudiremos a ellos y veremos con sorpresa que apenas queda reserva por la ingente cantidad de pozos ilegales a lo largo de toda nuestra geografía”. Por ahora solo se habla de sequía meteorológica, pero se han de tomar medidas para que no se agrave más la situación. Son medidas que han de llevarse a cabo desde el gobierno pero a título personal, los españoles pueden también hacer mucho por no empeorar las cosas.

Reducir el consumo de agua cuando no sea estrictamente necesario, mantener las piscinas en vez de llenarlas cada verano, consumir agua del grifo que en el 99% de los casos es potable, en vez de embotellada… Un dato importante es que por cada litro de agua embotellada se invierten cinco para producirlo.

Es verdad que desde siempre ha habido períodos de sequía, pero con el calentamiento global, esto tiene tendencia a agravarse más. La solución: realizar una buena planificación de las aguas en período de abundancia.

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