Hace cinco años, con el despliegue del libro electrónico en España y el desembarco de Amazon en Europa, se fabuló con la extinción del libro en papel. Fueron muchos los que vaticinaron que para el libro tradicional, tal y como lo conocíamos hasta entonces, había llegado el momento de arrinconarse y dejar espacio a las nuevas tecnologías. Los libros electrónicos comenzaron a resplandecer y aprovecharon el boom de las tabletas (tablets), que por aquel entonces se vendían como churros e incluso fueron el regalo estrella de los Reyes.

Después de aquel resplandor momentáneo de principios de 2012, donde el libro electrónico había llegado para consolidarse como el futuro de la literatura, han transcurrido un periplo de acontecimientos, encuentros y desencuentros que han puesto en entredicho la pretendida piedra filosofal que aparentaba la llegada de este fenómeno. Entre las cosas buenas destacaré que ha acercado la lectura a todos, ha abaratado la adquisición de un texto y ha promovido que muchos autores desconocidos puedan publicar. Amazon incluso organiza varias ediciones de un certamen literario enfocado a autores “Indies” con una respuesta muy amplia y con el resultado del descubrimiento de, así me consta, grandes autores que han llegado para quedarse.

Los defensores, e incondicionales, del libro en papel comenzaron a sacar sus armas. Dijeron que el libro perdura, es sencillo en el manejo, está revestido de nostalgia, es un magnífico regalo, no te dejará nunca tirado y se puede prestar; aunque dicen que el que presta un libro pierde un amigo (generalmente no lo devuelven). Y para abanderar las bondades del libro en papel recordaron una frase de Saramago: “Hagan lo que hagan el Internet y la computadora no hay nada en el mundo que pueda sustituir al libro. ¿Por qué? Porque sobre la página de un libro se puede llorar, pero no se puede llorar sobre el disco duro de la computadora”.

Pero entre toda esa batería de provechos y privilegios del libro en papel, se descuidaron de mencionar la más importante: las ferias del libro. Las ferias del libro en España gozan de buena salud en general. Desde el pistoletazo de salida del 23 de abril, hasta la Feria del Libro de Madrid, la más extensa, por todo el ámbito nacional proliferan las ferias. Y mientras haya libros en papel habrá ferias del libro. La feria es, ante todo, un lugar de encuentro entre escritor y lector. Los lectores pueden conocer a sus escritores predilectos, hablar con ellos, hacerse la obligada foto con él o ella, e intercambiar alguna impresión sobre su obra. Y lo más importante: “llevarse uno o varios ejemplares dedicados”.

Así que aprovechen estos días de ferias del libro y acérquense a conversar con los autores, háganse con ejemplares dedicados y regalen literatura. ¡Larga vida a las ferias del libro!

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