El lado «perroflauta» de Jesucristo

Siempre me ha costado entender el monopolio del cristianismo y la religiosidad que ostentan los conservadores, porque hasta donde yo aprendí, Cristo siempre me ha parecido el precursor del socialismo

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Muchas veces me pregunto, si Cristo levantara la cabeza ¿qué pensaría? ¿Qué pensaría al ver en lo que se ha convertido su filosofía?

Me parece que estamos en una época del año ideal para reconsiderar lo que significa ser cristiano y en un momento histórico en el que resulta especialmente necesario. Porque, curiosamente, los más férreos defensores del catolicismo incumplen sistemáticamente sus mandamientos. Al leer acerca de lo que celebraban y veneraban los paleocristianos, y la evolución del cristianismo a lo largo de los siglos, se llega a la inevitable conclusión de que se han manipulado las tesis defendidas por Jesucristo hasta un punto tal que seguramente serían precisamente los que lo veneran con más fervor hoy en día los que lo ejecutarían si resucitara y apareciera con sus barbas hablando de paz y amor. Si lo piensas detenidamente Cristo era un perroflauta.

Por ejemplo, dejando a un lado su melenaza, fijaos en el origen etimológico del término “iglesia”. “Iglesia” en realidad proviene del griego “ekklesia”, o sea, “asamblea”. Los paleocristianos se organizaban de forma asamblearia, reunidos en las catacumbas. Ese era el verdadero sentido de las misas: un lugar de reunión de la comunidad para compartir.

Recuerdo que mi primer encuentro con una idea redistributiva y proporcional de los impuestos fue precisamente en una clase de religión. Fue un viernes tarde cuando una cansada profesora nos puso frente a unos dibujos animados que representaban la vida de Jesucristo. Y en ese video, nunca lo olvidaré, salía un simpático Jesús explicando que los ricos debían contribuir en mayor medida que los pobres, que la contribución de una mujer en la miseria tenía mil veces más valor que la caridad de lo que le sobrara a un rico. De verdad, os lo juro. Ese modelo económico que tanto critican sus actuales acólitos, los católicos férreos que han crecido con el toniquete de la caridad cristiana, fue inculcado en mí por un Cristo melenas, seguramente por un despiste de la profesora.

Por eso me hace mucha gracia cuando alguien me dice: tú no puedes creer en Dios, eres roja. Pues amigos, permitid que os diga que lo que es incompatible es ser cristiano y estar en contra de los derechos sociales.

Yo quería ser cura de pequeña ¿sabéis? También quería ir como Cristo, señalando injusticias por el mundo. Me parecía un gran oficio: ser líder de una comunidad, poder ayudar a mis conciudadanos y cada domingo poder lanzar reflexiones al aire. A mi “yo” de ocho años le pareció un trabajo ideal. Hasta que casi provoco una embolia a mi sacerdote, pobre hombre. Cuando le dije con una gran sonrisa que quería ser como él, por poco colapsa. Le costó procesar la idea de una mujer ocupando su puesto. Claro que a mí me costó aún más procesar la idea de que por ser mujer no pudiera ocupar un puesto determinado.

Así que así he crecido, intentando entender esa contradicción. A pesar de que algunos me hayan dicho que es imposible, sí, soy roja y sí, creo en Dios. O más bien en una Diosa negra y comunista. Mi concepto de deidad aún no está claro. De lo que sí estoy segura es de que a Dios, sea como sea, le preocupan más las injusticias y desigualdades del mundo que los abortos o el matrimonio homosexual. En realidad el cristianismo está plagado de mensajes contra el capitalismo. La propia Biblia lo dice, que antes pasa un camello por el ojo de una aguja que un rico por las puertas del Cielo. Y, ¿No fue Cristo el que echó a los comerciantes del templo? Ese templo en el que ahora sus custodios hacen negocios, a cinco euros la entrada de la Catedral si lo que quieres es admirar lo que es patrimonio cultural de todos los españoles. En fin, que me parece que en estos momentos de regocijo divino por la resurrección de Cristo, algunos tendrían que cuestionarse seriamente sus prioridades.

Menos biblias de oro y más ayudar al prójimo.

 

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Inés Moreno (Alcalá de Henares, 1992) Graduada en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en Derecho Internacional Medioambiental por Háskóli Íslands (Universidad de Islandia). Ha desarrollado su actividad investigadora entorno a la gobernanza global y los derechos humanos de tercera generación. Activista de Amnistía Internacional España de 2011 a 2015. En su actividad literaria colabora con la editorial Playa de Ákaba con la que ha publicado su primer poemario, Akasia.

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