La igualdad no debería ser sólo un concepto. La igualdad no es algo por lo que todavía deberíamos estar luchando. La igualdad es una necesidad, pero la igualdad entre seres humanos y mucho más entre hombres y mujeres es algo que el actual sistema en el que vivimos apaga con una violencia inusitada. La violencia de este sistema mercantil y que rinde culto al capital se ceba mucho más con el género femenino. Si el capitalismo es opresor con todos los seres humanos, lo es de una forma más atroz con las mujeres.

El capital explota nuestras economías, las de todos y todas, pero las mujeres siguen cobrando menos que los varones, sus salarios son peores que el de los hombres. Se habla mucho de la violencia machista (y está claro que es necesario no silenciar esta barbarie que ya se ha cobrado más de 20 víctimas en lo que llevamos de año), pero se habla muy poco de la violencia del capitalismo, de esa violencia económica que aumenta la vulnerabilidad y la precariedad sobre todo en las mujeres más jóvenes y que hace que la brecha salarial entre hombres y mujeres siga aumentando.

La violencia de este capitalismo no reconoce el trabajo del cuidado de los hijos y el trabajo doméstico, además de que en muchas ocasiones fomenta que únicamente sean las mujeres las encargadas de las tareas del hogar. Por eso se hace necesario reclamar el derecho a una pensión propia y digna para las mujeres que ha sustentando la esfera doméstica.

La violencia de este sistema hacia la mujer se produce también en el ámbito educativo, que se manifiestan desde su inicio hasta la enseñanza superior, existiendo estudios donde la presencia de la mujer sigue siendo mínima. También se ejerce esa violencia en los medios de comunicación, que ofrecen contenidos y publicidad estereotipados, asignando roles y características a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Son sólo estos algunos ejemplos que hacen al capitalismo un sistema desigual para todos y todas, pero en el que las mujeres deben siempre luchar el doble para conseguir sus propósitos y metas. Nos queda mucho que recorrer y por eso hay que volver a tomar las calles, seguir peleando por la igualdad, y no sólo cada ocho de marzo sino cada día.

Y recordar que, como cantaba, Bruce Springsteen: «allí donde alguien lucha por su dignidad, por la igualdad, por ser libre… mírale a los ojos». Mirar a los ojos de los demás, hacer la lucha de las mujeres, la nuestra, es sin duda un buena manera de empezar a cambiar las cosas.

 

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