La violencia de género como prueba del fracaso del sistema

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Las raíces de la violencia de género se hunden en la deserción de las instituciones para formar a las personas, penalizar a los violentos y proteger a las víctimas. Cuando un sistema político y social permite que prevalezcan razones económicas por encima del establecimiento de los recursos para afrontar esa anomalía, es que este modelo salvaje del economicismo ha fracasado. La medida del éxito social consiste en una vida mejor en términos de relaciones igualitarias.

Las causas que producen víctimas se agazapan en la ausencia de empatía que demuestran los gestores de la vida pública. Cuando se acaba justificando a los victimarios por encima de sus víctimas, es que tenemos un gran problema. Cuando no se entiende que la violencia comienza por la discriminación por género en remuneraciones y demás relaciones laborales, es que tenemos un problema. Cuando se pretende hacer regresar al pasado, con un rol social secundario a la mujer, desde los púlpitos, es que tenemos un problema. Por tanto, el afrontar de lleno tal anomalía no solo es una acción de justicia, sino que permitirá que el futuro sea más equitativo en derechos y obligaciones de una ciudadanía que exige recuperar la calidad de vida. Piensa y actúa, porque lo que debe cambiarse es el modelo.

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