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La soberanía nacional ha sido arrebatada al pueblo, ergo la Izquierda debe movilizarse como nunca

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análisis

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El tiempo se agota, los hechos poco a poco se van consumando y todo hace pensar que la soberanía nacional, que reside en el pueblo por aquello que tan dignamente manifiesta la Constitución Española en su artículo primero, ese que tan bien sabe leer nuestra heredera de sangre azul, se va agotando hasta el límite de que todos los avances democráticos conseguidos hasta la fecha (muchos o pocos, pero “haberlos haylos”), como cualquier pastelito no perenne, tienen su fecha de caducidad. Todo ello implica, por tanto, que nuestra Democracia se esté pudriendo a medida que el foco radiante de lo económicamente correcto -para las minorías elitistas- atiza sobre el “populacho”. Un pueblo que se afana en no naufragar en este mísero círculo de la flor y nata que tiene por objeto apoderarse de todo lo existente a nuestro alrededor a cambio de nuestra indignante complacencia. Un pueblo donde se reparten, a diestro y siniestro, cacahuetes valorados como diamantes, para hacernos creer que poseemos un bien valioso por el cual debemos estar agradecidos.

Pero como les decía, el plan de unos pocos excesivamente poderosos, a medida que pasan los días y los años, va desarrollándose y perfeccionándose, se va imponiendo ante lo que entiendo que es la inoperancia manifiesta de la Izquierda que se afana por enfrentarse entre sí sin encontrar el punto que le une. Al final, la Izquierda de nuestros días, parece olvidar que ese punto de encuentro entre todas las corrientes ideológicas que devienen en diferentes partidos políticos es la solidaridad entre ciudadanos, la tolerancia, la igualdad, la justicia y el valor del pueblo en toda su expresión del cual emanen todos los poderes del Estado de un modo real y extremista, sin injerencia alguna de poder impuesto por una minoría.

Vivimos en un Estado de Derecho en el que nuestro máximo órgano judicial puede dictar sentencias, o modificar criterios establecidos en cuestión de días, en función de la “enorme repercusión económica y social” que pueda originar una decisión basada y fundada en Derecho. O en otras palabras, se pueden dictar sentencias en consonancia con las ganancias o pérdidas de las grandes entidades bancarias en Bolsa o en virtud de la subida o bajada de la Prima de Riesgo. Ahí radica la enorme repercusión económica y social y no en la economía de las familias, en la economía del pueblo del que, supuestamente, emana la soberanía nacional. En nuestro Estado existen dos posibilidades sociales, un binomio impepinable, en el que los pobres solo pueden ser más pobres y los ricos solo pueden ser más ricos. Por ello, es “jodidamente” descarada la torcedura de nivel que muestra la balanza de la justicia tuerta de nuestro país, que aún siendo tuerta, siempre tiene el punto de mira puesto sobre el capital en su vertiente más elitista.

Pero no solo es achacable este vaciado de contenido del principio relativo a la soberanía nacional al poder judicial, sino también a los restantes poderes del Estado, pues a través de una legislación sin titubeos, decidida y que favorezca el desarrollo de una Democracia que de una vez por todas corte sus amarras y dé un paso firme hacia el bienestar del conjunto de la sociedad, se podría encauzar y promover una relación Pueblo – Poderes del Estado idónea que garantice las demandas de una sociedad que poco a poco ve cómo se desangra y se le arrebata todo aquello por lo que durante tantos siglos ha luchado y anhelado.

Y entiendo que ese paso decidido y firme lo tienen que dar los partidos de Izquierdas, debe existir un pacto entre distintas sensibilidades dentro de la Izquierda de nuestro país y formar un frente común que pueda impulsar las medidas económicas y sociales que a gritos está pidiendo la ciudadanía. Se deben dejar a un lado las diferencias que les separan, propiciadas por motivos ajenos a la idoneidad socialista en su sentido más básico para que nuestra Democracia no solo no retroceda o se estanque, sino que se desarrolle al máximo para así afrontar el futuro con garantías.

Es necesario que el Partido Socialista se entienda con otras corrientes de la Izquierda de nuestro país, pues tal y como se plantea el panorama político presente y futuro, los extremismos de la Derecha han llegado para quedarse. Y esta Derecha manifiesta una gran diferencia con respecto al elenco izquierdista: no compiten entre sí, compiten contra la Izquierda.

El Partido Socialista y Unidos Podemos están condenados a entenderse si verdaderamente quieren perpetuar y desarrollar los avances políticos, económicos y sociales conseguidos a lo largo de los últimos siglos de lucha social. Tenemos muy cerca unas elecciones autonómicas en Andalucía donde la Derecha se ha posicionado claramente, con Ciudadanos y Partido Popular al frente.

Creo que ha llegado el momento para los grandes pactos de la Izquierda.

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