En nuestro país el régimen nacido de la transición está en quiebra, padece tales disfunciones, múltiples y generalizadas, que lo han convertido en un ascua mortecina incapaz de evitar la desafección de las mayorías sociales que sienten con razón que, por decirlo en palabras de Leibniz, “todo conspira” en contra de sus intereses.

El sistema ha abandonado a demasiada gente y es cada vez más difícil imponer la resignación como una forma de convivencia a quienes se sienten ignorados y empujados a la pobreza y a la marginalidad en el contexto de una ciudadanía cada vez con menos derechos y menos libertades cívicas, que perciben al sistema y a sus componentes como fuente de hostilidad a sus proyectos de vida y a su autonomía como partícipes de la soberanía democrática. Cuando el propósito de la acción política es desautorizar y demoler al Estado en favor del poder intimidatorio del dinero, existe un ostracismo permanente de la centralidad cívica y ética en la vida pública.

Se han transmutado las ideas por ocurrencias y los valores por prejuicios, y el debate político se sustancia en un intercambio de eslóganes. Pero esta banalidad de la vida pública no es neutra, sólo ajena al drama humano que existe detrás de la indefensión social que representa. Este ámbito en el caso del PSOE es sumamente gravoso y contraproducente por cuanto supone bogar por un ecosistema político que afecta de forma desnaturalizadora a su posición y función en la sociedad. En el momento que exista más ideología, más valores, más movilización, más protesta en la calle que en el seno del socialismo habrá ocurrido lo que afirmó Felipe González en Suresnes, que había más socialismo fuera que dentro del PSOE. No hay, por tanto, otro camino que fortalecer el poder ciudadano que legitima el poder político de los socialistas y que lo sostiene. Ello requiere un rearme ideológico en la perspectiva del socialismo necesario y el cambio radical.

Sin embargo, después del comité federal del 1 de octubre, algunos responsables territoriales del Partido Socialista optaron por forzar a la organización a situarse en un espacio de marginalidad con respecto a su potencial ideológico de cambio social y político, en la definitiva negación del conflicto social como alteración de la propia estructura de la sociedad y de su funcionamiento y, por consiguiente, en la negación de las clases populares como sujeto histórico sustantivo a cambio de una indefinida transversalidad imposible, que, en el fondo, es ubicarse en la lógica conservadora; en la deconstrucción sistemática del concepto de España plural y la alineación brusca con las tesis mesetarias y recentralizadoras de la derecha más retardataria, lo cual le conduce a dejar al PSC sin atractivo ideológico en el ámbito político catalán y a la incapacidad de ofrecer alternativas aceptables a las tensiones territoriales; en un escenario de fractura de cualquier entendimiento con las fuerzas de izquierda lo que conduce a una constante supremacía de la derecha en los resortes del poder político y, todo ello, con el corolario de forzar la defenestración de su secretario general y candidato a la presidencia de gobierno para evitar que pudiera constituir una mayoría parlamentaria alternativa a la conservadora y, de esta forma, facilitar, sin obstáculos, la continuidad de Rajoy en el gobierno.

Todas estas orientaciones del partido llevadas a cabo por una gestora alegal, subvirtiendo su papel estatutario, ha producido el malestar de la militancia y el desconcierto de los electores y sin solución de continuidad la organización de las bases en plataformas y actividades en clara desautorización a los que a través del coup de force del 1 de octubre se hicieron con las riendas del partido. Mientras tanto la gestora retrasa cualquier proceso de participación y congresual hasta que se recomponga la imagen de alguna baronía encargada de protagonizar un liderazgo mesianista y clientelar. Es una grave segmentación orgánica, debida a un enviciado sentido patrimonialista y autoritario del partido, cuya responsabilidad sobre las consecuencias no admite los pretextos y los eufemismos como exculpación o coartada sin decoro.

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