Ayer tuvo lugar la mesa camilla de las señoras que hablan de política. No dio tiempo a hablar de costura, ni de recetas ni de maquillaje. Solamente hubo espacio para pasar rápidamente por los temas que ya han tratado y tratarán los machos, que son los que en definitiva sientan cátedra.

La escenificación de ayer era meramente, además de un espectáculo lamentable, una suerte de justificación que venía a cubrir el hueco que la política de hombretones ha dejado: las mujeres. Eso sí, se hizo justo antes de que oficialmente comenzase la campaña electoral, así que de facto, no era más que una charla entre señoras que se dedican a la política. No todas eran candidatas, por lo que en general, sus discursos carecían de cierto sentido si se enmarcaban en la inminente campaña electoral. Pero tampoco eran ciudadanas anónimas, por mucho que algunas pretendieses asirse a este argumento.

La única razón por la que se celebró ayer el denominado «debate de mujeres» es porque entre las candidaturas a presidencia de gobierno ninguna está encabezada por una mujer (y aún así tienen la caradura algunos de hablar de «cambio»). Y como hemos tenido hace poco una experiencia donde ya quedó evidenciado el asunto, ahora parece que hay que intentar enmendar errores, o simplemente buscar audiencia. Sea como fuere carecía de sentido se mire por donde se mire el espectáculo de ayer.

La primera sorpresa es que ninguna de las invitadas declinase la invitación, ni a título personal -negarse a participar en semejante planteamiento humillante y machista- ni a título de partido político. Nadie puso sobre la mesa lo lamentable del hecho en sí. Ninguna voz de las formaciones políticas se alzó para denunciar la segregación por sexo. ¿Qué será lo próximo, un debate de negros? 

La imagen proyectada, la de las mujeres sumisas, que se prestan a este juego, que como hoy señala Fallarás en su columna, ha forjado la jaula de la que parece no vamos a salir en una larga temporada, perpetúa el papel que estas mismas señoras juegan en sus partidos políticos. Y es que si analizamos el lugar que ocupan cada una de ellas en sus respectivas formaciones, y cómo han llegado ahí, no será de extrañar que se presten a semejante circo.

Margarita Robles, puesta a dedo por la dirección socialista como número dos en la lista al Congreso por Madrid.

Carolina Bescansa, puesta a dedo por la dirección de Podemos como número dos en la lista al Congreso por Madrid. No planteó cuestión al proceso de las «listas plancha» en las que los amaños estaban servidos.

Inés Arrimadas, se salvó de las primarias gracias al proceso previo de los perniciosos avales, donde los sectores oficialistas siempre obtienen el salvoconducto. Así se postuló como cabeza de lista para el Parlamento catalán, con permiso de Albert.

Andrea Levy, número dos al Parlamento catalán puesta a dedo por la dirección popular. Incluso durante el debate presumió de haber sido nombrada por el presidente de su partido para encargarse de formación y programa dentro de su organización. Y se quedó tan ancha.

Está claro que ninguna de ellas ha peleado lo más mínimo por defender procesos transparentes, democráticos y en igualdad de condiciones en sus propias organizaciones. Todas al rebufo de los machos alfa de sus partidos. Todas de comparsa de sus líderes. Ninguna tiene un perfil de cierta potencia, independientemente de que puedan ser juezas o profesoras universitarias en su vida profesional. Como políticas, desde luego, no se les ve la garra ni la lucha por ningún sitio.

Si de hacer un espectáculo de mujeres para mujeres se trataba, ninguna prestó la más mínima atención para poner sobre la mesa la necesidad de medidas tendentes a terminar con la desigualdad de la mujer. Ninguna planteó propuestas para la conciliación, no denunciaron la brecha salarial, no plantearon las dificultades de la conciliación de las madres y los padres, ni comentaron absolutamente nada sobre gestación subrogada, prostitución, explotación sexual. Hicieron referencia en el último punto a la violencia de género, y en sus discursos de cierre alguna tuvo la «feliz idea» de dirigirse exclusivamente a las mujeres.

Esta es la imagen del puro retroceso de la presencia de la mujer en la política, la de quienes se miden con los hombres de igual a igual, las que denuncian las injusticias y pelean por ocupar los merecidos lugares saliendo del cobijo de los hombres que las patrocinan. Una oportunidad perdida, otra más. Y un retroceso lamentable, puesto que no dan la batalla en sus formaciones pero pretenden ser la imagen femenina de sus partidos, con permiso de sus jefes. 

Lamentable, muy lamentable. Como mujer, sin duda, ninguna de ellas me representa. Y como se supone que a ellas ayer les interesaba sobre todo llegar a «nosotras», que sepan que lo único que consiguieron fue alejarse más todavía. Y como han sido instrumentalizadas por sus partidos, sepan éstos, que de «cambio y regeneración» nada de nada. Que están siendo machistas, retrógrados y tristemente solamente se preocupan por la imagen y no por la lucha real por la igualdad. Toda una segunda transición de cartón piedra. 

3 COMENTARIOS

  1. Pues nada Beatriz en lugar de tanto criticar (últimamente parece que es lo único que sabes hacer) monta un partido y presentate a las elecciones a ver cuantxs te votan. Que bien se ven los toros desde la barrera.

  2. Una vieja gloria ,una arribista con posibles, un resultado de marketin y una recién llegada ¿qué esperabas?
    Nadie nos representa a tod@s. Cada un@ ha de ser su mejor representación .Más ética y menos estética .

  3. Gran artículo! Curiosos comentarios de los que no dan la cara. Beatriz debería hacer un partido, a su tiempo. De momento la apreciamos dónde está haciendo lo que hace: siendo libre, siendo sincera y siendo auténtica.
    Hace falta gente así, y está visto que en esta política de ahora no caben.

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