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La Patria y los Patriotas

Juan Antonio Molina
Juan Antonio Molina
PREMIOS Premio Internacional de Poesía “Desiderio Macías Silva.” México Premio Internacional de Poesía “Videncia.” Cuba. Premio de Poesía “Dunas y sal.” España. Premio de Poesía “Noches del Baratillo.” España. OBRA IMPRESA Penélope y las horas sin retorno. Instituto Cultural de Aguascalientes. México. Todos los días sin tu nombre. Editorial Carrión Moreno. Sevilla. El origen mitológico de Andalucía. Editorial Almuzara. Córdoba. Socialismo en tiempos difíciles. Izana ediciones. Madrid. Breve historia de la gastronomía andaluza. Editorial Castillejo. Sevilla. La cocina sevillana. Editorial Castillejo. Sevilla. La cocina musulmana de occidente. Editorial Castillejo. Sevilla.
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análisis

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Cuando Luis Cernuda escribe: “soy español sin ganas”, se está refiriendo al desgarro emocional, intelectual y humano que supone vivir bajo el celaje de esa España minoritaria, cerril, truculenta, estamental y excluyente que reacciona con irracional violencia a todo cuanto se oponga a ella. Es esa España que vive de la resignación de la mayoría, generadora en los más de “la vida como un naufragio constante” según Ortega o de la que nos advertía el poeta César Vallejo al afirmar: “Cuídate, España, de tu propia España.” La derecha nacional más retardataria, y que es la única que ha existido en España desde que en el amanecer del siglo XVIII se optó, en lugar de por un sistema de gobierno como el holandés o el inglés, por una monarquía absoluta al estilo borbónico galo, ha consolidado siempre regímenes muy poco permeables a la centralidad democrática del poder a favor de las minorías organizadas que configuran el viejo estigma proclamado por Joaquín Costa como oligarquía y caciquismo. Y ha sido este modelo ideológico y sectario de España entre asonadas y guerras civiles el impuesto a horca y cuchillo no admitiendo ningún pensamiento crítico ni otra concepción de la nación, considerando a los no afectos como la antiespaña, los malos españoles, los enemigos de la patria.

Es la espuria división de las dos Españas de fatigante largo trecho en el país: integrados y excluidos, a un lado y al otro de una nación concebida como propiedad de los intereses de las minorías influyentes. En el fondo, es la consecuencia de identificar España y la tradición española con los harapos de la decadente vida pública caída en la miseria y en la hediondez y que, sin embargo, ha pretendido y pretende pasar por la genuina representación del alma española. Porque como proclamaba Azaña, todo lo que nos une como españoles pasa por reconocer que cosas que han pasado por antiespañolas han sido, y son, en realidad españolísimas. Sin embargo, el régimen político vigente se fundamenta en esa asfixiante unanimidad que lo hace incompatible con el pluralismo cultural y político dentro de la unidad de soberanía del Estado.

Y esto, tan sustancial para la calidad democrática del sistema político, es lo que la izquierda de la Transición, en el caso del PSOE se define como partido de Estado que es una aberración en términos ideológicos, no ha sabido resolver, incluso obviando la tradición progresista de la izquierda de un Estado tolerable y tolerante, más inteligente, más próximo a la moral social imperante, que aproveche mejor el valor del individuo y respete la independencia de juicio. La reconstrucción de esta concepción progresista de la nación supondría enfrentarse con la organización del Estado del que venimos y rectificarlo en su estructura, en su funcionamiento, en sus fines y en sus medios. En lugar de ello, el Partido Socialista ha optado por asumir como propios los elementos identitarios e ideológicos antitéticos con su posición y función social.

Su integración en el llamado “bloque constitucionalista” supone la asunción de aquellos actos que ideológicamente deberían combatir. El repertorio judicial con motivo del caso catalán, con una fiscalía frenética aguijoneada por el Partido Popular, es algo inasumible por parte de la izquierda. Como ha manifestado magistrado emérito del Tribunal Supremo, José Antonio Martin Pallín, criminalizar un acto parlamentario o resolver los asuntos políticos mediante el código penal es una agresión a la democracia. Hasta los romanos tenían la frase Summum ius summa iniuria para recordar que llevar la ley al extremo conduce a la mayor injusticia.

Y, sobre todo, porque lo que realmente penaliza es a la política y a las soluciones políticas. Y si, además, se hace en nombre del patriotismo atrabiliario y absoluto, se está en una ubicación irreconocible desde una ideología de izquierdas. Como advertía Max Gallo no es lo mismo operar en la realidad con la idea de una Francia de De Gaulle que con una Francia de Pétain. No es lo mismo operar con la idea de una España de Azaña o Fernando de los Ríos que con una España de Franco. La gran transformación que demanda España es que ningún poeta se vea obligado a escribir el triste lamento de Cernuda: “Si yo soy español, lo soy, a la manera de aquellos que no pueden ser otra cosa: y entre todas las cargas que, al nacer yo, el destino pusiera sobre mí, ha sido ésa la más dura.”

 

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