La presión que se está ejerciendo sobre el PSOE por parte de los representantes de las élites políticas y empresariales para que, por lo menos, se abstenga para permitir un gobierno en minoría del Partido Popular está siendo insoportable. Los resultados de Pedro Sánchez han vuelto a romper el suelo electoral de los socialistas y, siendo los peores de la historia, les siguen manteniendo como formación imprescindible para que se pueda formar gobierno, ya sea de manera activa con un voto favorable a la investidura de Rajoy, ya sea de forma pasiva, es decir, a través de la abstención en la segunda sesión.

Esta constante presión desde foros políticos, empresariales o periodísticos lo que está haciendo es demostrar que el PSOE está perdiendo (o ha perdido) valores que deberían ser irrenunciables para cualquier socialista. La mayoría de las bases lo entienden así. Digo la mayoría porque hay una parte del partido que por su cerril apoyo a todo lo que haga Pedro Sánchez estarán dispuestos a dar por bueno lo que sea que haga el secretario general, traiciones ideológicas incluidas.

Que el PSOE se encuentra en descomposición por la pérdida de casi 6 millones de votos en apenas cinco años es una realidad que incluso los «pedristas» más acérrimos deben aceptar. Que el PSOE está sufriendo una crisis de identidad ideológica desde la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero es algo tan real como que para poder vivir es fundamental el oxígeno. Que el apoyo de los jóvenes está perdido, es una realidad que duele porque da a entender que el PSOE no va a ganar el futuro. Que el socialismo español está viviendo del medio rural (siempre más conservador en su sentido del voto) y que ha perdido la capacidad de ilusionar al medio urbano es también una realidad consecuente con la inadaptación del Partido Socialista a los nuevos tiempos. Lo mismo que le está pasando a toda la socialdemocracia europea.

Si juntamos los catastróficos resultados del 26J a lo afirmado en el párrafo anterior y le sumamos la grave crisis de liderazgo de los socialistas que lleva a no saber adaptarse a lo que los ciudadanos exigen de sus políticos, nos encontramos con un cóctel molotov que puede llevar al PSOE a una espiral de deflación electoral que puede ser la antesala de su desaparición en el medio plazo.

Ya explicamos en anteriores artículos que con sus 85 escaños la posición del Partido Socialista está en la oposición. Eso no implica que se pierda relevancia en el futuro político español, todo lo contrario ya que se está en una posición en la que se podría gobernar desde los bancos rojos puesto que cualquier medida que el Partido Popular quiera aprobar va a necesitar inevitablemente de los votos socialistas. Ahí se encuentra la verdadera responsabilidad y el verdadero papel que debe jugar el PSOE en esta legislatura. ¿Lo harán? Con la Ejecutiva actual se puede esperar cualquier cosa.

Está claro que los desastrosos resultados de Pedro Sánchez han dejado a los socialistas en una posición muy complicada tanto de cara a los ciudadanos como de cara a su propia militancia ya que cualquier decisión que se pueda tomar respecto al futuro va a tener una respuesta negativa. Si vota a favor de Rajoy serán cientos de miles, por no decir millones, los españoles que les den la espalda de manera definitiva. España no es el centro o el norte de Europa donde se ve con normalidad los acuerdos entre la derecha y los socialdemócratas. En este país un apoyo socialista a los conservadores será visto como lo que es, una traición a sus votantes y a su propia militancia. Las consecuencias serán similares si se permite gobernar a Rajoy con una abstención en la sesión de investidura, sobre todo si esa abstención no va acompañada de una serie de contrapartidas que ya compartimos con los lectores en el artículo citado anteriormente y que repetimos a continuación:

  • Derogación total de la Reforma Laboral
  • Derogación total de la Ley Mordaza
  • Derogación total de todas y cada una de las leyes que han posibilitado las políticas de austeridad presupuestaria y de los recortes del Estado del Bienestar
  • Reforma constitucional según los parámetros socialistas, incluyendo el artículo 135
  • Modificación total del mercado de trabajo
  • Aplicación maximalista de la Ley de Memoria Histórica

En el caso de que Pedro Sánchez haga lo que tiene que hacer, es decir, votar en contra de la investidura de Rajoy y ese voto negativo lleva hacia unas terceras elecciones se culpará al PSOE de que no se haya podido formar gobierno, lo que se traducirá, inevitablemente, en otra pérdida de votantes que se encuentran en el nicho desideologizado del centro que sigue confiando en los socialistas pero que puede cambiar el sentido de su voto en cualquier momento.

Ante esta situación se están escuchando voces dentro del propio Partido Socialista que apelan a la responsabilidad de Estado para que la abstención permita un gobierno en minoría de Mariano Rajoy. Quienes lanzan esas llamadas a la abstención son aquellos que, teóricamente, no pintan nada en el partido pero que tienen aún mucha influencia. Quienes están presionando por este lado a Pedro Sánchez son aquellos que piensan más en los intereses del Estado que en los intereses de la ciudadanía y que se han olvidado de que lo que defiende el PSOE en su programa electoral es antitético a lo que representa el PP. Quienes proponen que el PSOE se abstenga son aquellos que han estado tanto tiempo en el poder que se han olvidado de que cada voto con el puño y la rosa depositado es un contrato firmado que obliga a Pedro Sánchez a defender su programa electoral y, como es lógico, en ese programa no existe ningún punto en el que se diga que se podría permitir al PP gobernar, aunque sea en minoría. Hay otros que piden una abstención pactada pero sin llegar a los términos expuestos con anterioridad, lo cual es como entregar el poder a Rajoy a cambio de nada.

Pero la «paja mental» de la militancia «pedrista» y de ciertos dirigentes autonómicos ha llegado al absurdo al postular como una posibilidad válida que Pedro Sánchez se presente a la investidura si Rajoy no la logra. Esto es surrealista sobre todo por el planteamiento que hacen: intentar nuevamente un gobierno a tres con Ciudadanos y Podemos cuando esto ya se ha demostrado que es totalmente imposible por, precisamente, la coherencia demostrada tanto por el partido de Albert Rivera como por el de Pablo Manuel Iglesias al no querer pactar con sus adversarios políticos. Lo que no es coherente es, precisamente, que el PSOE pactara con C’s y que lo quiera volver a hacer. Lo malo de todo este runrún es que le están calentando la cabeza a una persona tan pagada de sí mismo como Pedro Sánchez y las consecuencias ya las conocemos porque, si se impusiera esta posibilidad y Sánchez quisiera presentarse a una nueva investidura, intentaría parar nuevamente todos los procesos internos que le llevarán a tomar el camino que debió haber tomado la misma noche del 20D y, de este modo, seguir en una secretaría general interina.

El PSOE está descolocado y en un proceso de desmembramiento que asusta a quienes hemos sido fieles durante décadas al Partido Socialista. Esto sólo se puede parar si nos dejamos de «pajas mentales» y nos colocamos en el lugar donde nos colocó el pueblo español, además de iniciar todos los procesos internos que hagan falta para refundar el partido y adaptarlo a la realidad, una realidad a la que desde hace muchos años parece que se le ha dado la espalda en la misma proporción en que los españoles se la han dado al PSOE.

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