El pasado 8 de abril un joven de 35 años agredió en Barakaldo (Vizkaya) a un vecino de 57 que tuvo que ser ingresado en el hospital. «¿¡Qué quieres, más!? ¿¡Más!? ¿¡Quieres más!?» gritaba el joven mientras propinaba patadas en la cabeza al ya inconsciente agredido. La agresión se originó como consecuencia de que éste le pidiese (no sé cuán grosera o amablemente, y tampoco es relevante) que pusiera la correa a su perro. Otro caso, éste en Bilbao, dejó un hombre ingresado durante varios días en el hospital tras recriminar a dos personas que no pagaran sus consumiciones en un local. Sí, han leído bien: civismo pagado con violencia.

A diario, hechos como estos se suceden, y nada tienen que ver con robos, guerras u otras manifestaciones de violencia. Son fruto de una rabia y un odio irracionales; radican en una violencia omnipresente; se canalizan a través de la imprevisible brutalidad de nuestra especie. ¡ razón el debate filosófico sobre si el ser humano es bueno o malo por naturaleza no encuentra respuestas definitivas! Parafraseando a Focault, quien habló sobre sobre la omnipresencia del poder, hoy quiero llamar la atención respecto a la omnipresencia de la violencia. Pero quiero señalar un tipo muy concreto: la omnipresente violencia inútil.

Si bien la violencia –en oposición a la cooperación– se puede percibir en muchas de las relaciones sociales cotidianas (por ejemplo, en la relación del Estado con la sociedad), ésta es una violencia útil, es decir, sirve a un propósito (en el caso del Estado, a mantener el orden y a, por ejemplo, garantizar la sostenibilidad económica del sistema). También hay un cierto grado de violencia útil en deleznables actos como el terrorismo o en las acciones militares. Yo estoy preocupado por otro tipo de violencia, inútil e irracional, que solo busca la canalización del odio hacia los demás. Nos hacemos llamar civilizados, pero no estamos tan lejos de aquellos que, emocionados, se congregaban en las plazas para presenciar y aplaudir las ejecuciones y las torturas en la Edad Media. Tampoco estamos tan lejos de los regímenes dictatoriales contemporáneos que tanto criticamos. No al menos en esencia. Hoy las plazas son las redes y la violencia es más sutil. Hoy los verdugos son los haters y su objetivo el mundo. ¿Por qué sigue habiendo tanto odio y agresividad?

Se está haciendo mucho y muy bien para atajar el odio. Dos proyectos que, en mi opinión, están haciendo una buena labor son Proyecto PROXI y No Hate Speech Movement. Por otro lado y en un ámbito menos cibernético, el Movimiento Contra la Intolerancia es un clásico. No obstante, según lo que he podido observar y quizá estratégicamente por la creciente importancia que la politología está dando a la focalización en temas únicos o single issues, estos proyectos se vienen centrando en algunos de los ámbitos en los que se expresa el odio (el racismo, la xenofobia, elegetefobia, la aporofobia, etc.), y no tanto en el odio y la violencia como fenómenos omnipresentes. Quizá debiéramos dejar de preguntarnos tanto cómo castigar el odio o cómo hacer pedagogía sobre por qué no debemos odiarnos y atacarnos, y empezar a analizar por qué hay esta necesidad de ejercer la violencia sobre los demás. ¿Qué pasa en los campos de fútbol? ¿Y en las redes sociales? ¿Por qué las nuevas generaciones son tan violentas? ¿Qué hemos hecho mal como sociedad? De todo esto no estoy seguro. De algo sí estoy seguro: acabar con la educación en valores en la escuela con asignaturas como Educación para la ciudadanía o Filosofía no ayudará de ninguna manera al futuro de nuestro paa las generaciones venideras.

Hoy en día, pues, hay dos formas principales de canalizar el odio y ejercer violencia: una es cibernética y la otra no. La cibernética es, principalmente, contra la que luchan PROXI y No Hate Speech. La otra, la no-virtual, recibe menos atención, lo cual debería preocuparnos por una sencilla razón: los que acostumbramos a utilizar el argumento como arma, estamos desprotegidos contra el odio de quien no la tiene como su preferida. En cualquier lugar, en cualquier momento, y fruto del auge de las artes marciales orientales en occidente, la persona más inesperada podría ser capaz de acabar con nosotros porque cualquiera puede ser un arma blanca. Cualquiera se puede utilizar sus habilidades o su fuerza contra nosotros. ¿Es esto razonable?

 

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