Sólo una vez en mi vida vi a un hombre pegar a una mujer. Claro que yo soy pijo, hijo de juez, y en la clase social en la que nací un hombre se tira antes por la ventana que ponerle la mano encima a una chica o niña o señora. E incluso esa vez, estaba en el chalet de unos amigos, ella pegaba tanto como él; aunque él -era más grande, la verdad- daba más miedo. Poco después se divorciaron. Ella -anoto y ¡ahora habrá quien quiera censurarme!- que ella siempre siguió enamorada de él; a pesar de los muchos «a pesar de».

La censura me repugna.

Pero no está ni bien ni mal. Simplemente existe. Es.

Sería censurar a la censura, caer en su propia trampa, afirmar que está mal o que está bien.

Sólo me repugna. La censura. Me repugna como periodista, porque a mí sí me han pegado mujeres -y el viceversa no ha sucedido jamás- pero cuando lo he contado la gente se reía. Y sin embargo una de ellas, Bella dos Santos, medía, mide, seis centímetros más que yo, me saca quince kilos a fecha de hoy y pega más fuerte que la mayoría de mis compañeros de colegio (somos pijos, ya he dicho, qué se le va a hacer).

Pero si la censura me repugna a la hora de informar, en el acto de la creación literaria me deja ojipasmao y boqueante. ¡Es ficción! Que un escritor cuente que alguien se come a un niño, y a su perro, en una novela, o viola a una cabra, puede no gustar a alguien, pero es muy muy muy idiota que se persiga al autor sacando sus palabras del contexto. Y sucede. Todo el tiempo. Por experiencia lo sé.

Por supuesto la censura, ya he dicho que no está mal ni bien, tiene sus ventajas. Despierta la imaginación. Hace que los creadores se vean forzados a utilizar todo su ingenio para contar o narrar o filmar con libertad. Como hacía Saura en aquella película cuyo título no recuerdo, en la que a un accidentado le decían: «no, no te ayudes con la mano izquierda»; y ya de paso Saura criticaba la intolerancia, la incultura, la censura, franquista. (El párrafo anterior lo he escrito de ese modo, exactamente así: la cabra, ladies and gentlemen).

Es más de izquierdas que de derechas la nueva censura; y sin embargo el castigo que impone es totalmente derechista: aparta del mercado -el mercaaaado- al creador que la desafía. La derecha y la izquierda, al cabo ambas son manos de cinco deditos, están dispuestas a ayudarse contra la libertad siempre que sea necesario. ¿O acaso no es eso a lo que ahora están pretendiendo jugar los PePitos y los PjOSÉs? Pepe, no lo olvidemos, es lo mismo que José, en castellano (antaño llamado español).

Otro burbon, por favor. ¡Doble! Uno por pepe y otro por josé (variedad cero cero triple cero, no vaya a pensar nadie que he escrito lo anterior estando bebido o drogado o haciendo equilibrios sobre una sola de mis patas o pies).

3 COMENTARIOS

  1. Querido Tigre, a mí lo que me indigna es que a estas alturas de la historia, se siga desvirtuando la información en general. Cuando alguien «da un zarpazo»por lo visto, lo que importa es que lo haya dado un él o un ella , o que el zarpazo sea de PePitos o de PjOSÉs (como bien dices), cuando lo que importa es el zarpazo en si y no de quién lo haya dado para juzgar si es correcto o no. Analicemos causas y efectos de la acción para juzgar, no al actor en sí, porque ese tipo de juicios prejuiciosos, no sirven para nada… A mí no me sirven.

  2. Gracias por los comentarios. De acuerdo con los dos hasta ahora recibidos y publicados. En particular con el Pelirroja y Peligrosa, la frase -perfecta-
    Cuando alguien “da un zarpazo”por lo visto, lo que importa es que lo haya dado un él o un ella.

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