En la película “El premio” (The Price), dirigida por Mark Robson en el año 1963, un pletórico Paul Newman llega a Estocolmo para recibir el premio Nobel de Literatura. Antes de recoger el galardón se sincera con los periodistas y les dice que lleva seis años sin escribir ninguna novela que merezca la pena. Uno de los periodistas, confuso, le pregunta: «Si sus libros no se han vendido, y no ha escrito nada durante varios años, ¿cómo se ha ganado usted la vida?» Entonces Paul Newman mira a un lado y a otro, se acerca al micrófono que hay delante de su mesa, e interpela: «¿De verdad quiere que se lo diga?» Sí, por favor, replica de inmediato el entrevistador. «Con novelas policíacas», sentencia finalmente un joven y atractivo Paul Newman. El murmullo entre los asistentes, es desolador.
Ciertamente, la novela negra y/o policíaca, siempre ha estado catalogada como un género menor dentro de la literatura. Es, quizá, el cine y la televisión los que han traído al primer plano un tipo de literatura considerado desde siempre de baja calidad. Una pregunta obligada a cualquier escritor actual de novela policíaca es: ¿A qué se debe el resurgir de la novela negra?
Nuestra memoria es muy frágil y, de vez en cuando, tiene que venir algún escritor extranjero a recordarnos que la novela negra sigue tan vigente como siempre o, incluso, se ha reforzado su presencia dentro de los seguidores y fieles al género. Mencionaré a modo de ejemplo a Stieg Larsson o Henning Mankell. Desde la Semana Negra de Gijón, Valencia Negra, Pamplona Negra, Granada Noir, Barcelona Negra, Castellón Negro, Collbató Negre, Getafe Negro o Aragón Negro, sin olvidar, por supuesto, el club de lectura Casas Ahorcadas de Cuenca, que dirige eficientemente su fundador Sergio Vera, por todo el panorama nacional han surgido docenas de semanas negras que nos traen a la palestra un estilo de literatura que atrapa a los lectores en las madejas que tejen sus autores. Además, varios certámenes de ámbito nacional se centran en el género y son muchos los autores que, aunque no escriban novela negra de forma habitual, en alguna ocasión experimentan con ella. Y como colofón diré que los últimos premios de novela más importantes avalan esa tendencia al alza, como el Planeta (Jorge Zepeda, Lorenzo Silva) y los específicos como el RBA, La Trama, el Dashiel Hammett, etc.
Y no solo nos quedamos aquí, sino que además exportamos novela negra. Prueba de ello es el plantel que visita de forma asidua el BAN (Buenos Aires Negra) o la Semana Negra de Uruguay. O la conquista de las librerías francesas por parte de autores como Víctor del Árbol, Sara Mesa o Milena Busquets, por citar alguno. Y el caso excepcional de Dolores Redondo, cuyas novelas se han traducido a más de 32 lenguas; incluido árabe, hebreo, japonés, chino, vietnamita, ruso, sueco, noruego, finés o inglés.
En definitiva: la novela negra nunca estuvo en horas bajas.