El voto del sí al ‘brexit’ y la puesta en marcha por primera vez de la maquinaría para la salida de un país de la UE no viene más que a demostrar una afirmación a todas luces clara: Europa se muere. Y lo hace como consecuencia de la traición a los pilares en los que asentó su crecimiento, esos que se fraguaban en la solidaridad y el progreso plural y compartido.

Cimientos que resquebrajados con la política austericida impulsada desde Alemania han servido a la postre para que entre las grietas de la aluminosis europea se abran paso los virus de la eurofobia y el ascenso de los sentimientos ultranacionalistas y populistas que asentados en los postulados de ultraderecha hoy se abren paso con fuerza en toda Europa.

Asistimos así a la puesta en escena de un peligroso cóctel en el que el triunfo del ‘brexit’ en Reino Unido supone no sólo el fracaso de las democracias europeas sino de igual forma el apoyo, por parte de la ciudadanía británica, a líderes como Nigel Farage, del ultraderechista partido UKIP, vencederos directos frente al laborismo británico de Corbyn y los conservadores de Cameron, estos últimos divididos en un referéndum que ya ha significado la sentencia de muerte política de su propio líder .

Y todo ello, con el apoyo de las clases medias y trabajadoras británicas, que encandiladas por el discurso del populismo han venido a secundar los postulados de la nueva ultraderecha del siglo XXI que con fuerza llama hoy a las puertas del famélico liderazgo europeo en países como Francia, Austria, Hungría y Holanda, por señalar algunos.

No por menos, tal vez el camino iniciado por Reino Unido pueda marcar una hoja de ruta para otros países en los que el euroescepticismo crece de la mano de quienes ahondan su discurso en  el nacionalismo patrio, ese mismo que sirvió para hacer crecer en otro tiempo el conflicto y el odio en el corazón de Europa.

El ‘brexit’ fija así unas consecuencias políticas y sociales, pero también económicas de calado para la zona euro, y más si cabe para la economía de un país como España, con fuertes lazos comerciales y de relación mutua con Reino Unido. Un marco relacional que se verá afectado de manera drástica en aspectos que afectarán, y mucho, al motor económico y la generación de empleo de España. Así, la depreciación de la libra esterlina frente al euro no vendrá más que a fijar la pérdida de capacidad competitiva en una balanza comercial siempre favorable para España en la exportación de productos en sectores tan estratégicos como la alimentación o  la automoción, todo ello además sin contar el impacto para el turismo que, proveniente de Reino Unido, verá encarecida la oferta vacacional en un país como España, donde el euro marcará diferencias claves que podrían afectar a la llegada de británicos a las costas españolas.  Consecuencias negativas que sembraran a partir de este momento la incertidumbre en las relaciones que tendrán que ser fijadas en un nuevo marco de acuerdo bilateral entre una España y un Reino Unido que, condenados a entenderse, deberán partir de cero tras la salida de Reino Unido de la zona euro.

En definitiva, el ‘brexit’ da alas a una ultraderecha que se abre paso en una Europa que hoy necesita más que nunca reiniciarse y buscar la unidad como elemento fundamental para enfrentar los retos y desafíos geopolíticos y económicos de una economía mundial  cambiante, un marco este en donde la división del proyecto de la UE y el aislamiento de los países de la zona euro sólo conllevaría a la pérdida de competitividad y capacidad de decisión de la vieja Europa, que asistiría como simple convidada de piedra al albur de las decisiones de otros.

Hoy la niebla se abre paso, sólo de nosotros depende que seamos capaces de encontrar en ella la brújula que nos lleve a buen puerto y evite el naufragio de un sueño europeo hoy aquejado por una herida que puede ser de muerte.

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