“La mujer emigrante desaparece de su hogar de origen y no es nadie en el lugar de destino”

Entrevista a Pilar Sánchez Vicente, autora de Mujeres errantes

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Para la historiadora gijonesa Pilar Sánchez Vicente no hay mejor manera que salvar del olvido y el dolor a las mujeres anónimas que escribiendo en honor a ellas. Por eso acaba de publicar su última novela Mujeres errantes, “con ella he querido dar voz al silencio de todas esas mujeres asturianas que en los años 60 emigraron a Suiza y con su decisión perdieron su identidad”, cuenta la autora.

Su maestría como archivera del Tribunal Superior de Justicia de Asturias y su feminismo han hecho piña en una historia que trasporta al tormento y las esperanzas de aquellas mujeres pobres del barrio gijonés de Cimadevilla que para salvarse de la pobreza, de vender pescado o de tener que limpiar las casas de los ricos, decidieron emigrar en busca de un lugar mejor.

Y es que en aquellos años de una España en blanco y negro y pura pobreza, Nestlé llegó a tener más de 300.000 empleados solo en Suiza, la mayoría mujeres llegadas de fuera que además sufrieron el rechazo como recién llegadas: “La primera vez que escuchó esa palabra [Spanierin] acababa de poner los pies en tierra suiza y el comentario, acompañado de un esputo al suelo, la pilló desprevenida. Formaban un grupo llamativo, mujeres de un amplio abanico de edades con la miseria que obliga a la emigración reflejada en sus ropas raídas, procedentes de la caridad en muchos casos. Les urgía la necesidad de un salario mensual que no naciera empeñado por las deudas y las urgencias cotidianas. Aquel Spanierin la identificó como española, como la emigrante pobre”, describe un párrafo de la novela.

 

¿Tu novela es un homenaje al silencio en la historia de las mujeres que tuvieron que irse para encontrarse? ¿Cuánto se desconoce de la mujer como emigrante?

Todas mis novelas son un homenaje a la historia silenciada de las mujeres. Ser historiadora me permitió darme cuenta del ninguneo y el olvido al que estamos sometidas el 51% de la población (porcentaje mayor aún en tiempos de guerra). De las mujeres en la Historia se desconoce todo, la investigación sobre la mujer data del último cuarto del siglo XX. La mujer emigrante sufre además una doble invisibilización: desaparece de su hogar de origen y no es nadie en el lugar de destino.

 

Me viene a la mente la canción de Rafael Farina: “el emigrante”. Música para el dolor del hombre que deja su país y sus raíces. ¿Y ellas qué?

En Gijón hay una estatua a la madre del emigrante. Mi abuela recordaba con lágrimas cuando su hermano favorito se fue a “hacer las Américas”, no hubo despedida, tampoco regresó nunca y siempre lo echó de menos. Mi bisabuela murió esperando noticias de aquel hijo. Antaño no había redes ni teléfonos –aunque a las nuevas generaciones les pueda resultar increíble-. La emigración no solo es dura para quienes abandonan el país y las raíces, hombres y mujeres, también lo es para las que quedan atrás, madres, hermanas, esposas, hijas…que no saben si volverán a ver a quien se fue. Tal vez porque parimos, los lazos de sangre son más fuertes, más intensos y dolorosos.

“La felicidad, solo es posible cuando nos amamos y perdonamos sin reservas a nosotras mismas”

 

La miseria era el elemento común denominador de todas ellas. La pobreza descubre verdades demasiado doloras…

Si eres rica no emigras: viajas, te desplazas, te mueves… Tanto tienes, tanto vales, desgraciadamente y no es lo mismo ser un jeque de Arabia Saudí que un mantero, el trato que recibes y las condiciones en que te mueves varían del cielo al infierno. Y si eres mujer, suma: en Arabia burka, en África ablación. Emigra quien busca una vida mejor, un trabajo digno, quien huye de la pobreza. O de la guerra, como esos miles de refugiados que golpean a las puertas de Europa o dejamos ahogarse en el Mediterráneo. Resulta vergonzosa la indiferencia en un país que, como cuento en Mujeres errantes, salió del pozo económico de la dictadura franquista gracias a las aportaciones de los emigrantes.

 

¿Cuántos sueños dejaron en el camino?

Los sueños no tienen medida ni admiten comparación posible. La frontera de los sueños es la fantasía y de eso vamos todas sobradas. Y todos. El problema surge cuando nuestras aspiraciones chocan con la realidad y ésta es obstinada. Como diría Machado, se hace camino al andar, el problema es que en las cunetas vamos dejando jirones de nuestros anhelos…

 

Sin embargo lograron hacer realidad otros…

En ocasiones la vida nos sorprende, una puerta se cierra y otra se abre. Con los sueños sucede parecido. Eloína jamás imaginó que el agua pudiera salir de un grifo. Si desconoces el agua corriente, es imposible que sueñes con una ducha, como mucho con tirarte un caldero encima o bañarte en una tina rellena a base de calderos.

 

Cuándo lo que urge es sobrevivir ¿dónde queda el amor a una misma?

Creo que es ese amor propio lo que nos lleva a sobrevivir. Las estadísticas de suicidio en España son tremebundas, diez personas al día se quitan la vida. En los países nórdicos la proporción aumenta, coincidente con su mayor nivel de vida. A veces nos da la impresión de que se suicida quien lo tiene todo, piensa en la hermana de Letizia Ortiz. ¿Qué podía faltarle? A Julia le falta de todo y cuando la vida la golpeé salvajemente también pasará por su cabeza la tentación. Pero seguirá luchando, porque sobrevivir en las peores circunstancias es el éxito de nuestra especie. Lo único cierto es que ni la riqueza ni la pobreza dan la felicidad, esta solo es posible cuando nos amamos y perdonamos sin reservas a nosotras mismas. Porque lo valemos, qué cojona, diría la Chata.

 

La novela huele a machismo recalcitrante, a humillaciones, a violencia de género. ¡Cuánto tuvieron que aguantar estas mujeres!

Ahora distinguimos qué es la violencia de género, tiene nombre propio como el heteropatriarcado, pero en la realidad de la novela se convive con la violencia. Como dice Julia, todos se cascan entre sí dentro y fuera de casa. La violencia es también inherente al ser humano, llevamos dentro, lo bueno y lo malo. Lo mejor de la civilización es que nos permite pulir lo segundo y potenciar lo primero. ¡O debería ser así!

 

Aun así la ternura no falta. La vida hay que llenarla de ternura cuando todo es tan difícil

Sí. Igualmente tenemos de serie el odio y la ternura. Es difícil no sentir ternura ante un cachorro de cualquier especie, incluida la humana. Queremos que nos quieran y cuando nos sentimos queridas, la ternura se desata igualmente. Quererse es lo más guapo: empiezas por ti misma y vas ampliando círculos, generalmente esta empatía suele ser correspondida, así que serás mucho más feliz cuanto más practiques.

 

El título de Mujeres errantes podría haber sido el de mujeres vendavales. Arrasaron, y también dijeron basta. 

Mis personajes son siempre mujeres vendavales porque se inspiran en la realidad. Parimos –que no es fácil-, cuidamos a los enfermos y mayores, trabajamos fuera y dentro del hogar, nos matan, cobramos menos, tenemos techos de cristal y tapias de cemento contra los que nos estrellamos cada vez que sacamos los pies del tiesto o rompemos los estereotipos asignados. Nos llaman el sexo débil, pero creo necesario revisar este concepto, nuevamente procedente del ideario masculino. Una cosa es la fuerza bruta y otra la fuerza vital. Las mujeres somos poderosas, aunque el poder se perpetúe en manos de los hombres en la mayoría de países. Mira Islandia: la revolución tiene el sello de las mujeres.

 

¿Quiénes son ahora las nuevas mujeres errantes?

Jóvenes como en su día fueron Julia, Genara o Eloína. Bien formadas y preparadas, al contrario que ellas. Con redes para ayudarse y protegerse, para informarse y, sobre todo, para aliviar la soledad del exilio interior. Y, sin embargo, tan susceptibles como ellas a la picadura de un amor envenenado, a caer en el mito del amor romántico. Así como la religión es el opio del pueblo, el amor es el opio de las mujeres.

 

¿Somos más libres nosotras ahora gracias a todo el esfuerzo que hicieron ellas?

Cada día somos más libres, el problema es cómo hacemos ejercicio de esta libertad. Las libertades no se regalan, se conquistan, es una lucha que no cesa, una batalla cotidiana, tanto en el ámbito de la igualdad como en el de la justicia social. Ambas son inseparables y no existe la una sin la otra. Por eso ese llamamiento al paro mundial de mujeres el 8 de marzo fue tan importante.

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