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Todo sonrisas y simpatías, el actual campeón del mundo, el gran Nico Rosberg, en el primer premio de Mónaco en el que no participaba como piloto después de un buen porrón de años. Aunque sí se agenció un currito como entrevistador ante todas las teles del mundo.

Pero debajo de la sonrisa, la chaqueta impecable y el micrófono en la mano con el que se paseaba en la mano entrevistando a sus ex-compañeros, los hombres que subieron al podium, había algo más; asegura la sombra del Tigre.

Hay quien no cree, por supuesto, en la suerte ni en los gafes. Yo sí. Yo creo que Eric Boulier es un gafe enorme para el equipo McLaren y que les iría mucho mejor si se lo quitasen de enmedio. Y también creo que Nico Rosberg de algún modo logró volver a ponerle la patita a Lewis Hamilton, su odiado compañero: el que le hizo abandonar el Gran Circo, aunque haya contado a todos otros rollos patateros.

Su sonrisa, su presencia, recordaba a Hamilton que fue derrotado; que fue derrotado y ya no tendrá ninguna oportunidad de tomarse la revancha. No es nada brutal, sólo algo pequeño. Pero algo pequeño puede significar unas cuantas posiciones en un deporte tan extremo y preciso como el de la F1.

El mundo entero escuchó sintió como Rosberg se solidarizaba con Raikkonen, quien vio como la estrategia de su equipo, teóricamente inocente, le hacía perder la carrera en favor de su compañero; aunque Hamilton -un ladrón reconoce a otro ladrón- lo tuvo claro y así lo dijo:

-Es normal lo que ha hecho Ferrari, los puntos de Vettel son mucho más valiosos para ellos.

-Te comprendo -sonrió Nico Rosberg mirando a Raikkonen primero, y luego a la cámara que grababa la imagen que llegaría a todos los confines del universo.

Y asintieron cabeceando, tras el «te comprendo de Rosberg», el Piloto Número Veintiuno y el mundo mundial entero.

Por supuesto en la F1 lo más importante es el robot, la máquina, las manos del piloto algo cuentan, pero no lo suficiente, y el vudú o la magia negra… valen lo que nosotros queramos creer. Pero siempre ha habido gafes y brujos malos y buenos, en los grandes partidos de futbol, en las olimpiadas, y hasta en los negocios; por no hablar de lo que sucede en el mundo del amor, con sus pócimas y milagros blancos y negros.

Me quedo hoy, siete días después, con esa sonrisa simpática y malvada de Nico Rosberg, actual campeón del mundo. Esa sonrisa dedicada especialmente a quien tanto le hizo sufrir en la última carrera de su vida.

«No necesito estar conduciendo un coche, para seguir tocándote los huevos» -le estaba diciendo.

 

Otro burbon, por favor.

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