Buenas noticias para periodistas
Buenas noticias para periodistas

Me revienta, como me imagino que a cualquier profesional sobre su gremio, la mala práctica profesional en el Periodismo. Pero me ofende especialmente en un momento en el que nuestra profesión está en entredicho, muy mal pagada y con una importante crisis de identidad.

La inmensa mayoría de los periodistas, aunque no sean conocidos y no luzcan su palmito de medio en medio sin ocuparse de la actualidad y de contar lo que realmente importa, es gente decente, vocacional, especialmente trabajadora y comprometida. Sí, muy comprometida sobre todo con las causas justas de los demás, y menos de las propias.

Por eso digo que me revienta cuando se hacen mal las cosas, así gratuitamente por agradar a un sector de la opinión pública y a sus editores, o que se dejan arrastrar por lo que creen algunos que los demás quieren oír.

Por eso me ha ofendido tanto cuando he leído crónicas en los medios, y comentarios en tertulias de radio y televisión, sobre la gala de los Goya. Yo la vi entera y, desde luego, en esta edición, el mundo del cine no ha sido reivindicativo. Pues nada, he tenido que leer con asombro el titular de algunos medios al día siguiente en esta línea: «Riña a Rajoy en los Goya por no ir al cine». Les juro por mi honor de periodista que en esa gala no se nombró al presidente del Gobierno. Algunos periodista cuyos titulares fueron por esta lamentable línea justificaban después que no se referían a la gala en sí, sino a algunas, muy pocas, declaraciones de algunos protagonistas de la noche del cine español en la previa de la alfombra roja, cuando se les preguntó expresamente sobre qué opinaban sobre que Rajoy hubiera reconocido no haber visto este año película española alguna.

Miren. Es como si en un congreso de Neumología preguntan a un neumólogo sobre qué opina de que Rajoy fume (o fumara) puros. Y después de un congreso sobre avances en esta área, el titular es que los neumólogos critican a Rajoy.

Y así vamos viviendo mentiras que a fuerza de repetirlas parecen que son verdad. Pero que no lo son. Se ha querido en lo de Los Goya hacer como decía Paco Ibañez en su canción de La Mala Reputación: “Haga lo que haga es igual, todo lo consideran mal”.

Aún recuerdo con horror cómo con mentiras filtradas a determinados medios de Comunicación se ha pretendido acabar –y probablemente se haya conseguido- con la carrera a la presidencia de la Junta de Castilla y León de su mejor aspirante: Rosa Valdeón. Un mal momento, un madrugón para llevar a su hijo al aeropuerto, una medicación y una cerveza le dieron positivo en el control de alcoholemia. Por ello dimitió de su cargo en el Gobierno de Juan Vicente Herrera. Pero lo espeluznante es cómo se llegó a contar algo tan rotundamente falso como que se había dado a la fuga en un control, que casi hace volcar a un camión y otras joyas para la historia de la vergüenza de nuestra profesión. No hay más que entrar en Google y veremos, además, cómo esas noticias falsas están mejor posicionadas que las que dicen la verdad. Pero quien ha filtrado y dirigido esta operación contra Valdeón es toda una figura emergente en la ya próxima ejecutiva del PP.

Y podíamos seguir con falsos titulares y afirmaciones corrosivas sobre hechos, personas y eventos que faltan a la verdad de forma gratuita y vergonzosa. Todavía recuerdo con qué acritud y firmeza se hizo creer a los españoles que los ministros y ministras de los Gobiernos de Rodríguez Zapatero eran “gentita sin formación, inexperiencia y que sólo podían llevar a este país al desastre”. Y justo ahora, cuando muere el exministro y juez José Antonio Alonso sólo oigo parabienes, hasta del presidente del Gobierno actual. Después, descubrí que tener, por ejemplo, también en un Ministerio a personas como Cristina Garmendia fue un lujo que dejamos escapar. Así se escribe la historia en directo a través de algunos medios y periodistas.

Por supuesto que Zapatero y su Gobierno merecieron críticas. Y, también ¡cómo no! Muchos de sus miembros. Pero no falsos testimonios, mentiras a medias y, especialmente, una campaña orquestada contra personas que ni antes ni después de esta etapa necesitaron vivir de todos los españoles. Que ya es decir sabiendo lo que tenemos.

Defenderé mi profesión y a mis colegas, a los decentes, mientras viva. Pero si seguimos callados a la mala práctica profesional, tendremos que asumir las críticas de una sociedad hacia una profesión tan mal valorada como dura, entregada y muy sacrificada.

La mala reputación no nos pertenece a la mayoría de periodistas. Que cada palo aguante su vela y sea responsable de sus actos.

5 COMENTARIOS

  1. Querida Mariajo:

    Como bien sabes, porque lo hemos hablado varias veces, en esta batalla vosotros mismos tenéis que llevar la voz cantante. Tenéis a la FAPE, tenéis los tan ansiados colegios profesionales… Solo necesitáis un poco de diligencia en el autocontrol de la profesión. La pregunta que queda en el aire es ¿de verdad quiere la profesión autocontrolarse? Medios tenéis. A ver si tenéis también respeto por ella.
    Un abrazo y enhorabuena por tu nueva faceta de columnista

  2. Magnífica reflexión de María José Pintor. Hay que destacar a los periodistas profesionales y honestos, para diferenciarlos de los que no lo son… Pasa en todas las profesiones, pero apenas conozco alguna con peores condiciones laborales y más desprotegida. Cualquiera puede ocupar -y lo hace- un puesto de trabajo de periodista sin tener la titulación, incluso en la Administración y sin que pase nada. Ayuntamiento y Policía Local actúan contra los guías de turismo no autorizados, algo que no me parece mal. ¿Alguna vez, por ejemplo, ha actuado una institución pública en casos de periodistas no titulados? Y no hablemos de sindicatos…
    Ser periodista es una vocación apasionante que supera con creces ser tratafos laboralmente como una categoría inferior.

  3. Desprestigiar es arma de viles que desgraciadamente tiene sus efectos. Buena columna que anima a estar alerta. Gracias por contarnos todas estas cosas.

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