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La India: recuperar la esperanza y la dignidad

Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Corresponsal en Latinoamérica
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análisis

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En los países andinos, miles de jóvenes se ocultan entre las montañas o se recluyen su rustica morada de la periferia urbana, huyendo de su depresión, por ausencia nula de la ayuda profesional, en tanto en la India de hoy, y existe una política de producción de medicamentos a bajo precio y una red de especialistas, aunque todavía insuficiente.

Inclusive, en los Estados Unidos, casi todos sus pacientes ambulatorios y hospitalizados reciben remedios genéricos. No así en los países donde la Salud Mental es casi ignorada, los productos de marca son un negocio especulativo para laboratorios, cadenas farmacéuticas y un puñado de psiquiatras.

La familia y los profesores de Shamma tardaron algún tiempo en comprender por qué la niña tenía tantas dificultades en la escuela. «Los maestros se quejaban de que mi hija se peleaba con otras niñas porque se metían con ella». «Las cosas fueron a peor. La gente empezó a rumorear que mi hija había sido poseída y que le habían echado mal de ojo».

Al borde ya de la desesperación, Mohammad volvió a encontrar la esperanza en el centro de salud mental de Gujarat, el estado de origen de la familia, donde Shamma fue diagnosticada de esquizofrenia. Aquí, por fin, iba a recibir la ayuda que tanto necesitaba.

Este centro es uno de los 43 hospitales de salud mental financiados por el Gobierno de la India, que deben dar cobertura a un total estimado de 70 millones de personas afectadas por trastornos mentales. Por cada millón de personas, hay tan solo tres psiquiatras, y el número de psicólogos es aún menor.

Uno de los desafíos de la India era cambiar la noción imperante para que personas con enfermedades mentales puedan tener la capacidad de tomar decisiones importantes sobre sus propias vidas.

En los Países Andinos y gran parte de Latinoamérica la principal enfermedad que sufre su juventud, sobre todo, es el abandono de la Salud Mental. La depresión encabeza la lista de los males del alma.

Se estima que este año cerca de 55 millones de personas en la Región de las Américas viven con depresión, casi 17% más que en 2005. Más de 300 millones de personas viven con depresión.

La ausencia de recursos públicos para apoyo a las personas con traumas mentales, junto con el miedo al estigma, impiden que muchos accedan al tratamiento que necesitan para vivir vidas saludables y productivas.

La depresión provoca angustia mental y repercute en la capacidad de las personas para realizar las tareas cotidianas. En el peor de los casos puede provocar el suicidio.

Margaret Chan, de la OMS, considera que las cifras indicadas son un llamado de atención a todos los países para que reconsideren sus enfoques sobre la salud mental y la traten con la urgencia que merece».

«La depresión nos afecta a todos. No discrimina por edad, raza o historia personal. Puede dañar las relaciones, interferir con la capacidad de las personas para ganarse la vida, y reducir su sentido de la autoestima».

En promedio, sólo el 3% de los presupuestos de salud de los países latinoamericanos se invierte en salud mental, variando de menos del 1% en los países de bajos ingresos al 5% en los países de altos ingresos.

La inversión en salud mental beneficia el desarrollo económico. Cada dólar invertido en la ampliación del tratamiento para la depresión y la ansiedad conduce a un retorno de 4 dólares en mejor salud y habilidad para trabajar.

Una mejor comprensión de la depresión y cómo se puede tratar, aunque esencial, es sólo el comienzo. Las personas con depresión normalmente padecen de: pérdida de energía, cambio en el apetito, dormir más o menos, ansiedad, concentración reducida; indecisión, inquietud, sentimientos de inutilidad, culpa o desesperanza; y pensamientos de automutilación o suicidio.

En Perú, un grupo muy pequeño de profesionales de la Salud Mental del Hospital Larco, Valdizán, y la Universidad Cayetano Heredia, realizan sus investigaciones, pero con escasos recursos.

Altos porcentajes  de la población nacional no sabe ni siquiera el origen genético y el ambiente de violencia social que agrava el drama. En provincias, en el sector rural, el drama es más complejo. Este país de 3 millones de habitantes tiene el Estado más alejado de la Salud Mental, porque solo percibe y recibe atención un sector muy reducido de personas o familias con medianos o altos ingresos o de quienes, por el conocimiento que llegan a tener, prefieren endeudarse, acabar en la miseria para acceder a un servicio especializado.

Los casos de violencia, ansiedad y suicidios continúan en la Región Loreto, el consumo de alcohol y drogas en adolescentes se ha incrementado y en edades más tempranas que incluye a menores de 14 años. Solo en Lima, alrededor del 84% de las personas que tienen problemas de salud mental no lo aceptan y reconocen, y solo una de cada 10 personas que requieren tratamiento de salud mental solicita atención.

En el 2012 el Perú reportó que el abuso y dependencia de alcohol ocasionó pérdidas de más de 6 mil millones de soles, la depresión, más de 5 mil millones y las adicciones significaron pérdidas en más de mil millones, de acuerdo a los reportes del Minsa.

El suicido nos es una reacción ante una circunstancia adversa específica que vive una persona, es el desenlace fatal de un proceso de una enfermedad mental, se puede prevenir tratando la depresión que es su causa máxima.

Hace algunos años, en Carabayllo en Lima, el Instituto Nacional de Salud Mental creó un Centro Comunitario de Rehabilitación, con siete agentes.  Este distrito, tiene una población aproximada es de 520 mil 881 habitantes, el 7% de Lima Metropolitana.

El hospital Víctor Larco Herrera y el Hospital Herminio Valdizán, desde hace pocos meses, deben articularse con el Seguro Integral de Salud (SIS) para el Financiamiento de Servicios de Salud Mental en el país. Estas instituciones participan en el proceso de la formación y capacitación educativa en salud mental, y los profesionales de medicina y enfermería.

Líderes e investigadores de la salud mental de los países del Perú, Brasil, Colombia, Panamá, Ecuador y Chile; y funcionarios del Banco Mundial y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se reunieron en junio 2014 para explorar oportunidades para la creación de una futura red americana de colaboración y aprendizaje en salud mental.  Resultados ningunos. El anuncio fue del presidente ahora preso Ollanta Humala, acompañado del director general de la Banco Mundial, en Carabayllo.

El Perú pasa por un complejo drama de supervivencia.  Solo hay un psiquiatra por cada 300 mil peruanos. En Lima, el 30% de su población de 11 millones, tiene problemas de salud mental.  Los 700 psiquiatras y 1500 psicólogos trabajan fundamentalmente con clínicas y consultorios privados.

En algunos países de América Latina, el camino de la Salud Mental va cambiando. En Brasil, por ejemplo, si hace 20 o 30 años la estrategia se enfocaba principalmente en trastornos mentales graves y pacientes en hospitales psiquiátricos, ahora se ha ampliado. “Hay una clara relación entre la condición de vida y los trastornos mentales comunes”, dice Paulo Rossi Menezes, profesor del Departamento de Medicina preventiva de la Universidad de Sao Paulo.

Los pobres no solamente tienen más riesgo de padecer de un trastorno mental como la depresión -porque enfrentan más dificultades en la vida-, pero también tienen menos acceso a un cuidado adecuado.

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