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La hija maltratada

(Nunca podrás perdonarte, padre)

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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Sus ojos son un incendio dispuesto a arrasar cuanto se ponga a su paso. Regresa del puerto con paso vivo. Resuelta. Abre la puerta de la casa en la que vive con su padre. La casa en la que ella reina y manda desde tenía diecisiete años. Ha sido más que una hija para su padre: la compañera perfecta. Y así le ha pagado, haciendo uso de sus poderes como Ministro de Asuntos Exteriores para que llamasen a su amante, a Juan Valera, el Embajador español, de regreso a Madrid. El hombre maravilloso y escritor impagable, que le llenaba los oídos de alegría y el alma de deseos de vivir.

-Es un escritor, no te conviene, no te merece. Sé que tiene otra mujer en su país. Estamos al borde del siglo XX, pero hay costumbres que la hija de un político, de un ministro, debe respetar y mantener.

Pero la historia no va a terminar así, como pretendía su padre, con el rostro de su hija vencido por la tristeza mientras se aleja el barco que se lleva a su amante. Ese hombre casi viejo de cuerpo pero siempre joven de espíritu, palabrista, y ya casado y cansado, pero sin que ello quiebre su voluntad de luchar y brillar hasta que llegue el último aliento.

Se aleja el barco. Con Juan Valera.

¿Final de la historia?

Desde luego que no.

La historia de ningún modo va a quedar, va a terminar, así. Atraviesa un salón y otro salón. Hasta que llega al despacho. Se planta ante la mesa sobre la que trabaja su padre. No dice una palabra. Abre el bolso sosteniendo la mirada de su progenitor. Saca un revolver.

Ninguno de los dos habla, dice una palabra. Ella enajenada, su padre -siempre queriendo ser antes ministro que padre- convencido de que la conoce y domina, que es dueño absoluto de la situación. La mira a los ojos. No te atreverás.

Nunca podrás perdonarte, padre. Este momento te acompañará hasta que te mueras. Nunca podrás perdonarte. Y no podrá. Ni perdonarse ni olvidar. El cañón en la sien de su hija. Su única hija. La bala saliendo por el cañón. El sonido de la detonación que, incluso después de que haya muerto seguirá de algún modo arrasando el corazón y la cabeza del señor ministro.

-Señor ministro.

Era tan hermoso, sólo ahora lo comprende, cuando aún había alguien en el mundo que le llamaba papá.

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