La heroica historia de un diplomático brasileño que salvó un millar de judíos

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Hace unas semanas estuve visitando en la ciudad brasileña de Petrópolis la casa en la que se suicidó, en 1942, el escritor austriaco Stefan Zweig. Europa estaba en guerra, Hitler había invadido la mitad del continente -incluida Austria- y la vida, en aquellos tiempos turbulentos, apenas valía nada, se evaporaba a través de las chimeneas de Auschwitz y otros campos de la muerte. No eran tiempos para el optimismo y Zweig, cansando de la banalidad del mal y del silencio de muchos, decidió quitarse la vida. Pero no escribo estas líneas para hablar de Zweig, un escritor cuya figura ya transcendió a la historia de la literatura, sino para hablarles de un oscuro y desconocido diplomático llamado Luiz Martins de Souza Dantas, un héroe de nuestro tiempo del que seguramente nunca habrá oído hablar.

Al visitar la casa museo de Zweig, en las afueras de Petrópolis, descubrí, casi por casualidad a través de una exposición que había sobre el personaje en el recinto, la impresionante y heroica figura de quien podía haber pasado por la historia como un oscuro y desconocido burócrata, pero no fue así y hoy le quiero rendir homenaje a través de esta breve nota. Este profesional de las relaciones internacionales y la diplomacia había nacido el 17 de febrero de de 1876 en la ciudad de Rio de Janeiro y quiso el destino que fuera destinado en los trágicos años cuarenta a la ciudad de Vichy, capital de la Francia ocupada y colaboracionista con los nazis. El régimen del general Philippe Pétain se había convertido, ya en aquellos años en que Hitler había puesto en marcha la «solución final» para exterminar a todos los judíos europeos, en uno de los principales aliados de la Alemania nazi en lo que se refiere al envío de los hebreos franceses a los campos de la muerte.

En esta Francia sumida en las más abyecta de las barbaries que la historia haya conocido, Martins de Souza Dantas ejerció como embajador de Brasil ante el régimen de Vichy y pudo comprobar con horror cómo los judíos eran enviados en trenes hacia una muerte segura. Ya en 1942, cuando la guerra estaba en su pleno apogeo, Martins de Souza Dantas escribió varias cartas a su ministro de Exteriores de entonces, Oswaldo Aranha, denunciando el Holocausto en ciernes, que definió como el «infierno de Dante en la tierra», y el trato cruel e inhumano que los nazis y sus colaboradores franceses daban a los judíos, los gitanos, los homosexuales y todos aquellos que eran perseguidos por el simple hecho de ser diferentes.

VISAS Y PASAPORTES QUE SALVARON UN MILLAR DE VIDAS

Muy pronto, y entendiendo que la vida de millones de seres humanos estaba en peligro, Luiz comenzó a otorgar visas de salida hacia Brasil a numerosos judíos y oponentes al nazismo. Otorgaba visas, concedía pasaportes, movía todos los hilos habidos y por haber para salvar vidas humanas y ponerlas fuera de peligro. Lo hizo en contra la opinión de su gobierno, que se declaraba neutral hasta entonces, y poniendo en peligro su existencia y la de los funcionarios brasileños destinados en Vichy. Incluso el presidente brasileño de entonces, Getúlio Vargas, abrió un expediente administrativo al valiente embajador y a punto estuvo de enviarle de vuelta a casa para no ofender a la bestia fascista alemana.

Sin embargo, más tarde, por razones políticas y no humanitarias, el propio Vargas rompería con la Alemania nazi y se pondría del lado de los vencedores, que eran los aliados y el siempre poderoso «amigo del norte», los Estados Unidos. Pero Luiz Martins no se dejó vencer por el miedo y no obedeció las órdenes que llegaban desde Brasil, siguió con su silencioso y desconocido trabajo, rellenando visas, documentos y pasaportes que permitían a los afortunados poder salir del país hacia Brasil y comenzar una nueva existencia lejos del infierno.

Luiz Martins de Souza Dantas no pudo soportar la brutalidad reinante y tuvo la decencia de arriesgar su vida y su posición para salvar a un millar de judíos a los que les facilitó esas visas milagrosas, a algunos, y a otros, un pasaporte. Mientras que la gran mayoría de los diplomáticos que he conocido en mi vida son gente frívola, superficial y, por lo general, poco comprometida, la figura de Martins de Souza Dantas se eleva sobre la historia con luz propia. En un ambiente de delación, miseria humana, cobardía moral y ética y escaso compromiso con los más débiles, el diplomático brasileño aparece como un héroe, un hombre capaz de superar todas las dificultades y hacer lo imposible para defender la vida aunque en ello le pueda ir la suya.

Se enfrentó a su tiempo, a sus jefes, a los designios de un destino bárbaro y salvaje, en donde la existencia de un ser humano apenas valía nada, pero sabiendo que la causa merecía la pena y que algún día los grandes valores de la humanidad volverían a prevalecer frente a la fuerza bruta y el crimen. Eran los tiempos, no lo olvidemos, en que la Alemania nazi aparecía como segura ganadora de la contienda y en que la mayoría de los países del mundo preferían mirar para otro lado ante los crímenes perpetrados por los fascistas y sus verdugos voluntarios en casi todos los países ocupados.

El grado de colaboracionismo de Francia en el Holocausto es uno de los capítulos más desconocidos de la historia de este país y una de sus páginas más siniestras. Pero conviene recordarla para no repetir los mismos errores; más de 80.000 judíos franceses fueron enviados por el régimen de Vichy a los campos de concertación nazis, donde la mayoría encontraron la muerte,  y muy pocos sobrevivieron para contar el horror.

Luiz Martins de Souza Dantas fue uno de los 19 diplomáticos de todo el mundo reconocido como Justo entre los Justos por el Museo Yad Vashem, dedicado a honrar la memoria de los seis millones de judíos muertos en el Holocausto (o Shoá), y uno de los pocos brasileños que goza de ese honor. Quien salva una vida, salva al mundo entero, dice el Talmud. Qué buen schinder_2-792x1024epitafio hubiera sido esta sentencia para Luiz. Pero como muchos héroes, la figura de Luiz es muy desconocida, tanto en su país como en el exterior, y pasó, tras la contienda mundial que puso fin a la pesadilla nazifascista, totalmente desapercibida hasta que el Yad Vashem se acordó de él años después de su muerte, en el 2003, a merced de una iniciativa del historiador carioca Fábio Koifman. Luiz murió en 1954, en París, entre el olvido y la gloria de haber sido, simplemente, un hombre bueno en esos tiempos terribles del Holocausto. Descanse en paz Luiz Martins de Souza Dantas.

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