El próximo presidente de Colombia, Iván Duque, recibe a priori un país relativamente en paz, pero son muchos los retos y desafíos que se encontrará en la mesa a partir del siete de agosto que tome posesión al frente del país. El presidente Juan Manuel Santos, muy impopular en su país a tenor de las encuestas pero con una buena imagen en el exterior, deja una herencia envenenada. A continuación reseñamos los principales retos y desafíos que tiene el nuevo mandatario que gobernará Colombia los próximos cuatro años.

1.La inseguridad a pesar del proceso de paz

Si exceptuamos el proceso de paz firmado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), quizá el mayor logro de estos ocho años degobierno del presidente Juan Manuel Santos, la situación es crítica en casi todos los órdenes. La teórica paz, por ejemplo, no ha logrado traducirse en una mejora sustancial en materia de seguridad en el país, pese a que el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, exhibía exultante los grandes éxitos de este gobierno en materia de seguridad: en el año 2017 solamente hubo ¡13.000 homicidios! La cifra real será mucho más alta, ya que ha sido previa- mente maquillada por el ejecutivo, algo en lo que son expertos los ministros de Santos. Colombia es el sexto país con más homicidios de América Latina y tiene varias de sus ciudades entre las 50 más peligrosas del mundo. También el año pasado hubo más de 6.000 desaparecidos, una cifra muy alta si realmente las FARC han dejado de secuestrar.

Por ejemplo, según informaba recientemente el diario El Tiempo, “São Paulo (Brasil), que tiene 12 millones de habitantes, registra alrededor de 670 homicidios al año. Esa cifra representa la mitad de los asesinatos anuales de Cali, que tiene la sexta parte de esa población. Cartagena, con un millón de habitantes, registró 242 homicidios. Esa cifra, dice el informe, es mayor que la de toda Australia (227). Medellín tiene más homicidios por año que Chile, que tiene 17 millones de habitantes (…), Tibú (con 186,96 asesinatos por cada 100.000 habitantes) tiene una tasa superior a ciudades tan violentas como Ciudad Juárez en México (108), San Pedro Sula (Honduras, 107) y San Salvador en El Salvador (136,7)”.

2.Una economía claramente estancada, sino en recesión

A estas noticias sin importancia, ya que para el presidente Santos la percepción de inseguridad de los ciudadanos se debe a la mala influencia de los medios de comunicación, se le vienen a unir los datos sobre la pésima situación económica que padece el país. Pese a la manipulación de las cifras por el tahúr económico del régimen, Mauricio Cárdenas, no hay ningún empresario en este país que pueda asegurar sin mentir que en el año 2017 le haya ido mejor que en el 2016. Los ingresos de la mayor parte de las empresas han decaído en todos los ámbitos; la informalidad en el empleo sigue afectando seguramente al 50% de la población laboral; el crecimiento económico está bajo mínimos –1,8%, datos del FMI– y por debajo de otros países de la región, como Perú, por ejemplo; el salario alcanza proporciones ridículas si se compara con otras economías –230 euros apenas, el segundo más bajo de la región solo por delante de Venezuela– y las inversiones extranjeras tampoco muestran un mejor desempeño.

En lo que a la renta per cápita se refiere, es decir, la riqueza media por habitante del país, según el estudio de la prestigiosa revista The Economist que analiza las economías del mundo año tras año –The World in 2018– Colombia se estanca en apenas algo más de 6.000 dólares por habitante, una cifra por detrás de la que daba ese informe en el año 2014 y siendo la misma cantidad que los dos años precedentes. Va como los cangrejos, para atrás, pese a que el presidente Santos sigue tocando la lira mientras el país arde. En un momento en que el mundo crece, la economía se expande a nivel mundial y los trenes viajan ya a una velocidad de 460 kilómetros horas, Colombia se estanca y consolida su atraso secular a merced de una clase política deplorable, parasitaria, inmoral y real- mente tercermundista.

3.La pobreza

Por no hablar de la pobreza, que seguramente padece la mitad de la población colombiana, pese a que el gobierno asegura que pasó del 32% al 28%, pero conviene analizar cómo mide este gobierno la pobreza en el país. “Ciertamente, el índice de pobreza bajó de 37% a 28% en los últimos siete años. Sin embargo, gran parte de la reducción obedece al cambio metodológico adoptado en 2010. La línea de pobreza bajó de $220.000 a $180.000 mensuales y se introdujeron modificaciones en la utilización de encuesta de hogares. Así, el índice de pobreza bajó drásticamente en los primeros meses de la actual administración”, señalaba el analista económico Eduardo Sarmiento en una columna publicada en el diario El Espectador. Es decir, para el gobierno Santos se sale de la pobreza con ¡2,10 dólares al día!, lo que cuesta en el país una cerveza o un par de empanadas.

  1. Economía escasamente competitiva

Otro elemento para analizar es el de la competitividad, pues si miramos el resultado final del Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial para el 2017 las cosas tampoco pintan nada bien, tal como señalaba el líder conservador Miguel Gómez en una columna reciente: “En el consolidado perdimos, en el último año, cinco posiciones pasando del puesto 61 al 66. Es un balance muy pobre, pero explicable, pues el tema de competitividad, asociado con la política de comercio exterior, no ha recibido atención durante estos siete años. El informe está estructurado en 12 pilares que resumen temas económicos, sociales e institucionales. En los que salimos mejor calificados son Eficiencia de los Mercados Financieros (puesto 27) y Tamaño del Mercado (puesto 37). En el primero, es claro que la calidad de la supervisión y las mejoras en bancarización han sido importantes. En el segundo, la inercia demográfica juega un papel importante, y Colombia es hoy el tercer mercado más importante de América Latina, después de Brasil y México”.

  1. Colombia, entre los países más desiguales del mundo

Para guinda con la que “decorar” la pésima gestión económica y social está el asunto de la des- igualdad, asignatura pendiente de este país desde hace lustros sin que nadie asuma el riesgo de hacer algo para superarla. “Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Noveno en la lista del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Esa evidencia, repetida hasta la saciedad por analistas en sus estudios, no ha conducido a cambiar el rumbo de este problema. El coeficiente de Gini más reciente que tiene el Dane entre sus estadísticas da cuenta de que en el total del país, la desigual- dad ha cedido muy poco. Se ubica en 0,517, y hace una década estaba en 0,572 (cuanto más se acerca a 1, la nación es más desigual). Con ello, Colombia es el tercer país más des- igual de América Latina, después de Honduras y Haití, según el Banco Mundial”, señalaba un reciente artículo publicado por el diario El Tiempo de Bogotá.

6.Corrupción galopante

Luego está la corrupción galopante que gangrena a todas las estructuras e instituciones de la nación, llegando desde los niveles más altos a los más modestos. El mismo informe ya citado del Foro Económico Mundial señala ese grave problema y al que apunta Gómez: “En el pilar institucional obtenemos nuestro peor resultado, con un dramático puesto 117 sobre 137. Por ello, conviene analizar, con detalle, lo que nos está sucediendo. De lejos, el principal factor que dificulta hacer negocios en Colombia es la corrupción mencionada por el 17,6% de los encuestados. En la medición de ‘favoritismo en la toma de decisiones de los miembros del gobierno’, ocupamos un penoso lugar 119 entre 137 países”.

  1. Violencia contra los líderes sociales y defensores de derechos humanos

El nuevo año, con apenas unas semanas de vida, nos traía también como “regalo” la fuerte y ro- tunda condena de Human Rights Watch al gobierno colombiano por el asesinato impune de decenas de líderes sociales el pasado año y a las FARC por sus responsabilidad en miles de delitos, entre los que destacan aberrantes crímenes, secuestros, extorsiones y violaciones de los derechos humanos, sin haber tenido que responder ante los tribunales por dichos hechos delictivos. Mientras el gobierno de Santos gasta miles de millones en escoltas y la protección de decenas de parásitos –no merecen otro nombre–, en las calles de Colombia caen asesina- dos los líderes sociales amenazados y sin ninguna protección.

8.Lamentable estado de la salud pública

El sistema de salud de Colombia se encuentra entre los peores de América Latina y en el puesto 48 de los 99 de los que tenemos datos en el mundo, según asegura un estudio local no muy fiable. La salud se ha convertido en los últimos años en una de las principales preocupaciones de los colombianos, tal como señalan numerosos estudios, y han constatado numerosos expertos. El asunto radica en que la privatización del sistema de salud, en la década de los noventa, ha tenido fatales consecuencias y un empeoramiento, en general de la salud de la gente de los estratos sociales más humildes.

«En Colombia se vendió la idea de que lo privado es mucho más eficiente y transparente que lo público. Sin embargo, la evidencia científica demuestra que los sistemas públicos con administración pública o sin ánimo de lucro de los recursos de la salud son mucho mejores para alcanzar los objetivos de equidad, calidad, universalidad y costo-efectividad del sistema. Lo que se ha observado con seguros privados o administración con ánimo de lucro es que se acrecientan los costos, se disminuye el acceso a la atención médica y se amplía la inequidad», aseguraba la experta Marcela Vélez en un artículo reciente en el diario colombiano El Espectador.

Sin embargo, en este asunto no hay que poner demasiadas esperanzas en el nuevo presidente Duque, ya que es un convencido neoliberal y un creyente en la economía de mercado sin ningún control; tampoco, como la mayor parte de los dirigentes políticos colombianos, es un gran creyente en lo público. Más bien lo contrario. La salud no puede ser una mercancía ni un negocio, sino un derecho fundamental tal como reconoce la ya citada Vélez:» Inclinar la balanza hacia algo más equitativo y de mayor satisfacción para los colombianos implica el reconocimiento y la garantía de la salud como derecho fundamental, y la completa eliminación del ánimo de lucro en la administración o intermediación con dineros de la salud. Se requiere inversión y apuesta política por un modelo de atención primaria en salud, sin descuidar la atención adecuada de la enfermedad y sus complicaciones». Será capaz Duque de dar una respuesta adecuada a las demandas y preocupaciones de los ciudadanos, el tiempo nos dará la respuesta.

9. El de Colombia, entre los peores sistemas de educación de América Latina

La educación en Colombia nunca interesó a sus gobernantes, generalmente procedentes de la oligarquía de este país que enviaban a sus hijos a colegios privados o a instituciones educativas al exterior. Nunca hubo interés en cambiar el sistema, pese a que los informes PISA de la OCDE señalaban que la educación colombiana se encontraba entre las peores del mundo y tan sólo por detrás de Perú entre los grandes de América Latina. Tampoco ninguna de las grandes universidades colombianas, casi todas privadas, se encontraba en el ránking de las 1.000 mejores que elaboran diversas organizaciones internacionales. ¿Ha habido mejoras en estos ocho años de gobierno Santos?

«No es cierto que Colombia esté invirtiendo mucho en educación. Tampoco que haya sido una prioridad para quienes han gobernado en los últimos 20 años. Esto es muy fácil de verificar si tenemos en cuenta que hoy invertimos menos por cada estudiante y mucho menos de lo que invierten nuestros vecinos. En Colombia, contrario a lo que nos dicen, vamos como el cangrejo. El gasto por estudiante en educación superior cayó de 9,1 millones de pesos en el 2000 a 8,1 millones de pesos en el 2015, lo que nos deja muy atrás tanto en cobertura como en inversión frente a la región. Como país, la inversión general que realizamos por estudiante al año es de U$3.000, cuando la de Argentina y México es de U$4.000 y la de Chile es de U$5.000», respondía resumidamente el experto Julián de Zubiria Samper acerca del balance de estos años de gobierno Santos. Esa es la herencia que recibirá Duque y no otra, pese a que el actual presidente sigue intentando vender la idea de que el país está mucho mejor que como lo recibió. ¿Será cierto? Las evidencias parecen demostrar lo contrario.

Esa es la herencia real que recibirá el futuro presidente de Colombia tras ocho años de desgobierno, corrupción, desprecio hacia el Estado de derecho, tolerancia hacia el crimen organizado, aumento del narcotráfico y, en general, ausencia de un verdadero proyecto de país con el fin de hacer frente a la complejidad con que se deberían abordar los problemas acuciantes.

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