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La globalización de la economía

José Amestoy Alonso
José Amestoy Alonso
Escritor y profesor licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Zaragoza. Sus líneas de investigación son Climatología, Medio Ambiente y Tercer Mundo.
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análisis

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Los intercambios y relaciones económicas internacionales no han surgido a finales del siglo XX. La mundialización de la economía no es casual. El primer motivo que impulsa la globalización es el convencimiento de que el desarrollo del comercio en una sociedad favorece su crecimiento económico; es creencia común, entre los teóricos de la globalización (Foro de Davos), que la situación mundial puede mejorar por el desarrollo del comercio y por el de los mercados financieros. La posibilidad de financiar actividades económicas en cualquier parte del mundo permite establecer un comercio intertemporal, lo que provoca que un país puede consumir más de lo que vende en un año endeudándose con otro que le presta los fondos necesarios para ello.

El convencimiento de las ventajas que se derivan del proceso de liberalización del comercio y de los movimientos de capital, para el mundo desarrollado, ha llevado a que la comunidad internacional establezca una serie de instituciones para conseguir la mayor internacionalización posible de la economía. Los acuerdos de Bretón Woods en 1944 fueron una primera manifestación de voluntad común, de los que surgieron organismos como el Fondo Monetario Internacional, promotor de la libertad de circulación de capitales; en la actualidad, una de las instituciones más importante es la OMC (Organización Mundial de Comercio), que promueve la progresiva liberalización del comercio en el mundo, de la que son miembros una gran parte de países que adquieren compromisos para reducir sus aranceles y facilitar el comercio internacional; también, se creó el Banco Mundial (Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo), para llevar a cabo inversiones en países con dificultades económicas.

Los procesos de globalización no habrían sido posibles sin el gran avance que han experimentado las telecomunicaciones en el siglo XX y en los primeros años del XXI.

Entre las desventajas de la globalización debemos destacar como indica (Gimeno, J. A.,), la contaminación: En los países desarrollados se han puesto normas que impidan la emisión de humos, vertidos de residuos, reciclaje, de ahí que las empresas trasladen las plantas industriales afectadas a países subdesarrollados, donde la legislación es más laxa o incluso inexistente. Por otra parte, la rentabilidad del traslado de las empresas a otros países pobres, con menos niveles de productividad y muy débil normativa de protección social, se basa en la explotación de la fuerza de trabajo, con jornadas de más de doce horas de trabajo diario, explotación infantil, desprecio de requisitos de salud e higiene, despido libre y un sinfín de incumplimientos de las mínimas normas de protección social, que culminan en la puesta en vigor, nuevamente, de las condiciones más duras del primer capitalismo industrial, superadas en los países desarrollados.

Esa explotación laboral en los países subdesarrollados está provocando el endurecimiento también de las condiciones de trabajo del mundo desarrollado, perdida de derechos de los trabajadores, precarización de los nuevos contratos de trabajo y reducción creciente de salarios y derechos y la decadencia del Estado del Bienestar, a esto hay que añadir que cada vez es mayor el número de asalariados en el grupo de población situado por debajo de la línea de pobreza; además, la inmigración, sobre todo clandestina, procedente del Tercer Mundo está siendo aprovechada para imponerles las condiciones de vida y de trabajo similares a los del mundo subdesarrollado. Está apareciendo en los países desarrollados el llamado cuarto mundo, sobre todo en torno de las grandes ciudades, en donde un elevado número de personas vive en la miseria. También está creciendo la resistencia a mantener las políticas redistributivas en los países desarrollados.

Por otro lado, la mundialización está favoreciendo la concentración de la producción mundial en un número reducido de empresas, apareciendo de este modo un mercado monopolístico y oligopolios con comportamientos monopolísticos.

Como señala Alberto Romero en su libro Globalización y pobreza,“la relación entre globalización y pobreza, tomada como punto de partida para el análisis de la problemática socioeconómica a escala mundial, nos permite comprender mejor las grandes contradicciones por las que atraviesa la etapa actual del modelo de desarrollo económico y social, sustentado en el mercado como único regulador de las relaciones de producción. Una de estas contradicciones es que pese a los impresionantes avances en el campo científico y tecnológico, sus beneficios son para una pequeña parte de la población, residente en los países más desarrollados, al tiempo que por lo menos la cuarta parte de la humanidad sobrevive en condiciones de pobreza y miseria. Simultáneamente, el uso irracional de los recursos naturales, así como el consumismo desaforado promovido por las naciones opulentas, están deteriorando en forma progresiva el medio ambiente y la calidad de vida de las personas, haciendo cada vez más insostenible el desarrollo. Esta situación, inherente al modo de acumulación imperante a escala planetaria, no es nada nuevo, aunque tiende a volverse cada vez más dramática.  Los cambios cualitativos operados al interior de la división internacional del trabajo arrojan esperanzas de alcanzar un mundo mejor para todos. Sin embargo, mientras persista el actual orden económico internacional y el desarrollo se sustente en la competencia desenfrenada por la maximización de las ganancias, sin tener en cuenta el interés humano y la necesidad de preservar y reproducir las condiciones adecuadas para el futuro de la sociedad, el progreso material carecerá de todo sentido”.

 

La misma fuente nos indica que “la Globalización se ha convertido en tema obligado de análisis y discusión, tanto en los foros políticos y empresariales como en el ámbito académico. Pese a ser tan difundido el concepto, no existe consenso sobre los alcances que ha tenido el proceso globalizador a escala planetaria, sino que más bien se presenta una verdadera confrontación de ideas, unas tratando de justificar el statu quo internacional, bajo el supuesto de que todos los países tienen las mismas oportunidades, al tiempo que otras rechazan cualquier posibilidad de inserción ventajosa en la actual división internacional del trabajo. Una tercera posición trata de conciliar los puntos de vista extremos y de formular una especie de síntesis, en la cual las fortalezas y las debilidades dependen no solo de la correlación de fuerzas en el plano económico y político a escala mundial, sino también de las transformaciones estructurales que se lleven a cabo al interior de las naciones menos desarrolladas.

Independientemente de los enfoques planteados, la globalización se ha convertido en una especie de pretexto para justificar las desigualdades entre los diferentes grupos de países dentro de la actual división internacional del trabajo y, si bien es cierto que los cambios tecnológicos ocurridos en las últimas décadas ofrecen nuevas oportunidades de mejorar la situación de las naciones atrasadas en el contexto internacional, ésta tiende a depender cada vez más de la estrategia transnacional de acumulación a escala mundial.

Existen múltiples interpretaciones del concepto “globalización”, todas ellas enmarcadas dentro de parámetros ideológicos y políticos, unos más o menos rígidos, otros más o menos eclécticos. En términos generales, la globalización es analizada desde posiciones tecnoeconómicas, socioeconómicas, políticas, geopolíticas, partidistas, religiosas, etc. No obstante, existen rasgos comunes a todas las interpretaciones, en el sentido de ver en la globalización una etapa avanzada de la división internacional del trabajo, la cual se caracteriza por una mayor interacción e interdependencia de los factores y actores que intervienen en el proceso del desarrollo mundial. Estos factores y actores son de índole económica, social, política, ambiental, cultural, geográfica, etc., e involucran relaciones entre Estados, regiones, pueblos, empresas, partidos, etc. Existen, sin embargo, posiciones claramente divergentes que es necesario analizar”.

Para comprender los problemas del subdesarrollo es necesario, en el momento actual, analizar algunos aspectos de la globalización y los problemas que conlleva para el Tercer Mundo y algunos países del ¿Mundo Desarrollado?

Las relaciones económicas entre los distintos países que componen nuestro planeta son cada vez más estrechas El proceso de integración económica mundial es conocido con el nombre de mundialización o globalización.

La globalización no es más que culminación del proceso secular de dispersión de las relaciones de producción capitalistas alrededor del mundo. Con la especial circunstancia añadida, de que ha marcado el ¿triunfo? del sistema capitalista sobre los otros modelos económicos experimentados durante el pasado siglo XX. En definitiva, se puede asegurar que la globalización constituye, simplemente, un nuevo estadio en el desarrollo del capitalismo mundial (Díaz Céspedes).

Las facilidades existentes para el comercio también hacen que muchas empresas fabriquen sus bienes en otros países alejados del suyo de origen. Grandes multinacionales producen buena parte de sus bienes en otros países, por eso grandes empresas pueden escoger el lugar del mundo en el que producir les sea más ventajoso.

Por otra parte, la posibilidad de instalarse en cualquier país incentiva a las empresas a buscar aquellos países en los que sus costes de producción sean menores. Así buscan los países que menos regulación legal tienen para evitar el incremento de los gastos y aquellos en los que no existen pagos a la seguridad social o los que no permiten que los trabajadores se afilien a sindicatos para defender sus derechos o aquellos en los que pueden trabajar niños. Todo ello reduce el coste salarial. Lo mismo sucede con las leyes de medio ambiente, que obligan a tomar medidas caras para protegerlo. La búsqueda de países en los que esta legislación no exista posibilita la reducción de costes. Del mismo modo ocurre con aquellos territorios en los que las empresas no pagan impuestos sobre los beneficios – los paraísos fiscales -, éstas prefieren instalarse allí ya que de este modo pueden pagar mayores rendimientos a sus accionistas.

A su vez la evolución de los medios de comunicación ha facilitado que la cultura mundial se unifique. Las diferencias culturales se reducen y los gustos se unifican. Esto beneficia las grandes empresas que pueden vender sus productos en cualquier lugar del mundo. Asimismo, la tecnología para producir bienes en muchos países del mundo, sobre todo en el desarrollado, es cada día más similar. Los sistemas de producción son los mismos. La globalización regulatoria fija normas iguales para que los productos sean similares en todos los países y puedan producirse en un Estado y venderse en cualquier otro sin ningún cambio; por otro lado, se ha producido una liberalización de los movimientos de capitales, financiando, de este modo, actividades en la nación que más les convenga, incrementando las posibilidades de obtener más beneficios.

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