Nosotros, que nos atrevimos a confundir lo que era el bello arte de vivir hasta el punto de cabalgar todas las olas. Nosotros, que incapaces de degustar los placeres de la vida, acabamos por consumirlo todo, hasta llegar a consumirnos a nosotros mismos. Nosotros, que convencidos de tener en nosotros mismos la causa última de nuestra propia existencia, nos vemos ahora arrojados con violencia al fango de ver la decepción pintada en la mirada de los que antaño parecían conducirse junto a nosotros en tamaño presagio…

…¿Acaso pensáis que es lícito que abonéis en nosotros la menor clase de esperanza?

Nos educasteis para hacer creíble la idea de que la Educación era, en realidad, una suerte de capricho. Uno tras otro, inculcasteis en nosotros todos y cada uno de los prolegómenos de lo que en vuestra vida habían estado llamados a constituirse como vuestros mayores fracasos; y todo porque en el fondo, muy en el fondo, aspirabais a que nosotros no fuésemos nosotros mismos, sino una copia (corregida y aumentada, ¡faltaría más!) de vosotros mismos.

Nos disteis el miedo a la noche, o una versión de lo que antaño fueron vuestros miedos; y a cambio nos quitasteis lo único hermoso que la noche tiene (a saber, el derecho a soñar).

Nos obligasteis a cubrir vuestros recuerdos con la capa granate que se reserva al héroe que regresa victorioso de la contienda (o de la batallita más bien), ambientado vuestro cuento en carreras que se desarrollaban unas veces delante, y otras detrás de un enemigo común al que identificabais por lo monótono de su uniforme gris; y ahora vertéis sobre nosotros el doloroso veneno de la incertidumbre cuando protestamos por cuestiones tan aparentemente obvias como aquellas que pasan por pedir (si hace falta con vehemencia), que no nos tomen por imbéciles hasta el punto de creer que pueden invadir espacios que incluso en vuestros tiempos fueron tenidos por santuarios (como ocurre con la Universidad).

Lanzáis contra nosotros los vestigios de una moral otrora llamada a ser considerada utilitarista, no en vano el fin justificaba los medios; a la vez que nos acusáis de haber permitido la extinción de los últimos rescoldos de una revolución que en la mayoría de los casos solo en la mente de algunos se produjo; y que en la mayoría de ocasiones a lo sumo de románticos merecen ser tildados sus éxitos y logros.

Y con todo, a pesar de todo. Os atrevéis a juzgarnos.

Nos juzgáis cuando desde la conmiseración esputáis sobre nosotros la cantinela de que orgullosos tenemos que estar de ser la generación mejor preparada de la Historia de España para, a renglón seguido, tratar de enseñarnos cómo hemos de mostrar nuestra indignación cuando un currículum de veinte páginas sirve tan solo para acompañar día sí y día también a su propietario en la muerte metafísica que para él significa tener que esconder su vergüenza tras el mostrador de una hamburguesería, en cualquier centro comercial.

Nos juzgáis cuando una vez más nos tratáis como niños, y venís a corregir incluso la que es nuestra manera de protestar, creando ad hoc grupos de protesta propios que por lo peculiares que resultan, atraen de manera torticera la atención de medios e interesados que ven cómo vuestro circo les pone en bandeja la manera de desprestigiarlo todo; mientras muchos de vosotros aprovecháis la clarita para echaros unas risas más allá del escenario propio que os proporciona la partida de julepe de cada día, sobre todo porque en el transcurso de la misma la concurrencia os conoce bien y os ata en corto, reduciendo en muchos enteros la magnitud de las historias a contar.

Dictaba un proverbio de la Roma Clásica, que en lo tocante a fortunas, los abuelos las crean, los padres las incrementan, y los hijos las malversan. Si no traducido, que sí más bien adaptado, entiendo que es la mía la generación llamada a dilapidar un capital conformado en este caso de Libertad, y del orgulloso de saberse libre. Mas como no hace mucho planteé en estas y en otras parecidas líneas: ¿De verdad os creéis con derecho a cuestionar una sola de las acciones que emprendemos en pro de defender aquello que nos es impropio? Sí, impropio. Impropio porque no nos pertenece, tal y como lográis recordarnos cada vez que osáis  echarnos en cara,  que nosotros no vivimos lo que vosotros vivisteis. Y eso teniendo suerte, la cual a menudo nos abandona si osamos farfullar algo en nuestra defensa, lo que solo sirve para encender aún más vuestro ansia de venganza, la cual se manifiesta en un lánguido improperio, anticipo adecuado de  lo que acabará por conformar una suerte de repudio.

Me quedo, todo hay que decirlo, si me dieran a elegir, con el monólogo llamado a convertirse en un regalo que presente en la película La Lengua de las Mariposas, está llamado a erigir en todavía más genial al insigne Fernando FERNÁN GÓMEZ cuando éste une el destino y el futuro de nuestro país a la certeza de que una y solo una generación de jóvenes nazca completamente libre.

Corro gustoso el riesgo de que alguno se ría en mis narices, cuestionando de paso la solvencia cualitativa y cuantitativa de mis conocimientos al reducir el recorrido de la afirmación a la lascivia de confundir Historia con fechas, conocimiento con cronología. A ellos, fundamentalmente a ellos, les diré que cada vez que empecinados, retuercen la Historia al reducirla a lo que emana de sus recuerdos; cada vez que pervierten la otrora loable condición de mostrar lo que fue la verdad, convirtiendo las conferencias en farfullas, las conclusiones en arengas, lo único que logran es convertirse en obstáculos en el camino de aquello que ellos impulsaron, impidiendo que fluya aquello por cuyo triunfo muchos llegaron a perder hasta lo más preciado que tenían.

Desprovistos pues si no de la fuerza, sí de las causas que a otros impulsaron en la batalla por la libertad. Dogmatizados no por la arenga que previa a la batalla ha de insuflar ardor en el dubitativo espíritu del que no tiene claro su destino, que sí más bien por la farfulla destructiva del que se empeña en demostrarnos lo absurdo de un ímpetu guerrero que a falta de práctica, solo puede ser supuesto; es como acabamos por determinar que somos La Generación Postrera.

Desprovistos de cualquier impulso constructivo, tan solo a velar por el mantenimiento de lo que creado por otros, nos fue otorgado, habremos de apuntar nuestras aspiraciones.

Castrados que no educados, desde niños se nos proveyó de habilidades y herramientas destinadas a mantener la belleza del mundo que por los héroes que nos precedieron nos había sido otorgado. Fijaros si se muestra la falta de educación, que en términos propios de una cita bíblica ha redundado lo dicho.

Mas superada la tentación de perder un solo instante en las formas, la otra verdad, la redundante, emerge cuando descubrimos que el poder que tras esas habilidades y herramientas se oculta, es un poder redundante, repetitivo, pues tan seguros estaban de su grandeza quienes nos precedieron, que dieron por sentado que ellos eran en realidad los llamados a crear aquello destinado a ser lo mejor que desde la aspiración humana podría ser creado.

A nosotros nos quedaba tan solo refrendar cada día tal hecho, ya fuera a través de nuestras acciones (dedicando nuestra vida a labores de chapa y pintura); o de nuestros silencios (manifiestos en el delirante sentimiento de acudir puntualmente a sus arengas con una posición de aceptación del dogma; como si una nueva estructura supra-histórica estuviese llamada a ver la luz).

Somos así: La Generación Postrera. Incapaces de crear nada nuevo, pues hacerlo es tabú, al llevar implícita tal certeza la posibilidad de suponer que lo que nos ha sido dado no es en realidad lo mejor (de serlo, cómo cabría mejorarlo); nos vemos en la obligación de renunciar a la labor de mantener lo que insisto, nos ha sido regalado, pues como nos demuestran a diario no podemos entender aquello de cuya creación no participamos.

Así pues, solo a inventariar los daños, y a presagiar la magnitud del desastre que se nos viene encima, hemos de aspirar y a lo sumo podemos destinar, la que paradójicamente es una triste vida; sobre todo si tomamos en consideración los grandes augurios que sobre nosotros se tendían.

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Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.

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