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La ética del interés propio

Eduardo Rivas
Eduardo Rivas
Licenciado en Ciencia Política
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análisis

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Hace ya muchos años Max Weber describió las dos éticas con las cuales puede actuar un político, la ética de los principios y la ética de la responsabilidad. En el primer caso, más allá de los condicionantes externos que pudieran modificar su accionar, se sigue de manera inquebrantable, aunque no fanática, una línea de acción, mientras que en el segundo caso, se tienen en cuenta dichos condicionantes para medir consecuencias del accionar. Podríamos decir, a grandes rasgos, que en el primer caso las consecuencias se ven más en el corto plazo, y en el segundo en el mediano y largo.

En el caso de la ética de los principios es algo más personal, que busca mostrarse como un ejemplo, y en el de la ética de la responsabilidad es algo más colectivo. En el primer caso es algo más arraigado a la persona, y en el segundo en algo más anclado al puesto ocupado… aunque no siempre es tan así. Weber dice que ‘No se puede prescribir a nadie si hay que actuar según la ética de la convicción o según la ética de la responsabilidad, o cuándo según una y cuándo según la otra’, por lo que podemos ver en la historia ejemplos de ambas, y en el caso de América Latina dos casos concretos.

En primer lugar tomaremos la ética de los principios, y quizás el mejor ejemplo de acción bajo estos preceptos sea lo realizado por Salvador Allende en el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile el 11 de septiembre de 1973. En medio del bombardeo a la sede presidencial afirmó en su último discurso ‘¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.’. Como se ve, Allende actuó fiel a los principios y buscó dar un mensaje a la posteridad pretendiendo erigirse como ejemplo de cómo se debe actuar.

No menos ejemplificador fue el accionar de Raúl Alfonsín durante su presidencia en la República Argentina, cuando entregó el mando a otro presidente electo democráticamente por primera vez en 61 años, y por primera vez en la historia argentina a uno de otro partido político, y así lo explicaba con posterioridad en un mitin político  cuando afirmaba que ‘Somos, también, la Unión Cívica Radical que cuando creyó en peligro la posibilidad de consolidar para los tiempos la democracia renunció a 6 meses de gobierno para lograrlo con certeza, siempre haciéndonos cargo de la Nación, siempre poniendo por delante la responsabilidad que tenemos con la Nación.’, porque como reiteró en muchas oportunidades, el éxito de su gobierno estaba dado por la posibilidad de entregar la banda presidencial a otro ciudadano elegido democráticamente después de más de 60 años. Y fue entonces la ética de la responsabilidad la que primó en su accionar, porque como repitiera el Presidente Alfonsín en numerosas oportunidades, no le importaban los votos, le importaba el futuro de sus nietos.

Ahora bien, a estas éticas que mencionara hace ya casi cien años Max Weber, deberíamos agregar por estos días una tercera, la ética del interés propio, aquella que busca poner por encima del interés colectivo el interés exclusivamente personal. Ésta parece ser la que está primando en el accionar de Carles Puigdemont.

Se difundieron días atrás comunicaciones privadas del MHP en las que asumía, en términos personales, que ‘Supongo que tienes claro que esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado, al menos a mí. Vosotros seréis consejeros (espero y deseo) pero yo ya estoy sacrificado’, y seguidamente afirmaba que ‘no hay ningún otro candidato posible’ para la Presidencia de la Generalitat que él mismo.

Se le abren al señor Puigdemont (al menos) tres opciones de acción ética, la de los principios, la de la responsabilidad y la del interés propio, de la que elija dependerá gran parte de su futuro… y el de los catalanes.

 

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2 COMENTARIOS

  1. Yo voté al sr. Puigdemont para presidente. Madrid no le ha gustado el resultado de la votación. Lo que pierde en las elecciones democraticas, lo quiere ganar con los tribunales dictatoriales. NO HAY DEMOCRACIA EN ESPAÑA. Igual paso con el referéndum del Estatut de Catalunya.

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