Los mexicanos nos encontramos escribiendo un capítulo más de nuestra historia por la democracia, en éste queremos que el pueblo se convierta en el protagonista, que sea autor de su propio destino, se trata de combatir al salinismo, que es la versión más corrupta del neoliberalismo latinoamericano, es una doctrina económica proestadounidense fundada por Salinas de Gortari que hizo de las ventas nacionales la principal forma de enriquecimiento de políticos y del nuevo empresariado.

Ese pensamiento alcanzó su máxima expresión en el actual gobierno del presidente Peña, que pasa a la historia al dejarnos una nueva Constitución en la que el Estado es inexistente, en la que el pueblo está demás y el país está a remate.

Ese es el México que estuvo en Hamburgo, en la cumbre de los 20, es el que tiene al pueblo indefenso ante el dominio transnacional, ese cobarde gobierno -Peña-Videgaray- que calla fingiendo demencia ante la reiteración de Donald Trump de que el muro será pagado por los mexicanos, contra los que esa cobardía se torna en violencia y reprime con especial rigor –Atlacomulco, Tlatlaya, Ayotzinapa, Nochixtlán, Tanhuato– a la menor oposición.

Ni los veo ni los oigo decía en sus tiempos Salinas de Gortari, ahora su pupilo Peña lo secunda con su vulgar expresión de ningún chile les embona, todo para ignorar a quienes piden parar el sacrificio de los mismos de siempre: los que menos tienen.

Los principales agraviados de este régimen son los cerca de 60 millones de mexicanos en situación de pobreza, más de la mitad de México subsiste sin saber lo que es tener un trabajo y recibir un salario, el resto está enfilado hacia la pobreza, los nuevos pobres, a la vez que los ricos son menos pero cada vez son más ricos, es descomunal la concentración de la riqueza en tan pocas manos, mismas que subordinan la política a la economía.

La corrupción es la principal causa de esa desigualdad, la represión es el obstáculo de nuestra democracia, la ignorancia es el instrumento del mal gobierno que se hace del voto de los pobres abusando de su necesidad, condiciona la entrega de dádivas a cambio de su voto.

El programa democrático se concentra precisamente en acabar con ese régimen, los que dicen primero el programa y luego el candidato se quedaron en la comodidad de la reflexión o esperan ser parte del gran soborno del Frente Amplio ¿acaso la pobreza no les parece razón suficiente para cambiar de política? o los cerca de 300 mil asesinados por la guerra contra el narcotráfico ¿no les parece suficiente toda esa violencia?

El programa de la esperanza es recuperar la rectoría política de este país, es dividir el poder económico del político, es poner un alto a esos no más de diez archimillonarios que secuestraron la vida institucional del país, que optaron por la abrogación del Estado de Derecho, un México sin ley es un México sólo para ellos que lo tienen todo.

Ese es el programa, se llama democracia esa que dejó de ser el ideal de la derecha panista y la izquierda perredista, la que nunca tuvo el PRI gobierno, hoy son lo mismo, ese sistema se convierte en un Frente para aplastar a los mexicanos con sus maquinarias, son una especie de corte mercenaria al servicio de esos que se adueñaron del país.

Los mexicanos con todo y esa pobreza mantenemos, con vida de barones a los Salinas de Gortari, a los Zedillo, a los Fox, a los Calderón y a los Peña. Todos estos vividores son los que privatizaron, concesionaron y malversaron la riqueza nacional, se acabaron el país y están acabando hasta con el pueblo mexicano.

Esta situación es un diagnóstico ampliamente reconocido, los mexicanos lo vivimos en carne propia, la lucha contra la corrupción y sus injusticias nos han hecho decirlo más fuerte sin maíz no hay país, si dependemos de Estados Unidos hasta para comer no hay posibilidad de una vida democrática, de eso se trata este capítulo del programa democrático que abandera López Obrador y que nos une como pueblo, esa es nuestra esperanza, la esperanza de México.

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