En esta última semana de nuevas idas y venidas de políticos en busca de improbables investiduras, de cuchillos afilados en el parapeto de la incrédula lealtad orgánica, predicada en despachos vacíos de dignidad y crónicas de muertes anunciadas en los  tableros de la  política  del Art Deco de los emergentes lideres y lideresas, impulsadas pueblo  adocenado en la charanga, se cumplía el 77 aniversario de la muerte de un genio, de un humanista, de Antonio Machado. Y ésta efemérides que ha pasado desapercibida en el ensordecedor ruido de la realpolitik del momento, no hace por menos que hoy  al analizar el retrato de la España que muere y la que bosteza, de la España que vive y la que empieza, que diría el poeta sevillano, uno no pueda más que ver en el presente los mismo errores del pasado y en la España de hoy la de la Charanga y Pandereta, de cerrado y sacristía.

Y es que lo cierto y verdad es que hoy asistimos al dantesco espectáculo del baile del interés partidista frente la general, del posicionamiento partidista preelectoral frente a la resolución de los problemas reales de la gente,, de esa que conforma la mayoría de un país que cada mañana se levanta intentando lograr un salario digno para  hacer posible que las familias de este famélico país, hoy en derechos y libertades puedan vivir en la esperanza utópica que la nueva política será mejor que la anterior, que el rictus juvenil del liderazgo actual será señal de cambio y renovación, frente a las arrugas del bipartismo acusado de ineficaz en la crisis carnívora que ha devorado el corazón de la democracia  y ha servido para poner en la picota a los partidos gobernantes en este episodio dantesco de retrocesos anacrónicos en derechos fundamentales.

Pero lo cierto y verdad es que ni la coleta al viento, ni el atractivo visual ni el desnudo en carteles de simulada  transparencia, son los antídotos al cáncer de las democracias occidentales que hoy palidecen ante el poder del capitalismo desbocado. Ese que no encuentra rival político ni límites a su deseo de voracidad neoliberal, aún cuando en ese camino de destrucción masiva  vislumbre que esa línea sólo lleva a la propia autodestrucción de todo el sistema y por ende del propio capitalismo en si mismo entendido.

Hoy la construcción de un tiempo nuevo no se construye desde la confrontación sino desde los consensos, esos que deben trazar una línea para hacer frente a los desafíos y los retos de una sociedad del siglo XX que esta muriéndose para dejar paso a un nuevo modelo de relaciones políticas, económicas, sociales y globales en este nuevo siglo XXI. Es aquí ante este marco temporal y actual en donde se deben de tejer los nuevos espacios, reglas, instrumentos y elementos de convivencia política, social y económica que sean capaces de dar solución a los problemas de hoy con respuestas del presente y no instrumentos del siglo pasado, algo que además servirá de igual forma para dar respuesta a una ciudadanía que hoy vive su particular día de la marmota en la pesadilla de un fin de mes de imposible cobertura  entre el batiburrillo de letras, subidas de luz  y explotación laboral .

En definitiva, toca dejar ya atrás la España Cainita, la de la pandereta y el populismo político por montera en traje de faralaes  desterrando  esa España olvidadiza capaz de aupar a los altares a héroes de cartón y a las catacumbas, a los ejemplos de la dignidad real de la mejor España, esa cuna de humanistas, estadistas, poetas y personas de visión global que cambiaron el mundo.

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