Nadie que lo evalúe honestamente puede negar que Argentina se encuentra en emergencia, en muchos ámbitos y por múltiples factores, pero hay una de ellas que está por encima de todas y es la emergencia social.

Esta situación, que excede a un gobierno y pareciera volverse estructural, es clara si se observan los datos brindados por el Instituto de Estadísticas y Censos que marcan que la Canasta Básica de Alimentos se incrementó un 14% entre abril y octubre de este año. Hoy en día uno de cada tres habitantes en Argentina es pobre, y el 6,3 por ciento de la población es indigente.

Sin embargo hay muchos que parecen haber descubierto hoy esta realidad. Durante los últimos dos años del gobierno anterior no se difundieron estas cifras y según el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, desconocía ‘el número de pobres’ y consideró esa medición como ‘bastante estigmatizante’. Frente a esto, en lugar de hacer un mea culpa sobre su rol para llegar a esta situación, parte del Justicialismo marchó en favor de la declaración de la emergencia social. Los mismos que durante doce años no revirtieron la matriz de distribución del ingreso y mantuvieron planes sociales que lo único que hacía era servir de contención pero que, en ningún caso, sirvieron de políticas activas de modificación del entramado socioeconómico, emergen hoy promoviendo la emergencia social.

Cierto es que Argentina está en emergencia y esto lo asume el propio gobierno que, a diferencia de quien lo antecedió, optó por mostrar la realidad tal como es, así que el problema de fondo no es ese, eso es una foto estadística, el problema es mucho más grave.

El problema real es que la estadística que se expone es gente que no tiene dinero para comer, son familias que no cuentan con fondos para garantizar salud y educación a sus hijos, y esta situación no es novedosa… lamentablemente.

La clave está, entonces, en qué se hace para revertir esta realidad, porque si hubo algo que hemos aprendido durante los gobiernos justicialistas del siglo XXI es que esto no se consigue con grandes relatos, bonitos discursos o planes sociales que sólo funcionan como una suerte de respirador para mantener una realidad de manera ficticia. No, no es ese el camino, la senda que debemos andar es la del cambio de esa matriz de asistencialismo para modificar la vida de los sectores más golpeados por esta situación, y esto se consigue creando nuevas reglas del juego en las que el crecimiento del país se nutra del crecimiento de sus habitantes, fundamentalmente de los sectores más postergados.

El gobierno actual ató gran parte de este cambio de política a la apertura económica y la llegada de inversiones, y a poco de andar se dio cuenta que no bastaba con esa estrategia y debió desacelerar algunas de sus medidas porque las inversiones no llegaban y la situación socieconómica nacional se desmejoraba día a día y cada vez más y más sectores de la población empeoraban su realidad.

Es necesario, en consecuencia que el gobierno revea parte de su accionar porque lo anunciado no llega y la ciudadanía comienza a exigir soluciones concretas que reemplacen los anuncios y las propuestas, pero no menos necesario es que quienes hoy emergen pidiendo la emergencia guarden prudencia, porque muchos de ellos son responsables de la situación que hoy se vive.

Infelizmente para todos nosotros la emergencia no emerge hoy, hace ya bastante tiempo que estamos inmersos en ella aunque haya muchos que quiera tapar el sol con un dedo… o la pobreza con un plan.

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