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Que no hay que leer

Contra la Cultura (II)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Ya existen miles de glosadores de las virtudes de la lectura. Para mí el problema es otro. ¿Realmente la lectura te convierte en todo los que sus sacerdotes proclaman? Conozco a montones de personas que leen o que han estudiado carreras y sólo se diferencian de quienes no en el objeto de su estulticia, pero no son mejores, esto es: el egotismo ramplón, la incapacidad de abstracción, el fanatismo simbólico, la entronización de héroes como transposición de tus frustraciones, la falta de singularidad, criterio y decisión autónoma sólo cambian de disfraz pero son las mismas que cabrían esperar de alguien que no ha tenido la oportunidad de formarse.

Oportunidad… quiero dejar claro que no estoy proponiendo un racismo culturalista. Por el contrario, lo que denuncio es que ese racismo existe, esa separación desde el momento en que nos creemos mejores por tener acceso a la Cultura, cuando tan sólo es una oportunidad; ser una persona digna es posible con o sin lectura, y es más odioso ser un idiota cuando uno ha tenido la oportunidad de formarse y termina desaprovechando este lance favorable de Fortuna.

¿Para qué se escribe? es pregunta análoga a ¿para qué se lee? Líbrenme los dioses de dar lecciones, hay tantas respuestas como personas quieran responder a esto. Esa complejidad compone la Historia de cualquier Arte: entretener, construir la memoria, gustar, epatar, provocar, analizar, describir, reconstruir… ¿Verne o Stendhal? No tiene sentido la disyuntiva, aunque el debate daría para varios cafés interesantes. No existe la obra sin su intérprete, y la complejidad de éste determina el significado de aquélla; eso lo comprobamos cuando releemos en momentos distintos de nuestras vidas, ¿mejor la lección de juventud, madurez o vejez? Diferentes e inconmensurables, la distinta interpretación nos muestra la vida cambiante y su deriva impredecible, nada más hay salvo la muerte.

La Educación, abarcando la Enseñanza, debería generar personalidades capaces de encontrar en la lectura, en las Artes, las Humanidades o las Ciencias, el desarrollo de sus búsquedas; es decir, y ataco, ¿qué utilidad tiene un público-espejo que consume Literatura como cualquier otro objeto comprable? La Industria se ha dado cuenta de esto; hoy escribir es tener una determinada imagen, colocar un producto cíclicamente en la tienda y llegar a ser un referente de una sección del mercado que se siente congratulada consigo misma fotografiándose con un libro en la mano…

He dicho que hay tantas Literaturas como personas; en la mía de lector prescindo de quienes me muestran sus emociones y su vida sentimental, no me interesan sus miserias; prescindo del ingenio vacío, no pago a nadie por oírle sus supuestas genialidades y opiniones de referencia, el ingenio sin ideas es estupidez con un pasamontañas. Curiosamente éstas son las claves de toda la mercadotecnia literaria de los suplementos culturales y, si me apuran, de los programas literarios de muchas universidades; una foto y dos ingeniosidades bien promovidas, con una presencia constante y calculada te convierten en una estrella literaria y a partir de ahí a mantener el negocio, tu nombre se consagra y eres imprescindible en todo sarao.

¡Los Imprescindibles! ¿Cuál es la aportación de tu obra a la Humanidad? ¿Cuál es tu singularidad técnica? ¿Qué publicaste hace diez años? Usar y tirar. La crítica literaria o es escolástica amparada en el Principio de Autoridad (la sagrada cita) o se limita a usar adjetivos: “Magnífica novela, excelente poema, consolidada carrera, estupenda narración”… y prescinde de analizar o explicar los porqués, sabe que al público no le interesa y la propia crítica se construye a sí misma como parte del espectáculo, profesionalizando el vacío del intelectual, siendo parte del mismo negocio indecente de vender una mierda envuelta con una pulcritud que tan sólo es aparente. Así, si tienes habilidad, constituirás ¡más Imprescindibles!

Yo admiro las obras (y por extensión a sus fabricantes) que me hacen recrear en mi interior mis ideas propias y, por tanto, me marcan, me transforman, el ejercicio literario no se da sin la lectura pero ésta es un medio, no un fin en sí misma; si yo no busco, el libro no da. Lo de la miel para la boca del asno… o ese apotegma taoísta según el cual la sabiduría no es saber lo que el sabio, sino buscar lo mismo.

No existe la Literatura acumulada, cada lectora, cada nuevo lector que nace en este planeta recrea toda la Historia de la Humanidad en su propia vida; se escribe para compartir, no para enseñar… se lee para aprender, no para ver cómo vive un mito. Si escribes y pretendes enseñar eres un ególatra moralista, si lees para admirar no pasas de mitómana miserable.

Me gustaría dejar esto claro más allá de pompas solemnes de intelectual divinizado, la escritura ni pontifica ni expone verdades… pero debe enfrentarte a tu propio intelecto, si no, lo diré claro: prefiero follar a leer (casi siempre). El discurso que promueve la profesionalidad a cualquier precio, la comercialidad, la construcción del bien de consumo más o menos elitista (leer siempre es rasgo de distinción porque la mayoría no lee nada), a mí ni como lector ni como escritor me convencen, no es eso lo que yo llamo un buen libro, el ejercicio pop de alabar las virtudes del Grey ése o de desarrollar toda una hermenéutica en torno a Camela o esas series de adolescentes con actores viejos disfrazados de niñatos o el “sálvame” me hacen gracia y puedo llegar a entenderlo, incluso; curiosamente sus protagonistas no, y eso mosquea.

La erudición no da la sabiduría, decía Heráclito; ser un erudito a la violeta no es más que ropaje para marcar la clase, y lo peor es que hay quien se cree por ello moralmente superior. Un lector pasivo no es un lector; ¿preferible eso a dar palizas por la calle o a violar en grupo? Pues sí, pero no olvidemos que la dignidad de un ser humano es la singularidad de sus circunstancias, el drama y la comedia de la supervivencia en mitad de una hostilidad que nos derrumba permanentemente o nos llena de placer; la seguridad del borrego indistinto es la clave de arco del dominio de los totalitarios. Hoy se lee más que nunca en nuestra Historia, ¿es mejor la Humanidad? Igual, dirán, ¿para qué leer, pues?

Le lectura nos salva del exterminio unificador. La lectura es el medio para trascender nuestras miserias individuales. La lectura es el alimento de la actividad intelectual. La erudición son los ladrillos del edificio de nuestras ideas, acumular materiales es inútil para el fin de la construcción… a veces con poco se hace mucho. La lectura es el cáncer de la simplicidad. La lectura es el antídoto del adoctrinamiento. No hay escritura sin esa lectura crítica; lo otro es estrellato triunfante, el signo de nuestros tiempos. La Obra es una vida, no tu vida; poder usarla para ampliar experiencias es el regalo impagable que los grandes libros nos otorgan. No lea, viva; sólo así entenderá que se vive mejor leyendo.

 

 

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