Sin lugar a dudas una de las verdades irrefutables de nuestro tiempo es que vivimos tiempos de cambios, de atardeceres de sociedades que con alma del siglo XX hoy se encuentran inmersas en los retos y desafíos de un Siglo XXI cubierto por las oscuridades y las incertidumbres de profundos cambios que de manera imparable nos enfrentan a una nueva realidad global.

Un tiempo complejo de encrucijadas geopolíticas a las que el desgastado sistema de relaciones políticas, económicas y sociales que ha regido el mundo se enfrenta tal vez desprovisto así de las armas e instrumentos necesarios y adecuados para su propia supervivencia. Y es que nada niega hoy que todo esta cambiando, que las metodologías económicas, políticas o sociales palidecen ante la adaptación de un nuevo mundo en donde la conjunción de los acontecimientos parece depararnos un conflicto global en la lucha por un liderazgo mundial entre los nuevos actores públicos y privados que pujan de manera constante por asumir un espacio propio en un Siglo XXI que servirá a buen seguro al reposicionamiento del tablero mundial.

Nuestra generación asiste hoy así a un proceso de revolución y transformación del mundo, de preguntas e incertidumbres ante la nueva realidad que se configura en nuestro alrededor y que nos hace sucumbir ante las dudas de lo que esta por venir, de un futuro que ya es presente y ante el cual parece que tenemos pocas respuestas y muchas preguntas. Sentimientos estos que en absoluto son un patrimonio único de nuestro tiempo, sino que forman parte de la repetición de la historia cíclica que diría Marx, del subconsciente de una sociedad en espiral permanente en donde las generaciones que sirven de puente, de transición y cambio entre un modelo de mundo que palidece y otro que nace comparten realidades y sentimientos, oportunidades y crisis, desafíos y dudas, experiencias estas en definitiva que siempre han tenido quienes han convivido en un tiempo de revoluciones como el que hoy nos toca vivir.

Y es que cuatro han sido las revoluciones que han transmutado el mundo occidental en los últimos trescientos años, cuatro revoluciones que unidas al progreso han alternado la crisis, con la oportunidad y el conflicto humano como sí de una perfecta receta de nuestro ADN como especie se tratase. Así, a la primera revolución industrial en 1784 con la maquina de vapor como elemento transformador de la realidad económica rural le acontecieron hechos históricos reconfiguradores de la geopolítica y la socioeconómica mundial como fueron la independencia de los EEUU y la revolución francesa. Pero junto con la primera, la historia constante en el tiempo repitió los mismos componentes en la segunda, esa que en 1870 creó la industria de masas y la lucha por los recursos como constante en los nuevos modelos de competencia que llevarían de manera inexorable años después a la primera guerra mundial, el crack del 29 y el ascenso a partir de la misma de los movimientos nacionalistas, fascistas y totalitarios en el mundo. De nuevo, la cíclica historia repetía su eje permanente temporal para ofrecer cambios profundos en las realidades de las generaciones que entonces vivieron los mismos. Y junto a la primera y la segunda revolución y como antesala a la cuarta que hoy vivimos, la tercera, esa que en un mundo en guerra fría hizo que a partir de 1969 la electrónica y la automatización fueran las panaceas de un mundo que sufrió de nuevo el conflicto y la transmutación de sus realidades. Todo ello para llegar a hoy, a nuestro presente, ese en el que la cuarta revolución industrial es ya una realidad que configura el nacimiento de un nuevo modelo de relaciones económicas y del mercado de trabajo vinculando estas a esos nuevos nichos de negocio de la economía verde, la robótica, la digitalización y el big data campos que unidos a una transformación de una sociedad envejecida se enfrentan al reto del cambio climático hacen que también el ámbito asistencial, la bioconstrucción o las energías renovables muestren un espectro de gran impacto en lo que a la configuración de los nuevos motores económicos de este tiempo.

Pero junto a esta cara la cruz, la de un cambio climático que hará cada vez que la lucha por los recursos sea más encarnizada entre países o aliados de uno y de otro lugar del mundo, una cruz en donde la crisis económica propia de un mundo en cambio hará palidecer el populismo y donde la incógnita de cómo afrontar la reposición de aquella mano de obra que vinculada a las industrias de la manufactura y los transportes públicos entre otros será de manera imparable sustituidas por el robot, por el autómata que ya fuera del celuloide convivirá con la cotidianidad del día a día en esa verdad absoluta que señala que lo que la persona es capaz de imaginar es al mismo tiempo capaz de crear que diría el genial artista Miguel Ángel. Estará por ver si el ser humano, será capaz de buscar la cooperación para superar estos retos y construir un mundo pleno o en cambio como ha hecho a lo largo de la historia de la humanidad hará valer el ADN del conflicto como medio de resolución de la lucha por el poder y por los recursos de un nuevo mundo en donde la oscuridad o la luz sólo dependerá de lo que entre todos seamos capaces de construir.

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