Los atentados terroristas de naturaleza yihadista suelen movilizar a la ciudadanía para demostrar la fuerza de los pueblos frente a la barbarie radical de quienes entienden el Islam como una metodología del odio y de la represión. Sin embargo, también tienen la “virtud” de movilizar a los sectores ultraconservadores que utilizan la barbarie de unos asesinos para defender sus tesis racistas y xenófobas culpando de las muertes a quienes están a favor de la integración y el respeto al diferente. No culpan a los terroristas, culpan al que no piensa como ellos y que, por ventura, son más.

En España tenemos una caverna mediática alimentada por la derecha conservadora más reaccionaria política y religiosamente, además de por organizaciones que basan su credo en el odio al diferente, que han aprovechado los atentados de Barcelona y Cambrils para volver a lanzar mensajes de odio hacia los musulmanes, hacia Catalunya e, incluso, hacia el propio sistema democrático (algo que es muy habitual, por cierto). Por otro lado, este tipo de medios, periodistas, pseudo periodistas, comentaristas, nostálgicos y representantes de la “razón absoluta” que creen tener los ultraderechistas hispánicos, suele aprovechar el fenómeno del terrorismo para reivindicar una militarización de nuestro Estado de Derecho o, directamente, la eliminación del mismo.

Los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils les ha dado el pie perfecto para, en primer lugar, atacar a los inmigrantes musulmanes y, en segundo lugar, para, ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, lanzar una ofensiva contra Catalunya. Lo más bochornoso ha sido el primero.

Representantes de la defensa de los valores patrios han incendiado los foros mediáticos con mensajes culpando a todo el mundo musulmán de lo ocurrido en Barcelona, recordando la Reconquista (hecho que indica la intención nada velada de expulsar a todos los que profesen la religión islámica de nuestro país, cosa que es un claro ejemplo de espíritu democrático, valga el sarcasmo) demostrando una ignorancia sobre la realidad histórica de España dado que nadie expulsó a nadie sino que aún viven millones de andalusíes. Esto no puede aceptarse desde un punto de vista periodístico. Cada cual tiene su opinión y es respetable hasta que se llega al punto en que se atacan los derechos de cientos de miles de ciudadanos que nada han tenido, tienen o tendrán que ver con los comportamientos asesinos de una minoría. Además, estos comentarios lanzados desde redes sociales o desde los medios de propaganda de la caverna mediática, incitan al odio y eso ya es delito. No hay ninguna diferencia entre lo afirmado por los miembros eméritos de la caverna y los gritos de los falangistas y neonazis que se manifestaron el viernes en Barcelona y que fueron expulsados por un vecindario responsable y respetuoso con los valores de la democracia.

Tampoco es periodismo, sino otra cosa muy diferente, la publicación de fotografías mostrando carne, mostrando el sufrimiento de las víctimas. Los reporteros de guerra hacen su trabajo en zonas donde ven y fotografían escenas terribles que ni siquiera hacen públicas porque mostrar eso es inhumano, además de que no aporta nada a la información. ¿Qué aporta una foto en un tuit donde se ve el dolor de alguien que acaba de ser atropellado por la furgoneta conducida por el terrorista de Las Ramblas? Nada. Sólo buscar el morbo patológico. Un fotógrafo de guerra podría sacar cabezas reventadas por las balas huecas, un soldado desangrándose. Sin embargo, lo habitual es que no lo hagan porque hay otras muchas formas de mostrar el horror que están contemplando y, sobre todo, que aportan información, no morbo. El periodista que publica, ya sea en un medio o en una red social, este tipo de documentos gráficos está demostrando tener muy poca altura moral y escasa sensibilidad porque está haciendo apología del comportamiento inhumano de quien realiza fotografías en vez socorrer a quien está herido o acompañar a quien está muriéndose para tener unos últimos segundos de vida acompañado y con palabras de consuelo.

Todos los españoles demócratas y de bien están de acuerdo en reprobar y rechazar comportamientos fascistas como los que encabeza la organización “Hogar Social” al repartir alimentos sólo para españoles. Sin embargo, varios medios de comunicación de la caverna han aprovechado también para lanzar soflamas contra los inmigrantes en general, y contra los musulmanes en particular, por el hecho de que alguno de los sospechosos de haber cometido los atentados que aún no han sido detenidos o de los abatidos en Cambrils estuviera recibiendo subvenciones o subsidios públicos. Es muy miserable relacionar que el Estado dé subsidios a los ciudadanos de bien que vinieron a nuestro país a trabajar en los puestos que durante la bonanza económica los españoles no querían aceptar o a cubrir la carencia de trabajadores de la construcción con que el buenismo de los “progres” o del sistema democrático están financiando a cédulas terroristas o que, directamente, esos fondos públicos sólo hay que repartirlos entre los nacidos aquí y con certificado de limpieza de sangre de la patria. Esas cosas se han dicho en los medios de comunicación de la España democrática y ningún fiscal o ningún juez ha mandado a detener a estas personas por incitar al odio, lo cual es un delito recogido en nuestro Código Penal.

En pocos casos hemos visto a comentaristas, tertulianos o analistas hablar de cómo los atentados contra Barcelona y Cambrils no fueron ataques contra España. El yihadismo internacional lo que busca es atacar a sus enemigos, al mundo occidental, a las grandes potencias que, por otro lado, realizan negocios con los regímenes dictatoriales del Golfo Pérsico o de la Península Arábiga que financian a estos grupos de radicales. España atacada, España objetivo del terrorismo internacional, fueron algunos de los comentarios que se escucharon en la tarde-noche del jueves. España ha sido atacada, es cierto, pero el atentado no iba dirigido contra nuestro país sino contra el concepto geopolítico occidental que es el realmente enemigo del Estado Islámico o del integrismo. Cada ataque, se dé donde se dé, es un ataque contra el mundo democrático en general porque los que mueren son ciudadanos de todas las nacionalidades. En Barcelona han muerto italianos, belgas, alemanes, españoles, y hay heridos de más de 30 nacionalidades, muchas de ellas musulmanas, por cierto. Afirmar que el ataque iba dirigido contra España demuestra que la ignorancia interesada en este país se paga, y bastante bien.

Por otro lado, ningún medio ha hecho referencia a las consecuencias de este ataque terrorista. Cuando se produce un atentado de estas características, se suele recurrir a la grandilocuencia de los mensajes patrióticos. Que haya sido Barcelona, que haya ido Catalunya el lugar donde los terroristas islamistas han perpetrado su matanza va a tener consecuencias en la política española porque los mensajes de unidad que se han lanzado, a pesar de ser claramente impostados, benefician claramente al Gobierno Central frente al secesionismo. Es la primera vez hace años que Barcelona y Cataluña se han encontrado directamente y físicamente bajo el control y ordenes directos de Madrid y de la Guardia Civil. A todo esto, se suma la incertidumbre que se ha generado entre la ciudadanía respecto a si una Catalunya independiente podrá frenar la amenaza terrorista. Por otro lado, la caverna también aprovechó estos días para lanzar mensajes contra el secesionismo catalán relacionando el atentado con el apoyo que en su momento recibió de organizaciones musulmanas minoritarias.

Otro aspecto importante referente a los medios de comunicación es el tratamiento que se le ha dado a la noticia desde el minuto 1. La confusión de los primeros momentos puede provocar que se produzcan errores informativos como, por ejemplo, cuando en jueves por la tarde se informara que los terroristas se habían atrincherado en un restaurante turco con armas largas y que se estaban produciendo tiroteos en el centro de Barcelona. Esto es entendible puesto que, incluso, las fuentes que tienen los medios en los cuerpos de seguridad o en las instituciones públicas también están inmersos en la confusión. Lo que ya no es tan entendible es cómo se ha dado información a la ciudadanía sobre detenciones de sospechosos, sobre si ese sospechoso fue abatido en Cambrils para horas más tarde tener que desmentirlo porque una fuente oficial comunica lo contrario a lo publicado. El ejemplo de cómo muchos medios van a por el titular fácil y sensacionalista lo tuvimos el mismo jueves por la noche cuando el Major de los Mossos d’Esquadra informó a las 23 horas de la conexión entre el atentado de Barcelona y la explosión que se había producido en la localidad tarraconense de Arcanar la noche anterior. Los medios, tanto escritos como audiovisuales, llevaban desde las 6 de la tarde informando, opinando y analizando sobre los lobos solitarios, sobre el yihadismo, sobre las raíces del yihadismo en Europa, sobre el papel de las fuerzas de seguridad, etc. Ninguno relacionó la explosión de Arcanar con el atentado, sobre todo, teniendo en cuenta que dicha deflagración había sido tan fuerte que había dejado la casa como si hubiera recibido bombas de racimo.

Estas improvisaciones, este adelantarse a los acontecimientos, para luego tener que rectificar, cosa que genera confusión en una sociedad ávida de información sobre todo cuando se produce una tragedia como la de estos días pasados, tiene una razón, una causa fundamental que va más allá de la indudable profesionalidad de los periodistas: la presión que se ejerce en este país sobre los medios de comunicación por parte de las dictaduras privadas. Actualmente la eficacia de un medio de comunicación, sea audiovisual, escrito o digital, se mide en base a los datos de audiencia que genere. Dar un titular rápido y contundente, independientemente de la certeza de lo afirmado, que rápidamente sea compartido en redes sociales y que genere cientos de miles de pinchazos es el mejor modo para conseguir unas migajas de financiación por las que poder mantenerse un mes más sin problemas económicos. Esta es la acción de las dictaduras privadas que tienen fórmulas perversas para mantener al cuarto poder a raya. Fórmulas que vienen desde la interpretación de las audiencias en base a unas normas que penalizan y que no muestran la realidad del medio hasta la retirada de campañas si el medio en cuestión no cumple con deber de ser independiente y libre. Es el modo en que las dictaduras privadas corrompen al cuarto poder, la manera en que compran un silencio cómplice para ocultar todas las barrabasadas que perpetran en contra del pueblo, el modo en que amordazan sibilinamente la libertad ponderada en cualquier democracia que se precie de llamarse así.

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