Recuerdo nítidamente cómo se escuchaban los ensayos de la banda de música de mi pueblo desde el patio de la casa familiar. Allí me sentaba junto a mi abuelo, con quien dicen que guardo un asombroso parecido, yo atenta a los acordes de fondo y él buscando una ráfaga de aire más que poco probable en un duro verano entre olivos jienenses. Sentada junto al poyete del botijo de barro, le describía la pieza que la banda interpretaba en cada momento, tratando de invadir de música su flagrante sordera y construyendo a la par multitud de recuerdos asociados a esas notas que siguen emocionándome veinte años más tarde.

España cuenta en la actualidad con una gran multitud de bandas de música, encabezando el ranking la Comunidad Valenciana, principal representante de la tradición bandística, con una media superior a las 3 formaciones de este tipo por población. Teniendo en cuenta la función que cumple la sociedad y sus agentes dinamizadores en la construcción de los procesos culturales, es claro ver que la constitución de una banda de música se ha convertido en un proyecto viable para multitud de municipios, más aún si se cuenta con un número de habitantes interesante, una actividad cultural rica y permanente, una escuela de música, el empuje de ciudadanos o el apoyo de las instituciones, como variables que refuerzan la propuesta.

Una banda de música no solo supone la existencia de una agrupación más, también simboliza una de las vías más importantes de identificación de las expresiones culturales de la ciudad, que impulsa la participación comunitaria y que posibilita el encontrar opciones de vida y ocio para adultos, jóvenes y niños. Las bandas representan un proyecto artístico y educativo que ofrece oportunidades de formación, creación e interpretación musical a las nuevas generaciones, así como un marco común donde expresarse para aquellos aficionados más veteranos. Alrededor de ellas se congregan los habitantes de las localidades y las familias de cada uno de sus integrantes, posibilitando el fortalecimiento del tejido social.

La nueva formación de cualquier grupo de músicos requiere de un trabajo continuado durante años, siendo deseable que se muestren los resultados de forma permanente como aliciente para los intérpretes, que ven recompensado su esfuerzo de los ensayos, y como manera de enseñar su música y evolución a los vecinos. Con este objetivo pueden organizarse actuaciones periódicas en el marco de los diversos actos públicos, civiles y religiosos, así como conciertos y eventos culturales puntuales, permitiendo que la comunidad pueda constatar los resultados alcanzados y validar la existencia del trabajo musical de la banda. Además, con el avance del grupo y a través de encuentros entre localidades, cursos, festivales culturales o cualquier opción de interacción con otras bandas y grupos musicales, se abre la posibilidad a sus integrantes de confrontar el estado actual de su camino musical, promoviéndose un enriquecimiento y un desarrollo recíproco mediante espacios de intercambio y aprendizaje mutuo.

El proyecto de creación de una banda puede reunir a todos aquellos músicos que, dentro de una agrupación ya existente o de manera individual, tocan algún instrumento de viento o percusión, así como de cuerda (el violoncello o el contrabajo) si se trata de una banda sinfónica. Ser parte de la agrupación no solo implica el orgullo de representar al municipio, sino que imprime un sello característico y único entre sus participantes al interior de la comunidad. Los músicos componentes de la banda deberán mantener un compromiso y seriedad con la misma, asistiendo regular y puntualmente a los ensayos y conciertos y siendo misión del director fomentar un asociacionismo bien entendido para conseguir que, tantas personas distintas, cada una educada según sus parámetros y su manera de proceder, se unan en una idea común y se sientan parte de un único grupo, la banda de música, bajo su batuta e indicaciones.

Las bandas imprimen identidad sonora a plazas, avenidas y travesías como agrupación musical insignia de cada ciudad o pueblo a través de sus pasacalles, marchas, pasodobles y del eco de sus ensayos, mientras representan una opción fácil y muy recomendable para multitud de personas con inquietudes musicales que quieran iniciarse o perfeccionar la práctica de un instrumento. Tocar el saxo, la flauta travesera o la trompeta en uno de estos grupos supone fomentar la cultura musical y educar a la comunidad en la apreciación de la dimensión artística entretanto se comparte, vive y disfruta con personas que poseen la misma pasión. Hacer música con otros produce sensaciones difícilmente descriptibles en palabras que alimentan el espíritu, bañan de sonido los recuerdos y proporcionan experiencias vitales de las que dejan huella.

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