La primera semana del juicio de las tarjetas black de Cajamadrid ha pasado con más pena que gloria. El principal acusado, el ex presidente de la Entidad, Miguel Blesa, ha salido prácticamente indemne. Sorprende la actitud del fiscal, Alejandro Luzón. Escasamente agresivo, parece tener la cabeza en otro sitio. Tal vez en la secretaría técnica de la Fiscalía General del Estado, su actual destino. Ya se le notó “bajo de tono” en el juicio de Afinsa. Curiosa la actitud de uno de los mejores fiscales con que cuenta el país.

Como todas las vistas orales, la que reúne en la macro sala de sesiones de la Audiencia Nacional en la localidad madrileña de San Fernando de Henares a 65 ex directivos de Cajamadrid dedicó gran parte de la semana a estudiar las cuestiones previas presentadas por las partes. El tribunal las ha rechazado. De todas maneras, ahí quedan para posteriores recursos. La estrategia está clara: con pedir la nulidad por “obtener pruebas conculcando derechos fundamentales entre ellos el de la intimidad de las personas”, se deja la puerta abierta a los letrados que representan los intereses de los acusados a llegar, si hace falta, al Constitucional. Es la línea de defensa que en su día siguieron Alberto Alcocer y Alberto Cortina en el Caso Urbanor. Y ya sabemos el resultado. De momento no han entrado en prisión y ya es casi seguro que no lo van a hacer.

A falta de intensidad por parte del Fiscal, el interrogatorio de Miguel Blesa apenas aportó novedades. Dice el ex presidente de Cajamadrid que los reguladores y auditores “conocían la existencia de estas tarjetas”. Y, claro está: el que calla otorga. Blesa apunta a que desconocía que no se estaba aplicando fiscalidad alguna sobre este tipo de “retribución” a pesar de que había recibido correos por parte de los responsables intermedios de la entidad advirtiéndole de tal circunstancia. “Es que yo recibía al menos cien correos diarios y no los leía todos”. Fuentes judiciales muestran su sorpresa por tal argumento. Normalmente en este tipo de organizaciones existen gabinetes encargados de analizar la correspondencia que se recibe en Presidencia. Así pues, Blesa cae por su propio peso por mucho que se justifique con la frase “uno no tiene el don de la ubicuidad”.

Y poco más dio de sí la primera semana. Este martes se reanuda el juicio que preside la veterana magistrada Ángela Murillo con las preguntas que harán a Blesa las acusaciones particulares. Habrá que estar muy pendientes de lo que digan los abogados de Bankia y del Frob.

Y después le tocará el turno a Rodrigo Rato. Otro de los “pesos pesados” que se sienta en el banquillo. Un banquillo que cuenta con personajes de todo tipo cuyas manifestaciones se antojan sabrosas. Vaya como anécdota que uno de los periodistas que cubren este juicio dice que “tiene más morbo que el del Caso Noos”. No es de extrañar. En Palma de Mallorca se sentó una infanta. Aquí, un vicepresidente del Gobierno, ex ministros, ex diputados, un jefe de la Casa Real y, lo más contradictorio, representantes de la izquierda política y sindical.

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