La heroína, el caballo, se convirtió en un problema de salud pública durante los años ochenta del siglo pasado. Casualmente, fue en los barrios más humildes donde el impacto fue mayor. En la actualidad, en el siglo XXI, estamos viviendo algo similar, pero en silencio porque no hay muestras físicas de sus consecuencias. Nos referimos al juego.

Tradicionalmente la ludopatía venía provocada por los casinos, las cartas, las carreras o las máquinas tragaperras. Sin embargo, la liberalización del sector iniciada por distintas Comunidades Autónomas a partir de 2.005 ha hecho proliferar los locales de apuestas. Lo mismo podemos decir de cómo las casas de juegos online ponen la posibilidad de apostar desde cualquier lugar. Sólo hace falta disponer de una conexión Wi-fi, de una tarjeta bancaria y de un smartphone para poder realizar las puestas. Esta facilidad hace prácticamente incontrolable el acceso, a cualquier hora, a cualquier día.

La publicidad agresiva hace que parezca fácil acceder a las ganancias. Bonos de bienvenida, caras conocidas de actores, presentadores, periodistas o futbolistas, son algunos de los reclamos para empezar a jugar.

Las estrategias de marketing de las empresas de juego se vuelven cada vez más provocadoras y el señuelo de ganancias por poco dinero lo hacen demasiado provocativo como para que haya mucha gente que pretenda obtener pingües beneficios por muy poca inversión.

La ubicación de los locales nos da una muestra de cómo los especialistas de estas empresas buscan al cliente objetivo: clase media/baja con pocos ingresos. No buscan a la gente adinerada que no suele caer en las redes de la ludopatía. Su objetivo son los pobres porque tienen más necesidades económicas y el mensaje de la facilidad de obtener beneficios es demasiado irresistible. Podemos ver en barrios obreros, como en Vallecas, calles de apenas 200 metros de longitud que tienen abiertos cuatro locales de apuestas deportivas.

El otro sector proclive a caer en las redes de la ludopatía son los jóvenes e, incluso, los niños, que disponen de muy poca capacidad adquisitiva. Las casas de juego se están colocando cerca de colegios e institutos para que los menores se inicien con apuestas pequeñas con el objetivo de engancharles. No es necesario siquiera que pasen por ventanilla, ya tienen colocadas máquinas en las que no hay ningún control para que un chaval de 15 años, por ejemplo, entre y apueste al resultado de un partido de Champions League o juegue una mano de Black Jack.

Son muchas las iniciativas políticas las que se están poniendo encima de la mesa tanto a nivel estatal como autonómico o local para frenar esta adicción. Ya indicamos cómo Unidos Podemos había presentado un proyecto de ley para prohibir la publicidad del juego como ya se hizo con el tabaco o el alcohol. Ciudadanos inició hace unos meses una campaña a nivel local y en las Comunidades Autónomas donde tienen representación para que se prohíba la ubicación de locales de juego cerca de colegios e institutos. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, el gobierno del Partido Popular pretende evitar el acceso a los menores, pero eso es poner puertas al campo puesto que el juego online siempre lo tendrán a mano.

Los menores son un problema en este asunto, eso es obvio, pero también los mayores. En diferentes asociaciones de lucha contra el juego se ha quintuplicado el número de socios en apenas dos años, un incremento similar al de las casas de juego que en algunas ciudades ha aumentado en más de un 300% en el último lustro.

Las empresas de juego están haciendo un lobby muy fuerte para evitar las restricciones. Sin embargo, no se puede anteponer el beneficio económico al derecho a la salud.

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