En Diario16 ya hemos expuesto suficientes situaciones de las víctimas del IRPH como para que nuestros lectores conozcan las consecuencias de esta cláusula abusiva de la banca que está afectando a más de 1,3 millones de personas y que, como ha ocurrido en otros casos, ha tenido la connivencia o la complicidad por parte de la Justicia a la hora de no aplicar sentencias favorables a los afectados y que, por ende, favorecían a las entidades financieras. Sin embargo, las tragedias humanas que está generando el IRPH no pueden pagarse con elementos materiales. Son demasiados años los que esos seres humanos, esas familias, viven con la angustia de que les expulsen de sus hogares porque su cuota mensual sube por encima de las hipotecas referenciadas con Euribor una media de 300 euros.

Una de estas víctimas nos cuenta en pocas palabras que el IRPH está le está obligando a renunciar a elementos básicos para la vida de cualquier persona: «Para mí el IRPH me supone trabajar 14 horas al día con dos empleos y no poder ver a mi hijo el pequeño nada más que cuando llego a casa por la noche cuando ya está dormido, además de no poder siquiera ir al colegio a buscarlo. Sólo puedo disfrutar de él los fines de semana».

Otro aspecto que nos inciden las víctimas del IRPH es en las formas que se utilizaron para que contrataran hipotecas con este índice. Son muchos los que accedieron a este tipo de préstamos a través de una empresa propiedad del Grupo Santander, aunque la entidad presidida por Ana Patricia Botín no quiera asumir la responsabilidad de lo que la Unión de Créditos Inmobiliarios (UCI) provocó.

«El 31 de octubre del 2005 empezó nuestro calvario. Tuvimos la obligación de comprarnos una vivienda, ya que los padres de mi pareja se trasladaron a Ciudad Real y nosotros trabajábamos en Madrid. En septiembre de ese mismo año fuimos a una inmobiliaria en Fuenlabrada. La comercial nos enseñó varias viviendas pero las que nos gustaban no daban la tasación, según ella, por lo que tuvimos que irnos a viviendas con más metros. Nos llevó a Recas (Toledo) y compramos una vivienda de 120 m2 por 188.000 euros en dos préstamos hipotecarios, uno 146.600 euros y otro 41.400. La constructora nos ofreció subrogarnos a su hipoteca, pero según la comercial de la inmobiliaria, la nuestra ya estaba aprobada. El día de la firma nos inundaron a papeles sin explicarnos nada. Jóvenes e inocentes los firmamos y la comercial nos aseguró que era una buena hipoteca. Cuando fuimos al Banco Santander a reclamar las palabras del director fueron: “nosotros NO somos UCI”».

«El IRPH te supone que el día 5 ya sea fin de mes»

«A los que me engañaron con el IRPH sabiendo que era mi ruina jamás les perdonaré»

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