Tal día como hoy estaba apoyado en una de las columnas de la terraza del palacete que poseía la editorial Planeta con motivo de la fiesta que so pretexto de la Feria del Libro organiza cada año mi gran predilecta en el mundo literario: Ana Gavín. Me hallaba flanqueado por Javier Vázquez y Ramón Pernas, los tres con una copa en la mano. Y entonces hablaron ellos, sobre mí, sobrevolándome, como dos vientos feéricos y calmos; uno dijo algo y el otro respondió, y lo hicieron en gallego, o quizá solamente con acento gallego, no puedo precisarlo. Y entonces sucedió algo mágico y extraño: viajé entre la música de sus palabras a Galicia, a mis veranos de niño y adolescente, a largos paseos por La Coruña y Santiago. Desde ese momento ambos se quedaron en mi corazón y nunca lo han abandonado.

Tal día como hoy me encontré a Ramón Pernas en la puerta del Corte Inglés del Bercial, buscando un taxi cuando todos los taxis del mundo se habían evaporado y decidí llevarlo hasta su despacho en la calle Hermosilla a bordo de mi coche-lobo. Y fue la primera vez que largo y con sinceridad absoluta ambos hablamos.

Tal día como hoy leí su novela En la luz inmóvil, y no sólo disfruté con la lectura, sino que además nunca la he olvidado. (Recuerdo al Mudo de vez en cuando, en los momentos más inesperados).

Tal día como hoy Ramón ganó el premio Azorín y yo me alegré tanto como si me lo hubieran dado a mí. Y fui feliz con sus elefantes y sus indómitos protagonistas despiadadamente jubilados: Hotel Paradiso.

Tal día como hoy me convocaron a la presentación de su obra más joven en el tiempo: El libro de Jonas, y mientras escuchaba hablar a los profesionales se me ocurrió el título que he utilizado para encabezar este artículo: intimismo mágico.

Tal día como hoy decidí que no volvería a leer como un profesional: rápido, analizando y en mucha mayor medida de lo verdaderamente deseado. Ya no leo ni los libros de los amigos ni las novedades del mercado: hubo una temporada que leí -profesionalmente- los setenta y seis libros que publicó Anagrama durante ese año. Pero ya no.

Tal día como hoy Ramón Pernas habló con Laura, la jefe de prensa de la editorial Espasa, para que me hiciera llegar su libro y luego me llamó para decirme que no quería nada, no esperaba nada, ni críticas ni comentarios en el periódico; tan sólo que lo disfrutase.

Tal día como hoy comencé a leer el libro, y la lectura me ha durado todo el tiempo necesario, pues lo he hecho a mi ritmo, despacio, tomando las notas que me gusta escribir en las páginas de cortesía, cogiéndolo y dejándolo.

Tal día como hoy terminé de leer el libro, varios meses habían pasado, y lo dejé sobre la maravillosa mesa del despacho que me regaló mi padre, para seguir mirando su portada, hasta que hoy, exactamente hoy, mirando el nombre de Ramón escrito en letras rojas y el título en blanco, he encendido la grabadora y he comenzado a dictar -tampoco escribo con el ordenador, pero ese es otro canto- y mientras lo hago regreso a Vilaponte, porque no voy a olvidarlo nunca, ya que lo he leído casi morosamente de lo tan despacio. Recuerdo a Justo Pastor y su ojo de cuento de Castelao. Sonrió al pensar en los metales nobles y seminobles que sostienen los nombres de las mujeres que bailan en torno al narrador que no necesita nombre alguno y ni siquiera ser nombrado. Siento la humedad y los libros y el mar, y el paso del tiempo. El intimismo mágico. Como Pernas unce y une -magistralmente queridos hermanos- la niñez con la vejez, y lo hace cosiéndolas con el respeto que ambas etapas de la vida sienten hacia el inevitable diablo.

Tal día como hoy comeré con Ramón Pernas, y será para mí un placer invitarlo, y volveré a disfrutar de su conversación sin mentiras, pues es de los pocos que comprende y sabe explicar y filosofar sobre el proceso literario. Y será una comida en ningún sitio y en todos los sitios del mundo a un tiempo, pues en eso consiste la alquimia que logra con su intimismo mágico.

 

(dictado por Javier Puebla y mecanografiado por Walter Flores Delmal)

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