El Instituto Nacional Electoral dio a conocer lo que ya se veía venir desde hace algunos meses, Andrés Manuel López Obrador fue elegido por una mayoría avasallante de mexicanos. El resto de los contendientes, e incluso el presidente Peña Nieto, no tardaron en reconocer públicamente su triunfo deseándole lo mejor, con discursos políticamente correctos. Pero ¿cómo fueron los primeros discursos públicos de Andrés Manuel después de conocer los resultados preliminares?.

Se reunió primero con el pueblo en el zócalo capitalino, dando un discurso con tintes diferentes a los manejados durante su campaña, ya no denunció los errores del actual gobierno, ni tampoco propuso como medicina universal acabar con “la mafia del poder”; esta vez habló con un lenguaje incluyente, llamando a los ciudadanos amigos y amigas, mencionando la diversidad de credos religiosos, se mostró agradecido, apeló a una revolución de las consciencias, y llamó a sus votantes “libre pensadores”. Habló de una transición pacífica, ordenada y sin crisis de ningún tipo, anunciando su equipo de trabajo que por primera vez en la historia de México será paritario. En ese primer discurso, hizo énfasis en visibilizar y apoyar a las minorías, sobre todo a los pobres, adultos mayores, discapacitados y jóvenes, para que nadie tenga que irse de México por necesidad, sino por decisión; anunció su gira por todo el país como presidente electo, y dijo que el gobierno es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; finalmente señaló 3 principios rectores en su actuar: no mentir, no robar, y no traicionar al pueblo.

Después de ese discurso con abierto enfoque populista, se dirigió hacia el hotel Hilton en la Av. Reforma, donde había una sala de prensa esperando ansiosamente su llegada, su segundo discurso no varió sustancialmente del anterior, aunque esta vez advertí un comportamiento más mesurado, menos gesticulado, más pausado, no improvisado, hizo énfasis en el sector empresarial, dijo haber recibido llamadas de mandatarios de otros países y se manifestó abierto a las relaciones diplomáticas, al comercio internacional y a la estabilidad de las inversiones. Aquí fue donde me cuestioné seriamente sobre el pánico social propagado durante su campaña, en especial el relativo a establecer comparaciones entre Andrés Manuel y otros izquierdistas latinoamericanos como Perón, Chávez, Castro o da Silva, infundiendo temor sobre la estabilidad del país, algunos incluso amenazando con que nos convertiríamos en otra Venezuela; incluso vi un documental sobre populismo en América Latina, donde hablaban de patrones de comportamiento que se repiten entre esos líderes políticos, que fundamentalmente tratan de dividir al pueblo, haciendo notoria una lucha de clases entre opresores y oprimidos, ricos y pobres. Pero eso no fue lo que escuché en estos dos discursos, muchos dirán que entre el “decir” y el “hacer” existe un abismo, y es verdad; no obstante, no dejo de cuestionarme sobre la efectividad de su campaña y su versatilidad política, y creo que conformes o no, un hombre que encabeza un partido político reciente (distinto al PRI y al PAN), tomará por primera vez las riendas de este país con un discurso liberador, con palabras que ablandan el corazón de aquellos que por mucho tiempo se han sentido ignorados y pisoteados, como los pueblos indígenas; pero al mismo tiempo su discurso trata de brindar certeza a los empresarios, y al funcionamiento del libre mercado nacional e internacional. Andrés Manuel se dirige a los pobres, jubilados y oprimidos; pero al mismo tiempo le habla a las Naciones Unidas, al sector empresarial, a los presidentes de otros países, y a los medios de comunicación.

Entonces vuelvo a preguntarme ¿México está a punto de convertirse en un país populista? Yo creo que no, una vez más la prensa, las encuestas, la televisión y las redes sociales, han sido protagonistas de la manipulación mediática que navegó entre izquierdas y derechas, pero finalmente el ejercicio democrático decidió el rumbo que tomaría el timón, y el capitán de ese barco utilizó hoy discursos iguales, pero diferentes, que serán criticados y elogiados, pero que a fin de cuentas formarán parte de la historia de una nación sangrante que grita pidiendo igualdad y justicia; por eso no debemos olvidar que hoy más que nunca, no podemos fallarnos.

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