A principios de los 80, un grupo de universitarios pertenecientes al pijerío del cinturón verde de Londres cuyo interés común eran los Sex Pistols y un irónico rechazo al Capitalismo atroz de su época (gracias al cual, por otra parte, vivían a todo tren), levantaron de las cenizas del punk un movimiento nuevo: “el Indie Rock”. Los sintetizadores del post-punk habían, según ellos, nublado la mente de las masas y era necesaria una reacción. Johnny Rotten, el antaño enfurecido líder de los Sex Pistols, ahora cantaba melosas piezas pseudo-techno-pop en Public Image Ltd, y los Buzzcocks, sus teóricos sucesores, parecían los Beatles con 30 rpms más… Hasta aquí!!! Lo bueno de ser de clase media-alta, es que para cumplir uno de los preceptos básicos del punk, ser “independiente”, lo tenían aún más fácil que sus predecesores; de hecho convirtieron este dogma en la excusa perfecta para no tener que pasar los filtros de las discográficas (que de otra forma no pasarían ni de coña…): se harían las suyas propias, y producirían la música que les diera la gana sin intromisiones… que paga papá.

“Oye Pete, y si en vez de salir el finde que viene, nos grabamos un disco, lo producimos… es que ahorramos dinero!!! Además, así invitamos a las chicas del club Alpha-Gamma de Veterinaria y… quién sabe…? ”

“Por qué no!!!???”

Ritmo de batería sencillo (punkie… como el de sus adorados Sex Pistols), un bajista no muy torpe, dos o tres guitarras para disimular la falta de talento de cada una por separado (lo cual le daba, de propina, un toque jangle pop bastante pegadizo), un cantante con voz lo más acaramelada posible para intentar nivelar este despropósito, la pasta… y listo, ya tenían su disco. Pero… si son tantos en el grupo, al repartir el dinero de los conciertos…? No pasa nada, que paga papá. A mayores, las radios de las universidades estaban a su disposición para emitir incesantemente sus canciones, himnos de las grandes tragedias que por aquel entonces sufría la clase media-alta inglesa (la chica que me gusta no me hace caso, cuando miro el mar me pongo triste y no sé por qué, mis padres son aburridos de cojones… etc…). A pesar de no vender gran cosa entre el “público en general”, el jolgorio universitario que ocasionaron sedujo a la industria musical inglesa a sacar una lista de éxitos alternativa al Top Of The Pops de las grandes discográficas: el UK Indie Chart. Así nació el “Indie”: el punk de los pijos.

Entonces el Capitalismo se fue de madre y las políticas de Reagan y Thatcher consiguieron algo inaudito: hasta los pijos se sentían mal… y se “enrabietaron”. Ahora, los grupos indie como MCarthy (los cuales, como no, lanzaron también su primer disco con su propio dinero… “why not?”), lanzaban proclamas comunistas y anti-sistema. Los mismos pijos del cinturón verde de Londres??? Los mismos… sólo que ahora vistiendo ropa de segunda mano… con un par. Y entonces, a finales de los 80 pasó algo acojonante: la clase media-baja, harta ya del sinth-pop, vio en estos grupos una alternativa válida, puesto que, aún siendo pijos, ahora parecían entender sus preocupaciones y hasta vestían parecido. Lo más irónico: los pobres ahora compraban ropa de marca que parecía de pobres pero que no lo era… como la de los pijos de los grupos que escuchaban.

Así empezaron los noventa, con pobres ahorrando dinero para comprarse ropa “que simula ser pobre pero que se nota que no lo es”. Hasta Nirvana (inicialmente hard rock) se vio seducido por el sonido y la estética indie… aunque en este caso Kurt ya sabía de sobra lo que era llevar los pantalones rotos… y no por estar de moda precisamente (un “invitado” a una fiesta que jamás llegó a comprender… con consecuencias ya conocidas por todos).

Llegados a este punto, probablemente haya el que piense: “después de esto… poco nos queda por ver…”. Pues resulta que los 90 remontaron con otro bombazo: el auge del “Indie Pop”. Los grupos indies dieron un paso más allá y ahora no sólo vestían la ropa usada de sus papis, también cantaban la música con la que ellos amenizaban sus barbacoas en el jardín trasero. Y así nacía el Britpop, con un montón de pseudo-beatles y pseudo-rolling que, como los originales, acapararon todas las listas de éxitos (tanto indies como oficiales), convirtiendo el fenómeno indie en algo mainstream… y cumpliéndose así el predecible oxímoron. Entonces llegó la batalla: Blur vs Oasis. La clase media-baja escogió a Oasis (que, a pesar de ser por entonces tan multimillonarios como los chicos de Essex, tenían unos orígenes más humildes) y la media-alta se quedó con sus compañeros de clase social: Blur. El resultado de la batalla dejó claro cuál fue el legado de las políticas de Thatcher que disfrutaron los habitantes de la Inglaterra de los 90: ganó Oasis… porque clase media pudiente quedaba bien poca. Aún así, su victoria fue, a su vez, el origen de su fracaso: indie y mainstream es un matrimonio difícil de sostener y acabaron perdidos en el cajón de sastre del rock alternativo junto a muchos de sus coetáneos.

Entonces, los niños pijos del cinturón verde de Londres, incapaces de competir en semejante corral de genios musicales, se lanzaron a hacer música electrónica; la llamada “indietrónica” (en algunos casos hecha con sus “Ipad”, con el consiguiente ahorro para sus progenitores, ya no tan pudientes… hasta el punto de que a partir de la crisis del 2008 se ha cambiado a papi por el crowdfunding). Y de nuevo fue el mencionado Albarn (ex cantante de Blur) el que llevó la indietrónica a su éxito comercial con Gorillaz (con guiños al punk como reclutar a Paul Simonon, de The Clash). De nuevo… lo alternativo se hace común… y vuelta a empezar…

Es por esto que no entiendo al que dice que solamente escucha “música independiente / alternativa”. Qué pasa con la comercial? Te tapas los oídos? “La música comercial es para gilipollas!!!”. Y tú que escuchas solamente la otra, qué eres? “-Gilipollas”? Pues un matemático te diría que eres tan gilipollas como el otro, pero del otro lado del eje de coordenadas de la gilipollez humana. Reducir tus gustos musicales a un consenso, sea mayoritario o minoritario, te sitúa en idéntica situación de “riesgo de sobre-alienación social”. Escucha Punk, Indie Rock, Bachata, Reggea… y lo que sea que te agite el alma. Creo que conectar de forma armoniosa con una canción debería de estar por encima de consensos sociales. La música, uno de los pocos placeres con los que aún es posible un contacto íntimo y personal sin que jueces o curas intercedan, no merece acabar víctima de una censura personal guiada por criterios puramente estéticos. Quizás el hecho de que sus adorados Sex Pistols naciesen en una tienda de ropa londinense (“Too Fast To Live, Too Young To Die”) era un presagio de todo esto.

Escucha Coldplay!!! Vuélvete loco!!! Piensa que tus bisnietos, si son indies, escucharán Coldplay mientras se quejan del TechnoMetal o la Samba-Pop que se lleve por entonces, tomando mahous (de las rojas!!!) en un garito rodeados de gente vestida como lo hacen los “gilipollas” de ahora. Porque los Beatles, amigo, eran aún más mainstream de lo que lo es ahora Coldplay (dónde va a parar…). Mi consejo: no le llames “Música Comercial”, llámale “Música Indie del Futuro”… y disfruta de la melodía sin prejuicios.

 

FIN

 

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