Los incendios forestales alcanzan niveles extremos en España, se requieren soluciones urgentes
Los incendios forestales alcanzan niveles extremos en España, se requieren soluciones urgentes

O por ser más justos cuando menos en lo que concierne a buscar analogías, tal vez habría que fijarse en el fuego a la hora de elegir protagonista para la metáfora destinada si no a explicar, sí cuando menos a aportar un apoyo gráfico que venga en auxilio de cuantos llevamos a cabo diariamente la cada vez más ardua labor de comprender la distopía en la que se ha convertido nuestra realidad.

Como una de las grandes verdades a las que siempre puede aferrarse el Hombre, no solo la concepción, que sí incluso la propia terminología referida al fuego, ha ido evolucionando con éste. Elemento Imprescindible en si mismo (hasta el punto de formar parte indisociable de la tetralogía de la eugenesia por todos conocida); el fuego ha formado parte de la evolución humana hasta el punto de poder ser reconocido (unas veces de manera activa, otras más o menos de soslayo) en la práctica totalidad de las denominadas como grandes citas que han configurado el gran mapa destinado a contener los puntos de inflexión de ese periplo en el que solo el paso del tiempo ha permitido ha permitido dibujar la trayectoria de un devenir que algunos optimistas identifican con la ya mencionada evolución humana.

Alejados siquiera de momento de los innumerables componentes cuasi-míticos cuya mención no por atractiva podría resultar ahora netamente desaconsejable, no es menos cierto que una de las causas que redundan en lo prolífico de la recua de atributos positivos que fluyen hacia nosotros cuando pensamos en el fuego, procede precisamente de la paradoja que de manera igualmente objetiva nos abruma cuando la paradoja que esencialmente representa el fuego se hace patente.

Elemento destructivo para unos, causa de regeneración para otros; lo único cierto a estas alturas y siempre en base a los datos que la rememoración histórica nos proporciona; el uso del fuego, o más concretamente sus efectos, han estado siempre ligados no tanto a la destrucción, como si más bien a la superación de las hegemonías ya sean éstas de carácter empírico o conceptual, de cuya atribución eran merecedoras estructuras (en este caso civilizaciones) que ya fuera por colapso, o por lógica superación, eran presa de una destrucción que no por previsible había de ser menos dolorosa.

Pero como ocurre con la mayoría de las cosas, el grado de sutileza con el que tal o cual magnitud es aplicada acaba por revelarse como el elemento destinado a calificar como propia de una acción dotada de arte lo que otros no son capaces de hacer sino de forma digamos, por ser educados, atribulada. Tal concesión a la sutileza, que el caso que nos ocupa se resume en la distinta conveniencia de aplicar respectivamente los verbos quemar o prender según esa sutileza se manifieste en mayor medida; bien podría ser la que nos permita hoy discernir los distintos caracteres del acto casi siempre emotivo que lleva al Hombre a pergeñar una solución que tenga de por medio el uso del fuego.

Presenta la que a estas alturas ya podremos llamar física del fuego unas características tan propias, que por alejadas de todas las que podamos atribuir a cualquier otra manifestación natural que se nos ocurra, ponen de manifiesto una variable que para nada hemos de dejar fuera de consideración a saber, la que representa la dificultad de control que una vez desencadenado un fuego se revela, y que en muchas ocasiones ha sorprendido, especialmente a aquellos que por imprudencia, mas no por exceso de gallardía, en algún momento pudieron llegar a pensarse capaces de dominar al monstruo que habían desencadenado.

Porque por muy increíble que pueda resultar, el fuego rara vez se origina. Si bien es cierto que en estado latente, agazapado, siempre ha estado ahí, esperando su oportunidad, para manifestarse necesita la aportación inevitable de un agente exógeno que ya sea por medio de una chispa, o de cualquier otro iniciador, aporte las calorías destinadas a desencadenar la ignición llamada a erigir en acto lo que hasta ese momento no era sino mera potencia. Y llegado ese momento, recomendable tener los medios que posibiliten su extinción, pues si de incorregible cabría tachar al que se crea capaz de medir las capacidades del fuego, de auténtico ignorante merece ser tachado el que se crea capaz de anticipar las consecuencias de un incendio antes de que éste se haya desencadenado.

Aunque en lo concerniente a lo que calificaremos como la quintaesencia de lo hoy expuesto, la certeza que para muchos resultará ya evidente, y que se materializa cuando nos damos cuenta de que en lo atinente a las personas, en lo tocante a la atribución no ya de responsabilidades que si más bien de personajes, nadie como aquel destinado a bombero para terminar erigido en pirómano. 

Si lo miramos durante un instante, ¡qué decir si le dedicamos un instante! La realidad acaba por imponerse. Así, uno y otro acaban por revelarse como sendas caras de una misma moneda, siendo la distinción que no objetiva, sino procedente a lo sumo de una interpretación casi siempre interesada que establece la diferencia en la interpretación casi siempre interesada que de los quehaceres que a uno y a otro le son atribuibles; se le infieren. Responde así siempre el bombero a la evocación romántica; es el bombero el conocedor del fuego a título conceptual, antagonista del mismo toda vez que su quehacer pasa por enfrentarse al mismo de forma denodada, de manera evidente. Juega el pirómano siquiera por mera antonomasia el papel de malvado, si bien su presencia resulta imprescindible, protagonizando otro de esos hermosos ejemplos tan presentes en la realidad histórica de las cosas en base a la cual la existencia de lo antagónico mantiene la imprescindible tensión. El denominador común: el fuego en sí mismo. Ambos son perfectos conocedores del mismo, diferenciándose solo por la diferente perspectiva desde la que uno y otro lo enfrentan.

Pero que nadie se confíe, pues es de hecho de la confianza injustificada de lo que se nutre el fuego. Capaz de generar condiciones de tiempo atmosférico propio, el fuego se enfrenta a todo y a todos con un arsenal que resulta tan solo accesible a quienes han mirado en su interior. De esta manera, en las labores de extinción resulta muy habitual la conformación de equipos que, de verse fuera de ese contexto bien podrían ser merecedores del calificativo de extrañas compañías.

Pero somos personas ante todo civilizadas. Por eso, lo crean o no, el objetivo de todo esto va mucho más allá de lo que siquiera podría parecer (pues un artículo destinado a mencionar la naturaleza del fuego tendría mucho más sentido al principio que no al final de la denominada campaña de incendios). 

Pero siguiendo con las paradojas, es justo en el ocaso de la temporada, cuando se aprecian los mayores ardores. Pirómanos que llevaban décadas agazapados, sin duda esperando su ocasión, han encontrado el momento de quemarlo todo precisamente ahora. En lo tocante a las causas, sin duda hay que mencionar la baja calidad tanto de las personas como de los medios destinados a ejercer la función de prevención y posterior extinción. 

El colmo se alcanza cuando la sinrazón de pensar que dominamos al fuego nos lleva a ver cómo los que estaban destinados a ser bomberos, se convierten en pirómanos.

Por cierto, el tiempo apremia. Ya no hay tiempo para dar contrafuego, y me atrevo a calificar de excesivamente confiados a los que todavía creen que existe una zona protegida, pues lo mires como lo mires no hay cortafuegos.

 

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Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.

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