Quizás el mayor baño de realidad al que todos deberíamos asistir y con cierta frecuencia, es el de una visita a un hospital. Cuidar de un familiar nuestro en una sala de paliativos es como aterrizar en lo más hondo de nuestra tierra, todo es indiferente a la hora de afrontar una enfermedad. La sanidad española, esa con la que se llenan la boca nuestros gobernantes, ha pasado de ser un valor colectivo, a instalarse en la lista de los problemas recientes de los últimos años. La mercantilización de la vida hoy se extiende a lo más básico, la salud de todos.

Recientemente en el Congreso Europeo del Cáncer se lanzaba una voz más de alarma sobre la explotación comercial de la agonía de una enfermedad cruel: cada vez es más esencial el acceso a medicamentos que ayudan a prolongar la vida. Se explota esta desesperación con el aumento de los precios de la industria farmacológica, los datos de estos investigadores denuncian que el coste de fabricación podría ser incluso inferior al 1% de los precios que se cobran a los pacientes o a los hospitales. Ello demuestra la inercia a la comercialización de hasta los aspectos más humanos de nuestra existencia. Todo lo que es susceptible de negocio se lleva a las reglas más salvajes del tanto tienes, tanto vales.

No hay que remontarse mucho para recordar ese mensaje de casi todos los partidos políticos de “las líneas rojas del gasto sanitario”, pero que como tantos otros se han incumplido incluso en aquellas administraciones regionales gobernadas por el PSOE, donde el ejemplo más claro es la respuesta de la ciudadanía en forma de Marea Blanca por la Sanidad Pública en Andalucía.

En Granada han conseguido que la Presidenta haya tenido que dar un paso atrás en la reducción de hospitales, con la consiguiente quema en la hoguera de los sacrificios políticos a algunos cargos y carguitos de la administración de la Consejería.

También en Cádiz o Jaén han habido importantes respuestas a los recortes o a las promesas incumplidas de nuevos hospitales. El Servicio Andaluz de Salud, ese del que presume Susana Díaz, es uno de los que más ha externalizado los servicios hospitalarios, generando además relaciones de dependencia a la hora de gestionar el precio de los contratos de estas empresas. Tan drástico como en Andalucía ha ocurrido en la mayor parte de las comunidades autónomas. Empezaron en Madrid, continuaron en Cataluña, y así hasta llegar a Canarias, donde por ejemplo, su Presidente, según recogieron los medios, ordenó en verano recortar 50 millones de euros en los últimos cinco meses del año para atajar la desviación detectada en las cuentas de la Consejería. Juegan con la salud de todos y lo permitimos. Aquí no hay diferencia entre los partidos que nos gobiernan y no se ven síntomas que nos permitan avistar una nueva política que ataje la progresiva privatización de la sanidad. La oferta pública es limitada y cuando esta queda desbordada nuestros políticos optan por suplir sus carencias con la privada, se derivan los pacientes a centros concertados donde las condiciones laborales tan pésimas en las que se encuentran los profesionales, con más jornadas y menos salarios, redundan en un peor servicio y una peor atención para los más débiles.

Si juegan con la salud con qué no van a especular, y así nos va. No nos queda otro remedio que ser Marea en movimiento y salir a la calle.

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