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Henry Miller atraviesa el trópico con Hamlet

El ‘Epistolario’ inédito del autor de ‘Trópico de Cáncer’ es una joya inclasificable que muestra a un autor visceral e indómito

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análisis

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En el París de los años 30 de pasado siglo, el autor de Trópico de Cáncer o la trilogía de La crucifixión rosada (Sexus, Plexus y Nexus) podía permitirse cualquier lujo estilístico a falta de otros más vitales e imprescindibles. Porque vivir la bohemia parisina de aquella década loca conllevaba, además de padecer una severa indigencia y hambre, mucha hambre, poder escribir de lo que fuera y como fuese. Época de libertad absoluta donde la creatividad literaria era abanderada por un grupo de alocados intelectuales con ganas de romper con todo. Henry Miller fue uno de ellos y este Epistolario, que la editorial Malpaso rescata por primera vez en español bajo el título Quisiera dar un gran rodeo, es un inmejorable ejemplo de ello. Y eso que el título original de esta experimental aventura literaria escrita entre 1935 y 1938 era Hamlet, a secas.

Malpaso publica ‘Quisiera dar un gran rodeo’, un ‘rara avis’ escrito en plena ebullición creativa en el París de los años 30

El autor neoyorquino abanderó la defensa de la libertad de expresión cuando este término aún conllevaba demasiados prejuicios y reparos. Instigador de las mentes biempensantes de la época, Miller quiso representar en la figura del shakespeariano príncipe danés la aventura que emprendieron de forma improvisada a través de misivas entre el autor que firma el libro y un “oscuro escritor americano nacido en Lituania” llamado Michael Fraenkel, como explica Michael Hardgraves en la introducción del libro, que apenas es conocido incluso por sus más fervientes seguidores. Este Epistolario es un verdadero rara avis para el gran público porque tuvo en su primera edición un limitado número de ejemplares, una ausencia absoluta de distribución y una impresión más que irregular con diferentes hojas de papel y las hojas atadas con cintas, amén de los países peculiares en los que se publicó: México y Puerto Rico. También iba a tener inicialmente una dimensión total de mil páginas, “ni más ni menos”, cuando en realidad nunca fue así.

En Quisiera dar un gran rodeo, Miller vuelve una y otra vez de forma epistolar a los temas que tanto desgaste produjeron en él a su regreso a los Estados Unidos. “Su omnipresente opinión sobre la vileza y fealdad de los Estados Unidos salpica toda la obra”, subraya Hardgraves, quien recuerda que Miller escribía estas reflexiones estando convencido de que nunca volvería a su país. No fue así. Qué duda cabe que, como señala Hardgraves, esta obra singular sorprenderá e impresionará a partes iguales a los seguidores de Henry Miller, e incluso “probablemente hará que el Hamlet de Shakespeare no vuelva a ser el mismo”.

Henry Miller, después de trabajar en los lugares más variados e insospechados, estableció su residencia en París en 1930. Fue entonces cuando comenzó una “vida loca” en el pleno sentido de la expresión. No por casualidad quedó para siempre como ejemplo para generaciones venideras de otros escritores universales como los integrantes de la mítica Generación Beat (Burroughs, Kerouac o Ginsberg, entre otros) y otros como Bukowski o Norman Mailer.

En la narrativa de Miller confluyen en general aspectos autobiográficos, destellos de filosofía, metaliteratura… Y por supuesto también sabe ser tan tierno como políticamente incorrecto y obsceno. No tiene término medio. Ahí están como ejemplos, entre otros, Trópico de Cáncer (1934), Trópico de Capricornio (1939) o Inmóvil como el colibrí (1962).

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