Siempre me ha sorprendido esa actitud paternalista de algunas mujeres que, abanderando el feminismo, se dedican a señalar lo que está bien y lo que está mal, lo que otras mujeres pueden y no pueden hacer. Esas, sobre todo, que se comportan como altavoces de todas, criminalizando a quienes, también siendo mujeres, piensan y sienten de una manera, digamos «diferente».

Hace ya casi veinte años que comencé a participar en conferencias políticas, en debates, sobre la prostitución. Era el momento en que el Partido Socialista gobernaba, en la «era Zapatero» y en las Juventudes Socialistas se nos planteó el debate: «Prostitución: regulación o abolición». Recuerdo perfectamente cómo trabajamos en aquel momento los debates. Yo estaba en la sección europea y allí estuvimos haciendo una labor de equipo, investigando y debatiendo entre nosotros para llegar a una postura que después sería trasladad en la reunión de Madrid, junto a compañeras de todos los territorios.

En principio la postura del partido era defender la abolición de la prostitución. Y los primeros pasos se dieron en en sentido de prohibir los anuncios de servicios sexuales en los periódicos, con Bibiana Aido al frente del recién creado «ministerio de igualdad».

En aquel debate que duró un fin de semana entero estuvimos largas horas argumentando, a favor y en contra de la regulación. Y finalmente, a través de votación, las juventudes socialistas defendieron la regulación. Sin embargo no quedó así plasmado del todo en las resoluciones que después fueron presentadas y aún recuerdo las discusiones fuertes ante el intento de trampear lo que en asamblea se había defendido desde un debate sosegado y bien estructurado. Hicimos valer que lo que habíamos decidido no era lo que aparecía finalmente en la resolución. Y creo recordar que la manera de «solucionar» aquello fue, más o menos la de siempre: correr un tupido velo y hacer como que no había pasado nada. Y cuando digo nada, me refiero a que el tema quedó aparcado y no se quiso mover más porque la posición que habíamos defendido desde las Juventudes no era la que al partido le habría gustado defender. Así que, bajo ese manto del «jóvenes inexpertos» se dio carpetazo a la cuestión.

Sin embargo hace poco han sido precisamente las juventudes socialistas las que han vuelto de nuevo a defender los derechos de las mujeres libres. Esta vez, con la gestación subrogada. Y aprobaron una resolución en este sentido. Más o menos pasó lo mismo, y es que esa resolución junto a la de la república, no consiguieron prosperar porque el partido «de los mayores» no ha querido responder al posicionamiento claro y transparente de sus jóvenes. Otro carpetazo.

Pues bien, he estado años escuchando a feministas de referencia. A personas como Lidia Falcón, que además de tener mi respeto y reconocimiento, han formado parte de mi círculo personal durante mucho tiempo. Como Mabel Lozano, amiga y profesional que está dedicando su extraordinaria carrera de directora para visualizar los problemas que afectan a las mujeres. Entre ellos: la explotación y la trata de mujeres. Y siempre las he escuchado con atención, he tomado notas. He leído. He estado en muchas reuniones en las que he escuchado los argumentos de las abolicionistas.

Y ellas siempre me han dicho que no perseguían el derecho de mujeres libres a prostituirse. Pero que entendían que no podía blanquearse una profesión que ninguna mujer realmente querría ejercer (o que si hay alguna que lo hace libre y convencida, son las menos). Y así he pasado años sin atreverme a opinar abiertamente porque me faltaban todavía más datos.

¿Querrías que tu hija fuera puta? Te preguntan siempre. Y no creo que esa sea la manera más adecuada de plantear una cuestión como esta. Porque el hecho de que yo no quisiera prostituirme o no quisiera que mi hija lo hiciera no significa que por ello, por una cuestión en la que evidentemente mi cultura y mi moral me predisponen, yo pueda juzgar a alguien que sí decida hacerlo. Libremente, por supuesto.

Y cuando hablo de libertad en el ejercicio de la prostitución hablo precisamente de eso: de prostitución. Lo otro, eso que supone la explotación de otra persona para obligarle a prostituirse ya no es de lo que estamos hablando. Porque eso está penado y es delito. Y me parece necesario que así sea.

Precisamente una de las dificultades que siempre he encontrado al abordar esta cuestión es que se confunden los términos: la prostitución y la explotación sexual. Cuando planteas esta disyuntiva, siempre te comentan que en realidad, las mujeres que ejercen libremente la prostitución son muy pocas. Prácticamente inexistentes. Y que a día de hoy, ofrecen sus servicios como «masajistas», «fotógrafas» o vaya usted a saber. Pero que están dentro de un sistema de cotización, enmascarado, pero están. Y a mi no termina de quedarme claro.

Recuerdo además que Lucía Etxebarría me comentaba que si se regulaban las putas, ¿qué pasaría? ¿Darían una factura a sus clientes? ¿Tendrían que tomar los datos de los usuarios de sus servicios para poder hacerlo de manera legal? Y reconozco que no tengo respuesta todavía para ello. Por eso digo que es un tema que merece pensar mucho, y sobre todo, no caer en superficialidades.

La prostitución no puede ser un trabajo

Así argumentan muchas personas que defienden el abolicionismo. Porque consideran que por dinero no todo se puede permitir. Que este sistema no puede comerciar con el sexo porque esto es algo que degrada a las mujeres.

Personalmente me parece que este argumento es igualmente aplicable para cualquier otro trabajo. Precisamente la diferencia entre un trabajo y una afición es hacerlo por dinero, o sea, con unas obligaciones que, de no ser retribuidas no se asumirían. Y así nos pasa a todos los trabajadores: hemos de cumplir con nuestros contratos para poder percibir un salario que nos permita vivir. Y cuando el sistema capitalista es el que impera, abrir el debate sobre trabajos dignos e indignos en base a percepciones éticas o morales me parece interesante pero también ciertamente falaz.

¿Follar por dinero es indigno? Pues depende de para quién y de cómo se perciba la sexualidad. Y en esto, la percepción que tenemos viene fundamentalmente marcada por condicionantes sociales, culturales, religiosos y morales. Parece que follar ha de ser un acto de libertad, porque de lo contrario, la sociedad mayoritaria considera que es algo reprobable. Y no estoy de acuerdo.

Juzgar por estas cuestiones a personas que quieren ejercer la prostitución de manera libre y regulada me parece un despropósito. ¿Quién soy yo para juzgar lo que otra persona libremente quiera hacer, sin causar daño a nadie?

Las putas no pueden sindicarse 

Recientemente se ha conocido la noticia de que, durante el verano, se inscribió en el registro de sindicatos el que representa a las trabajadoras del sexo. Se vendió como un gol a la ministra Valerio, que tuvo lugar durante el verano y recién estranada su responsabilidad frente al Ministerio. Y ha sido la Audiencia Nacional la vía para invalidar la inscripción de este sindicato como tal.

Más allá de argumentos burocráticos, la razón de fondo es sencillamente que las putas no pueden sindicarse porque el trabajo sexual viene a ser algo indigno. Como si prohibir la sindicación de estas trabajadoras consiguiera terminar con la existencia de las putas. Como si no fueran ciertos los datos que ahora expondremos. Parece ser que según el gobierno y las posturas abolicionistas, regular la prostitución supondría blanquear todo lo que se mueve alrededor de ella: la explotación. Y en mi opinión precisamente la explotación tendrá más posibilidades de seguir perpetuándose en la medida en que no se regule el trabajo sexual y puedan promoverse controles y garantías, tanto para las prostitutas como para sus usuarios.

La prostitución en datos

La realidad nos cuenta que la prostitución existe. Que además de ser «la profesión más antigua del mundo», sigue teniendo demanda. Y no asumir la necesidad de regularla, es sencillamente el caldo de cultivo para la explotación y la generación de miles de millones que se mueven de manera ilegal en nuestro país.

Concretamente son 10 millones de euros al día los que mueve la prostitución en España. Supone más de 3.500 millones de euros al año. Un 0,35% del PIB (equiparable a la industria del calzado o a lo que aporta a las arcas públicas la recaudación de una ciudad como Málaga).

En la Colonia Marconi, en Mardid, son unas cuatrocientas mujeres ejerciendo en plena calle. En el barrio del Raval, en Barcelona, trabaja más de la mitad de las más de 500 mujeres que ejercen la prostitución en la Ciudad Condal.

En España existen 1.600 locales de alterne. Y el 66% de las prostitutas trabajan en ellos.

Según datos publicados por El País, se calcula que en españa hay unas 10.000 prostitutas. El doble que fisioterapeutas colegidas. El triple que dentistas. Y según estos mismos datos que aportaba el diario, un tercio de ellas provienen de la explotación sexual y de la trata.

Todos estos datos demuestran que hay alguien que consume sexo y paga por ello. Concretamente, las cifras se encuentran en el 40% de españoles que han pagado alguna vez por tener sexo con una prostituta. La media es gastarse 127 euros al mes en prostitución, lo que viene suponiendo unos 1530 euros al año.

La criminalización de las mujeres, una constante

Y como suele pasar, son siempre las mujeres las que terminan pagando los platos rotos. Las putas, las gestantes por subrogación, como en su día se señaló a las abortistas.

Y por desgracia los ataques más duros vienen de otras mujeres. Esas que de manera paternalista se preocupan por hablar en nombre de aquellas que además, suelen estar ya estigmatizadas y no encuentran la manera de poder expresar lo que piensan y lo que quieren. Suelen ser aquellas líderes de opinión, políticas y representantes de partidos que normalmente carecen de debate sobre estos temas, las que consideran que las putas no son libres de decidir, que se ven obligadas a practicar «semejante» labor, y que en realidad, deberíamos liberarlas en lugar de facilitarles las cosas. Porque han de dedicarse a otra cosa, y para ello, regular la prostitución solamente las condenaría más.

En mi opinión, regular la prostitución es sencillamente algo que están exigiendo las propias prostitutas. Y por desgracia prácticamente nadie quiere escucharlas. Una actitud paternalista, repito, irrespetuosa y cínica que pretende pasar por alto la realidad existente y la necesidad de darle una respuesta real a las demandas de personas que también forman parte de nuestra sociedad. ¡Pregúntenle a ese 40% de hombres que utilizan sus servicios, si las putas están presentes en la sociedad!

Sin embargo, a pesar de las noticias que conocemos, esas que nos dicen que algunos políticos y policías se han estado dedicando a «celebrar con volquetes de putas y coca» pagando con dinero público sus fiestas, la realidad es que son después quienes dan discursos contra los derechos de las prostitutas, porque hay que dar la imagen de que esa realidad nada tiene que ver con ellos.

Como mujer, adulta y libre, defenderé siempre la libertad de todas las mujeres. El respeto a que cada una pueda elegir y actuar en consecuencia. Y desde luego, lucharé para que exista libertad y cada cual pueda asumir sus propias decisiones valorando y sopesando todos los puntos de vista a tener en cuenta. Ante un aborto, ante la gestación subrogada, ante la propia prostitución. Porque nada me duele más que ver que desde la propia trinchera algunas se sienten más dignas y pretenden juzgar a las demás, señalándolas con el dedo y considerando que son menos inteligentes, menos libres, o menos listas que cualquiera por tomar la decisión que libremente deseen tomar.

No pretendo que nadie se prostituya si no lo desea. Ni que nadie geste al hijo de otra mujer si no lo desea. Ni que nadie aborte si no lo desea. A veces parece que quienes defendemos la regulación es que queremos obligar a todo el mundo a prostituirse, abortar o gestar. Y no. Sencillamente defendemos que quien quiera hacerlo pueda, en libertad, con protección legal y sin correr riesgos innecesarios.

En definitiva, por decirlo claro: estoy hasta el coño de esas supermujeres que se arrogan el discurso de todas, silenciando y criminalizando a quienes también tienen coño y tienen el derecho a hacer con él lo que consideren, de manera libre y responsable.

5 COMENTARIOS

  1. No, Sindicato de Putas, no, ni Sindicato de Médicos, ni Sindicato de Controladores Aèreos. Sindicatos gremialistas no. Sindicatos de la clase trabajadora. En Barcelona ya hay uno que las sindica.

  2. El patriarcado nos ha convencido de que las mujeres somos usables, explotables, y que incluso nos puede gustar y que puede incluso ser una libre elección, nos lo creemos y llegamos incluso a justificarlo 🙁 Desde épocas pasadas la mujer ha sido siempre un objeto, una propiedad, y hoy día todavía estamos luchando contra ello. No podemos afirmar que la mujer elije libremente la esclavitud sexual, ya que en la historia aún no hemos conocido un período auténtico de libertad de la mujer, es decir fuera del patriarcado… cómo podemos entonces afirmar eso tan tranquilamente?

  3. El patriarcado nos ha convencido de que las mujeres somos usables, explotables, y que incluso nos puede gustar y que puede incluso ser una libre elección, nos lo creemos y llegamos incluso a justificarlo 🙁 Desde épocas pasadas la mujer ha sido siempre un objeto, una propiedad, y hoy día todavía estamos luchando contra ello. No podemos afirmar que la mujer elije libremente la esclavitud sexual, ya que en la historia aún no hemos conocido un período auténtico de libertad de la mujer, es decir fuera del patriarcado… cómo podemos entonces afirmar eso tan tranquilamente?

  4. Me parece valiente el punto de vista de Bea en cuanto que mujer. Sé que lo que diré es impopular. Pero pienso que el ultra feminismo se ha adueñado de la prostitución para crear entorno a la misma, un relato que la confunde con el machismo. Sí, creo que toda ideología de por sí no es mala, por lo que el feminismo es justo y necesario. Pero toda ideología puede tender hacia el radicalismo o el fundamentalismo. Y el feminismo, tiene expresiones de fundamentalismo, como éste de la prostitución. Porque también hay hombres que se prostituyen, y mujeres que consumen prostitución (en youtube hay reportajes de cómo el Senegal es el paraíso sexual de muchas mujeres europeas que buscan sexo con hombres jóvenes allí). Yo también creo en la libertad sexual, y odio la explotación del tipo que sea. Si no, habrá que prohibir hasta el porno. Grande Bea, siempre valiente.

  5. Ser prostituta tiene que ser horrible, muy pocas lo harían porque quieren! Y no me gusta que en mitad del artículo salga un anuncio de una chica “adelgazó en pocos días” ?

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