Llevan amenazándome varios días, quizá hasta meses. «Tu cuenta dropbox se cerrará si no haces algo».

¿Algo? ¿Bailo una sardana? ¿Me hago barbero y con una navaja limpio de pelo el rostro de Rajoy para saber qué clase de tipo hay debajo de su disfraz? ¿Llamo a uno de mis colegas ricos y digo que compre Dropbox? ¿Me lavo los dientes?

Qué imbéciles e ingenuos son.

Arturo, me llaman Arturo los muy soplacanutos -¡para vosotros soy el señor Briz, cretinos!- te avisamos que mañana se va a cerrar tu cuenta Dropbox.

Y empiezo a contar los minutos que faltan para mañana, para que esos tipos cierren mi cuenta Dropbox, que tengo mis razones para no querer y por eso intenté cancelar, desactivar, y hace años que dejé de utilizar (esperaba que no existiese, pero son ellos quienes deciden -según queda demostrado- cuando se acaba nuestra relación). Arturo Puebla no se puede divorciar de Dropbox, ni de Google, muchísimo menos de Windows (que es como una madre dominante), ni siquiera de Facebook… hasta que los webmaster, los maestros de la red tejida por la araña, deciden que sí, que ya no soy rentable ni interesante como marido y que me den.

Así que fui contando los minutos… Exagero. Eché un vistazo a las horas y suficiente. Casi me había olvidado cuando al abrir el correo me encontré en la bandeja el asunto del correo que por supuesto no abrí ni abriré jamás: Arturo, hemos cerrado tu cuenta de dropbox.

Qué bien, qué alegría. ¿Será verdad de verdad? Casi cuesta de creer. ¿Hay alguna persona en el mundo a quien no le toque las narices que le actualicen el ordenador, la tableta y el teléfono cada vez que un tercero opina que se debe de hacer? Los ordenadores son maravillosos, y están para hacernos la vida más fácil. Igual que los cuchillos, son maravillosos y están para hacerlos la vida más fácil: por fortuna los segundos no los está colocando nadie en el cajón cada diez minutos y dándoles la vuelta para que nos cortemos los dedos, para que el «hacernos la vida más fácil» no se convierta en una pequeña y permanente tortura que nos vemos obligados a padecer.

Adiós Dropbox. Gracias por separarte de mí. No te denunciaré. Te perdono la pensión vitalicia que deberías pagarme después del divorcio. Pleitos tengas y los ganes, como decía mi amigo Charles, que era de raza gitana y trabajaba como juez.

Otro burbon, por favor.

 

1 COMENTARIO

  1. Me encanta el final de tu artículo, ese personaje misterioso tan digno de tu extraño mundo, que dices se llama Charles, es gitano y también juez (juez como tu padre, Art, u otro tipo de juez?

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