El 19 de diciembre de 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas a través de la Resolución 66/170, declaró el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña con el objetivo de reconocer sus derechos, así como los problemas extraordinarios a los que se enfrentan en todo el mundo.[1] Pero, ¿era necesario conmemorar un día especial para las niñas?, ¿a caso no se encuentran ya incluídas en la conmemoración del día del niño o de la mujer?, ¿será parte de una fabricación feminista para hacer distinciones inútiles?. Analicemos el estado de la cuestión:

Mientras lees esta frase una niña se ha casado en el mundo, 28 por minuto, 1700 cada hora, 41000 al día, 15 millones en un año. Detrás de cada cifra hay una historia, una vida y unos sueños de futuro y libertad destruidos.[2] Porque niñas que solo deberían preocupar­se por crecer, aprender y jugar; son atadas a matrimonios para los que no están preparadas ni física ni emocionalmente, abandonando su infancia, para convertirse en esposas y madres.

Las tasas de matrimonio infantil más altas se encuentran en África, Níger a la cabeza con 76%. Sin embargo, este fenómeno se extiende hacia otros continentes, La India por ejemplo tiene una tasa del 47% y Nicaragua alcanza el 41%.[3] ¿Por qué los padres y madres de las niñas les arrebatan sus años más tiernos y felices? Las razones son variadas, pobreza, inseguridad, desigualdades agravadas por conflictos armados o emergencias humanitarias, pero sobre todo, la presencia de estereotipos de género que siguen afectando a las niñas de manera desproporcionada. Hablo del estereotipo del hijo primogénito siempre pensado en masculino; el del niño que será proveedor y protector; el mismo que afirma que los niños son menos complicados que las niñas; o que la vida es mejor en todos los sentidos al nacer varón. Estos estereotipos ignoran que la vida de las niñas nunca mejora al casarse, por el contrario forma parte de una cadena de inequidades que frena el desarrollo sostenido del mundo.

La mayoría de las niñas abandona su educación, tiene embarazos prematuros y el riesgo añadido de morir en el parto, muchas quedan aisladas de la sociedad y es más probable que sufran violencia doméstica. Todo ello, repercute en sus hijos, hogares, comunidades y países, en los que la pobreza sigue formando parte de un ciclo que no se rompe, porque desgraciadamente, continúa resultando más conveniente inculcar en las niñas la fantasía ideal del matrimonio como único proyecto de vida, creyendo que los hombres les resolverán todo, sin darse cuenta de que su vida no necesita ser resuelta, sino vivida en plenitud. Los matrimonios infantiles no solamente afectan a las niñas que se ven desprovistas de protección legal, médica, educativa o psicológica, orillándolas en los peores casos, a ser víctimas de trata, violencia o prostitución, también refuerzan el estereotipo que impone cargas desproporcionadas sobre los hombres, haciéndoles creer que solamente son valiosos, en la medida en que sean capaces de proveer y mantener a sus esposas e hijos.

Pero los matrimonios no son el único problema que afecta a las niñas de manera particular, otro asunto que afecta a millones de ellas alrededor del mundo es la mutilación genital femenina (MGF), que comprende la resección parcial o total de los genitales externos femeninos, así como otras lesiones en los órganos genitales por motivos no médicos. Estos procedimientos no tienen ningún beneficio para la salud, por el contrario, causan dolor, hemorragias, inflamación, fiebre, infecciones (tétanos), problemas urinarios, menstruales, sexuales, trastornos psicológicos e incluso la muerte. Se calcula que cada año más de tres millones de niñas corren el riesgo de sufrir MGF. Más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente, han sido objeto de la MGF en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia, donde se concentra esta práctica.[4] Pero, ¿por qué mutilan los órganos genitales de las niñas?, por costumbres sociales y tradiciones perpetuadas que nadie cuestiona, por miedo al rechazo comunitario, porque así “se prepara a las niñas para la vida adulta y el matrimonio”, porque “hay que asegurar su virginidad antes del matrimonio y la fidelidad después de él”, porque “al reducir su líbido, las ayudaremos a resistir la tentación de ser infieles”, porque “una vez mutiladas, seguro encuentran marido más pronto”.

La MGF viene asociada a modelos culturales de feminidad y recato, portadores de la idea de que las niñas son puras y hermosas una vez que se eliminan de su cuerpo aquellas partes que se consideran impuras o no femeninas, esto es, masculinas.[5] Y en este mundo al revés, les reprochamos a las niñas por nacer mujeres, pero una vez que nacen “deseamos eliminar de ellas todo rastro de masculinidad”, como si el derecho a experimentar placer, fuese un privilegio al que solo los hombres tienen acceso. La MGF se enfoca nuevamente en la idea de la mujer como esposa, destinada al matrimonio y a la vida privada, una niña a la que no le está permitido sentir algo que no sea el dolor, de un cuchillo traspasando sus genitales.

Tanto los matrimonios infantiles, como las mutilaciones genitales, basadas en tradiciones arcaicas y sistemas patriarcales, afirman la creencia equivocada de que lo único para lo que las niñas son buenas, es para ser madres. Alrededor de 17 millones de niñas dan a luz cada año, 1 cada 2 segundos, esto las lleva a asumir responsabilidades adultas, poniendo en peligro su salud, educación y perspectivas económicas. La mayor parte de los nacimientos de madres adolescentes (95%) se dan en países en desarrollo, además 9 de cada 10 nacimientos ocurren dentro del matrimonio o de la unión en pareja.

La maternidad cuando el cuerpo de una niña no está lo suficientemente maduro para dar a luz sin complicaciones, suele tener consecuencias devastadoras. Las complicaciones derivadas del embarazo y del parto en niñas, son la segunda causa mundial de muerte en niñas de entre 15 y 19 años. Al final, cuando sus bebés nacen, enfrentan también un alto riesgo de morir.

La maternidad temprana también tiene un serio impacto sobre las economías de las comunidades y las naciones. Por ejemplo, si todas las adolescentes de Kenia terminaran sus estudios secundarios, y si las más de 200.000 madres adolescentes hubieran tenido un empleo en vez de haberse quedado em­barazadas, podrían haber sumado a la economía del país 3.400 millones de dólares, lo que equivale al valor total de sector de la construcción en Ke­nia. Si las adolescentes de Brasil o India hubieran podido esperar a la primera mitad de su veintena para ser madres, dichos países hubieran tenido una mayor productividad económica equivalente a 3,5 y 7,7 miles de millones de dólares, respectivamente. Por eso, los embarazos en la adolescencia son más comunes en comunidades pobres, rurales y sin educación.[6]

Estas niñas con infancias arrebatadas, son mutiladas en edades muy tempranas, luego las obligan a celebrar matrimonios no consentidos, como consecuencia, llevan embarazos en sus frágiles cuerpos infantiles, muchas veces producto de violaciones sin protección, de las que ni si quiera tienen conciencia, porque ninguna niña debería experimentar dolores y castigos, por haber nacido mujer. Así, la promesa que les hizo una vez el patriarcado, de vivir mejor a la sombra de un hombre, se esfuma ante las múltiples formas de violencia a las que son sometidas. Se estima que unos 120 millones de niñas de todo el mundo (algo más de 1 de cada 10) han sufrido el coito forzado u otro tipo de relaciones sexuales forzadas en algún momento de sus vidas. Con diferencia, los agresores más habituales de la violencia sexual contra niñas son sus maridos o exmaridos, compañeros o novios.[7]

Ante este triste y estremecedor panorama ¿qué podemos hacer?, apostar por la educación. En 1762 Rosseau señaló que “la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Complacerles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos de jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarles, consolarles, hacerles la vida agradable y dulce: he aquí los deberes de las mujeres en todos los tiempos y lo que se les debe enseñar desde su infancia.”[8] No entraré en el debate de criticar a Rosseau, porque sin duda los tiempos que vivimos son otros, pero sí me parece pertinente analizar lo que escribió, para darnos cuenta de lo importante que es comenzar a cuestionar las instituciones sobre las que se han construido nuestras sociedades, modelos de convivencia machistas que destrozan el proyecto de vida de millones de niñas alrededor del mundo. Los países aún no comprenden el impacto diferenciado que padecen las niñas al acceder a la educación. Hoy en día, existen más probabilidades de que las niñas se queden completamente excluidas de la educación que los niños. Alrededor de 15 millones de niñas, nunca han tenido la oportunidad de aprender a leer y escribir en la escuela primaria.[9]

La jueza canaria Gloria Poyatos, sostiene que la educación es la vacuna contra la violencia de género, y que no debemos subestimar el poder que ésta tiene para luchar contra los estereotipos. Por lo tanto, la lucha desde la educación no es exclusivamente femenina, sino feminista, mientras los hombres sean incapaces de percibir las desigualdades, en un mundo donde los privilegios siempre han estado claros para ellos, los esfuerzos por erradicar los estereotipos y la violencia contra las niñas no será posible. Esta ardua labor educativa de la que somos igualmente responsables no tiene impacto pequeño, parafraseando a la ganadora del Premio Novel de la Paz en el año 2014, Malala Yousafzai: una niña, un profesor, un libro y un lápiz, pueden cambiar el mundo.

Espero que un día, el nacimiento de cualquier niña, sea siempre motivo de alegría, y que al mirar sus rostros tengamos la capacidad de mirar más allá de su belleza, para poder apreciar y valorar también su fortaleza, capacidades, valentía y potencial transformador para el desarrollo. Ese día, el mundo empezará a abrir sus horizontes, encontrando infinitas posibilidades de acción, y liberará por fin a los niños del injusto e imposible yugo de llevar siempre la batuta, por haber silenciado la voz de las niñas en la historia. Esas niñas mutiladas, casadas, embarazadas, pobres, y sin educación, tienen mucho que enseñarnos, porque dentro de la miseria en la que el mundo las ha colocado, siguen siendo inquebrantables guerreras que no se darán por vencidas, porque el presente y el futuro del mundo será feminista, o no será.

[1] Cfr. http://www.un.org/es/events/girlchild/background.shtml

[2] Revista de UNICEF Comité Español, Contigo Llegamos Más Lejos. Núm. 226, “Matrimonio infantil, ni esposas ni madres, solo niñas”, Diciembre 2017,  p.4

[3] Revista de UNICEF Comité Español, Contigo Llegamos Más Lejos. Núm. 226, “Matrimonio infantil, ni esposas ni madres, solo niñas”, Diciembre 2017,  p.4

[4] Female Genital Mutilation/Cutting: A Global Concern UNICEF, New York, 2016.

[5] Cfr. Organización Mundial de la Salud, “Mutilación genital femenina”, 31 de enero de 2018. Disponible en: http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/female-genital-mutilation

[6] Cfr. Save the children,”Infancias Robadas”, Informe mundial sobre la infancia 2017, p. 26-27

[7] Cfr. ONU Mujeres, “Hechos y cifras: Acabar con la violencia contra mujeres y niñas”, Disponible en:  http://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures

[8] Rosseau, “Emilio a la Educación”, Libro V.

[9] Cfr. Save the children,”Infancias Robadas”, Informe mundial sobre la infancia 2017, p. 15

 

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