Foto de ayton via Flickr.

Siempre me ha fascinado el concepto de «Los Mayores», esa entelequia nacida del misticismo religioso con el que los niños sobrevaloran las capacidades de los adultos; algo que, a todo esto, cuesta mucho dejar de hacer. Hasta hace poco, he de decir, yo me sentía un impostor; un crío que se había colado en el mundo de «Los Mayores» por el mero hecho de envejecer, porque jamás me sentí identificado con esa idea. «Los Mayores» se ocupan de todo… han levantado edificios, ciudades.. fabrican coches, aviones… han conseguido llegar a la Luna!!! No hay nada que no puedan hacer «Los Mayores»!!! Evidentemente, con estas expectativas, la hostia que te metes al salir de la adolescencia es monumental. Y a partir de entonces, cuando subes a una atracción de feria ya no te consuela eso de que «esto lo montaron Los Mayores», porque si los que lo han montado son tan infalibles como tú… mejor te aseguras de que no ves tornillos sueltos por ningún lado… y qué te cuesta a ti comprobar 8 veces el cierre de seguridad en la montaña rusa?

Pues resulta que cuanto más he ido desmitificando a los adultos, más he empezado a mitificar a los niños. Los niños sí son capaces de todo. La delgada línea roja que separa lo posible de lo imposible, si es que existe, no pertenece al mundo de los niños, donde la libertad intelectual permanece inmune a prejuicios, tabúes y demás barreras mentales que padecemos los adultos. No hay hipótesis absurda ni conclusión lo suficientemente descabellada. La mente no trabaja… juega.

Desde que Diego nació, hace ya 7 años, intento hacerle ver que «Los Mayores» no somos seres mitológicos, guardianes de la verdad absoluta. Es más, el año pasado, le propuse un reto. Recuerdo la conversación. Paseábamos alrededor de nuestra casa; una costumbre que mantenemos desde que era muy pequeño. Le llamamos: «Paseos Filosóficos». Esos momentos los llenamos hablando de «Grandes Preguntas». Cosas que le inquieten a él… o a mi, e intercambiamos pareceres. Aquel día le dije:

– Diego, hay preguntas para las que ni siquiera los mayores tenemos respuesta.

– En serio???

Sus ojos mostraban preocupación, e intenté ahogar ese sentimiento con un cocktail de esperanza y ambición:

– Si tú fueras capaz de responder alguna… sería increíble, no crees?

Ahora los ojos le volvían a brillar.

– Me convertiría en la persona más inteligente del mundo, no papi?

– Y tanto…

Las preguntas que le expuse y que, sin ánimo de cometer spoiler pero sí de aumentar vuestra curiosidad lectora, os adelanto, ha conseguido responder en su totalidad con una lógica aplastante, eran las siguientes:

  1. El tiempo: Hubo un principio? Habrá un final? Es eterno?
  2. La muerte: Qué pasa después de la muerte? Hay algo?
  3. Dios: Existe?
  4. El Sentido de la Vida: Por qué existimos? Para qué estamos aquí?

Las escribí con rotulador en la pared de la cocina, para que Diego las viera cada mañana, como recordándole un desafío pendiente. La única condición: la respuesta ha de ser demostrable con la experiencia o, como mínimo, ir acompañada de un razonamiento lógico. Su padre es de ciencias, es lo que hay…

He de decir que la actitud de Diego era inmejorable. Me dijo:

– Son muy difíciles, papi, pero me pongo a ello…

Ese es mi chico.

El primer «Eureka!» tardó tan sólo un par de semanas. Diego (o Diego Boy, como le llaman mis compañeros de profesión) estaba jugando al Mario Bros en la Wii y, súbitamente, tiró el mando al suelo y empezó a gritar:

– Lo tengo!!! Papi!!! Ya sé cómo es El Tiempo!!!

Al entrar en el salón veo en la televisión a Mario Bros en un típico final de pantalla. Los de mi quinta sabrán de lo que hablo. Mario, al desaparecer por la parte derecha de la pantalla, aparece de nuevo por la izquierda, indicando que es el final de ese tramo, y que no le queda otra que meterse de un brinco en la tubería verde del centro. El fontanero italiano aficionado al parkour desaparecía por un lado y aparecía mágicamente por el otro, y así de forma indefinida.

– Mira papá!!! Hay un principio, hay un final… y a la vez es eterno!!!

Mi hijo, convirtiendo un videojuego japonés de los 80 en un granito de arena más para el argumentario de Siddharta Gautama (aka Buda): el tiempo es circular. Sobra decir que ese día hubo hora extra de videojuegos…

Apenas un par de días después de la primera, llegó la segunda epifanía. Esta vez, a lo Arquímedes, los gritos llegaban del baño:

– Papi!!! Papi!!! He resuelto otra!!! Ya sólo me quedan dos!!!

Entré en el baño como una exhalación.

– Cuál has resuelto???

– La segunda…

Lo dijo como si fuera una obviedad el ir en orden con semejantes desafíos.

– La segunda??? Sabes lo que hay después de la muerte???

– Sí.

– Dime!!!

– Nada.

– Nada??? Y cómo lo sabes???

– Sabes cuando tú y mamá me contáis cosas que pasaron antes de que yo naciese?

– Sí…

– Pues… nada, papi.

– Nada… qué?

– Que no recuerdo nada… de verdad que nada de nada… y es normal, porque yo no estaba!!! Así que, si el tiempo es circular, lo que hay después tiene que ser igual a lo que hay antes… así que si antes no había nada… pues después tampoco habrá nada. Cuando mueres estás igual que antes de nacer: nada. Ya sólo me quedan dos…

Joder con el chaval… De propina, antes de salir del baño, me soltó una perlita para aliviar la presión que hasta entonces había sobre sus hombros:

– Vosotros no habéis resuelto ninguna y yo ya he resuelto dos!!! Ya soy el hombre más inteligente del mundo, pero quiero resolver las otras.

Como diciendo: «Ya he ganado pero no quiero quedarme con la espinita». Claro, con este ritmo de descubrimientos, como para negarle el derecho a mostrar cierta soberbia…

Lo cierto es que pasaron unas semanas en las que estaba atrancado con las dos restantes (supongo que el hecho de ya ser el hombre más inteligente del mundo hace que te relajes), pero de nuevo y cuando menos me lo esperaba llegó un grito, esta vez desde el jardín.

– Toma!!! Ya van tres!!! Ven papi!!!

Salí de casa corriendo…

– Dime hijo!!! Existe Dios o no???!!!

– No, esa no… he resuelto la otra…

El pequeñajo me había hecho un George Lucas.

– Ah… el sentido de la vida… Ya sabes para qué estamos aquí???

– Para hacer cosas.

– Cómo que para hacer cosas???

El pragmatismo de esta respuesta me enfadó, como añorando el toque «oriental» de las anteriores. «Hacer cosas»? Qué clase de respuesta es esa al enigma del sentido de la vida?

– Papi, mira a tu alrededor. La gente hace cosas… y muere. Eso es todo lo que hacen. Nacen, hacen cosas y mueren. No hay más.

Si preguntases a un físico teórico, probablemente te diría que el niño tiene razón. En un universo de entropía creciente (la entropía es una medida del desorden de un sistema… y siempre tiende a crecer, por eso hay que estar contínuamente ordenando cosas que tienden a desordenarse de nuevo) es perfectamente racional el ver al ser humano como un agente anti-entropía. Tenemos que hacer cosas… organizar. Al fin y al cabo, eso es la vida: células que se organizan en tejidos, tejidos que se organizan en órganos… y así hasta la ONU…

– Vaya… supongo que ya sólo te queda una…

– La de Dios… ya lo sé… Esa es difícil.

Pasaron días, meses… y yo no podía con la curiosidad. Cada poco le recordaba la pregunta:

– Hay noticias de Dios, Diego?

– Nooooo!!! Ya te lo dije!!! Esa es muy difícil!!!

Un día, harto de mi insistencia, se puso serio y me respondió.

– Papá… Dios no existe. No sé explicarte por qué lo sé, pero lo sé.

– Habíamos quedado en que la respuesta ha de ser demostrab…

No me dejó acabar.

– Papá… existen los monstruos de los cuentos???!!!

– No.

– Demuéstramelo!!!

– Son cuentos… alguien se los ha inventado.

– Pues es lo mismo con Dios… es un cuento, papi. Nadie le ha visto… se lo han inventado! Todo lo mágico es inventado, papi…

Esa última frase me dejó blanco. Sabiendo que Diego, por aquel entonces, tenía tan sólo 6 años, la siguiente pregunta era obligada…

– Y Papá Noel? (me parecía increíble que mi hijo cuestionara la existencia de Dios y no la del gordo consumista)

– Me he fijado en la tele. En cada ciudad Papá Noel es distinto. Papá Noel es mucha gente. Te podría tocar a ti algún año, papi…

Mi hijo creía que Papá Noel era un servicio público… Ya molaría. Eso sí que es una fantasía…

Mi hijo no sólo consigue que me replantee mis convicciones, también me enseña cómo encajar de un modo espiritual las conclusiones a las que ha llegado. Un día, mientras le leía un cuento, me dijo:

– Papá, ahora que he descubierto que después de la muerte no hay nada… ya no tengo miedo.

– Ah, no?

– No, porque antes de nacer tampoco estaba preocupado por nada. Nada es nada. Hay que estar tranquilos.

Maldita sea!!! Quién es el sabio?!! El que no sabe nada, apuntaría Sócrates, y cuánta razón tenía el ateniense… A 4 grandes preguntas, 4 grandes respuestas. Decía Nietzche que el superhombre tendría la libertad mental de un niño; un bebé surgiendo entre las estrellas de 2001: Una Odisea del Espacio… una tabla rasa.

Diego Boy ha cumplido ya los 7, y aún sigue sorprendiéndome con sus respuestas. La última quizás no tenga la profundidad filosófica de las 4 Grandes, pero me parece maravillosa. Hablando de lo posible y lo imposible, esta fue su conclusión:

– Papi, nada es imposible… excepto volar desnudo.

Touché, Diego Boy, touché…

 

(Dedicado a mi hijo)

 

PD: Querido lector, este «experimento filosófico» al que ha sido sometido mi hijo es completamente real, excepto si trabajas en Asuntos Sociales… en tal caso es pura ficción.


Miércoles 22 – Presento Central de Cómicos Live de Comedy Central en Moby Dick Club (Madrid)
Lunes 27 y Martes 28 – Presento las grabaciones de la temporada de Central de Cómicos de Comedy Central y grabo mi nuevo especial «333» en el Teatro Barceló (Madrid).
Jueves 30 – American Dream (Collado Villalba)
Viernes 31 – Presento a Dani Mateo en Las Noches de Comedy Central en el CC Isla Azul (Madrid)

1 COMENTARIO

  1. La grandeza de los niños está en su mente y en esa gran capacidad innata de volar muy alto… potenciar esa manera de enfrentarse a la vida, de cuestionar la, de usar su cabecita… es lo que le hará grande y fuerte… !!!Mucho más que el Petit Suisse!!!

    Muy fan de Diego (notsolittle) Boy.
    😀

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