“No olvides llevar un lápiz grafito del tipo 2 para rellenar las casillas del examen”, fue la broma que le gastaron los compañeros de trabajo a Boris Pérez. Tenía que renovar el carné de conducir y le avisaban de que era un examen difícil.
“Buenos días, he traído mi lápiz grafito para el examen”, dijo Boris en la recepción. Le explicaron que para renovar el carné de conducir no había que hacer ningún examen ni rellenar ninguna casilla, y pasó a la primera prueba. Un test de ordenador para medir sus reflejos y el tiempo de reacción. Era lógico. Sin reflejos no se pude conducir. Obtuvo un resultado dentro de los márgenes aceptables.
La segunda prueba era en otra sala. “He traído mi lápiz grafito…” insistió Boris. Pero consistía en una prueba de visión. Tiene sentido. Un conductor debe tener una visión adecuada para estar atento a la circulación. Sus gafas le proporcionaban una visión suficiente.
La tercera y última prueba era la revisión médica. Como Boris era médico pensó que no tendría grandes problemas, aunque le preocupaba la advertencia de sus compañeros. Se presentó con su lápiz grafito para rellenar las casillas pero le dijeron de nuevo que no había ninguna casilla que cumplimentar en la renovación del carné.
La revisión médica fue bien hasta que le quisieron tomar la tensión a Boris. “¿Para qué?, ya le he dicho que es alta y que estoy medicado”. Le indicaron que era parte de la revisión médica, pero Boris insistía: “¿si es muy alta no me darán el carné?”. Con paciencia le dijeron que no tenía importancia, que era una toma de tensión rutinaria. Boris no lo entendía: “pero es como si ahora me toman la temperatura o me miden el colesterol, será algo de este momento, ¿para qué necesitan saber la tensión que tengo ahora?”. Ya hartos le dijeron que era necesario saberla solo para rellenar una casilla en la documentación que debían entregar. Eso lo aclaraba todo. Boris se despidió mientras veía cómo anotaban en una casilla el resultado de su tensión con un lápiz grafito del tipo 2.