Los resultados del PSOE del 26J se verán dentro de unos años como un gran logro

Pedro Sánchez

 

Dirán ustedes que el título es un poco fuerte, pero la realidad es que Pedro Sánchez está intentando dar un golpe de Estado en el PSOE con su intención de convocar el 39 Congreso para los primeros días del mes de diciembre y de un proceso de primarias para la elección de secretario general para el día 23 de octubre. Me podrán decir que está en todo su derecho de hacerlo, y tienen razón, pero los antecedentes y las razones por las que quiere convocar los procesos me dan la razón. La única razón por la que Sánchez ha decidido trasladar al Comité Federal la celebración del Congreso y las primarias no es otro que el de perpetuarse en el poder y terminar con el proceso de imposición de un régimen autoritario de ordeno y mando donde no existan críticas internas, donde todo lo que diga o haga el secretario general no pueda ser rebatido. Más o menos lo que lleva haciendo desde el mes de enero de 2015 con agrupaciones y federaciones críticas y con las purgas sistemáticas a militantes críticos. Ahora quiere dar el siguiente paso que no es otro que hacerse con el poder del partido sin asumir ninguna responsabilidad política por la progresiva pérdida de apoyo ciudadano al proyecto socialista. La comparecencia de ayer fue un claro ejemplo del principio de transposición goebbelsiano, al cargar sobre los adversarios los errores propios, respondiendo al ataque con otro ataque.

En primer lugar, que Sánchez quiera que el Comité Federal convoque el 39 Congreso ahora va en contra por lo determinado por el propio Comité por petición del propio Pedro Sánchez: que no se convocara hasta que estuviera resuelto el problema de la gobernabilidad del Estado. El Congreso Ordinario debía celebrarse en el mes de febrero de 2016, pero el intento de Sánchez de ser investido presidente aplazó la convocatoria hasta que hubiera gobierno. Esa fue la razón principal de que llegara a un acuerdo exprés con Ciudadanos porque no fue capaz de cerrar nada con Podemos e Izquierda Unida. Tras no lograr su investidura, convocarse las segundas elecciones y volver a obtener los peores resultados de la historia del PSOE (aunque hoy haya afirmado en la Cadena SER con total desvergüenza que el 26J el Partido Socialista obtuvo unos resultados de los mejores de la historia) hubo muchas voces en las que se exigía que asumiera su responsabilidad política y convocara el Congreso, pero se remitió a que no se podía anteponer lo interno a la formación de gobierno. ¿Por qué ahora sí ha llegado el momento de convocarlo? Por una razón: Sánchez se ve débil ante los catastróficos resultados de Galicia y Euskadi, se ve acorralado por las federaciones críticas y ha decidido que la única tabla de salvación de su cargo es intentar que el Comité Federal convoque el Congreso que él mismo ha intentado aplazar sine die. En este movimiento se ha demostrado que Pedro Sánchez es un marxista de los de «si no le gustan mis principios, no se preocupe, aquí tengo otros».

En segundo lugar, Pedro Sánchez en su comparecencia de prensa cruzó líneas rojas que jamás en la historia del PSOE se habían cruzado. El secretario general socialista fue mezquino y ruin al poner sobre la mesa el ADN ideológico de quienes no le apoyan o le critican y presentarse como el referente de la izquierda. Según el planteamiento de Sánchez ha llegado el momento de que quienes son críticos planteen a la militancia el modelo de partido y que sea ésta quien decida cuál es el mejor para el PSOE: el suyo, que dice que es enfrentarse a la derecha, o el de los dirigentes críticos que, según él, es el de someter al PSOE a las órdenes del PP, convertir al Partido Socialista en subalterno del Partido Popular. ¿Se puede ser más indigno? ¿Se puede caer más bajo para defender su sillón? No, pero Sánchez es así. A él le importa un carajo el futuro del partido si el suyo está garantizado. Según el planteamiento del secretario general más dañino de la historia del socialismo español, los militantes tienen que decidir entre su opción que «representa las esencias de la izquierda» y la de quienes defienden el «socialismo de derechas». Sólo le faltó referirse a estos dirigentes como «la casta». No lo ha hecho pero el concepto estaba claro en sus palabras. Esta táctica es la aplicación más vil del principio de la simplificación de Goebbels: simplificar los problemas del PSOE y enfocarlos en un enemigo único. En este caso, el enemigo es el grupo de dirigentes críticos.

En tercer lugar, Pedro Sánchez ha elegido un camino peligroso para cualquier organización: indisponer a las bases de la misma con su dirigencia para sacar provecho personal de dicho enfrentamiento. Repito esto es muy peligroso. Durante los dos años que lleva ocupando la secretaría general ha intentado convencer a la militancia socialista de que él es el único que la respeta y que les ha devuelto el partido sólo por el hecho de haberles convocado a una consulta que ratificara sus intereses personales. ¿Cuántas veces ha consultado a la militancia? ¿Consultó a los militantes las intervenciones de federaciones y agrupaciones críticas? ¿Consultó a los militantes la imposición de personas afines en las listas electorales? ¿Consultó a la militancia la defenestración de líderes o la purga de compañeros sólo por no someterse a sus dictados? Evidentemente, no. Pedro Sánchez ha hecho creer que la militancia está con él y muchos lo han creído. Todo es pura propaganda y burda añagaza, una orquestación según la cual se emiten un número pequeño de ideas para repetirlas de manera incansable con diferentes enfoques para no aburrir pero con el fin de que el concepto de «sin fisuras, ni dudas» quede claro. Repetir una mentira un millón de veces si hace falta para que se convierta en verdad. Es posible que una parte de la militancia esté con él, pero no toda, como quiere hacer creer. Sin embargo, el ruido que hacen sus hooligans en redes sociales y otros foros da la sensación de que es verdad y, por tanto, él lo utiliza. Cada vez que ha tenido algún problema para sacar adelante alguna propuesta ha amenazado con la consulta a la militancia, es decir, ha puesto a las bases como escudo humano, como cuando un atracador quiere salir de un cerco policial con un civil cogido por el cuello y amenazando con matarlo si no le dejan escapar. Enfrentar a las bases con la dirigencia es muy peligroso pero también es el método utilizado por muchos de los dictadores más sanguinarios de la historia para alcanzar el poder y mantenerse en él. No digo nombres porque los lectores son inteligentes y ya habrán puesto los nombres correctos.

En cuarto lugar, Pedro Sánchez tiene la desfachatez de afirmar que él asume la responsabilidad política de sus constantes fracasos, es decir, de lo único que sabe hacer: fracasar y lograr siempre los peores resultados de la historia del PSOE. A este señor hay que enseñarle que las responsabilidades políticas se adoptan dimitiendo y no intentando perpetuarse en el cargo que es lo que pretende el secretario general socialista con su último movimiento. Ante la legítima petición de que se asuman esas responsabilidades que él no ha asumido, ha decidido morir matando y provocando que su movimiento acalle las críticas sobre los resultados electorales bochornosos, silenciar aquello que es indefendible.

En quinto lugar, Sánchez pretende que su voz sea ley. En un ataque de sinceridad espontánea dijo en la comparecencia de prensa que pretendía que la única voz válida fuera la del secretario general y hoy se ha vuelto a reafirmar en una entrevista en la Cadena SER. Lo que intenta es confundir conceptos: unidad con unilateralidad; autoridad con autoritarismo. Por tanto, el movimiento de Sánchez no tiene otro fin que destruir cualquier discrepancia que pueda haber con su voluntad. Todo muy democrático, como pueden comprobar. Pero es que el PSOE de Pedro Sánchez ha sido siempre así desde el mes de enero de 2015. Lo peor de todo es que son muchos los militantes que están de acuerdo con ello y que propugnan que haya una limpieza de todo aquel que se oponga al secretario general y, de este modo, dar la sensación de unanimidad. ¡Ay, Joseph, quién te iba a decir que en un partido socialista se te iba a hacer caso!

La locura de Sánchez le ha llevado a intentar mantenerse en el poder y perpetuarse en él por las buenas o por las malas utilizando los procedimientos legales y, de paso, quitarse de en medio cualquier oposición. Esto es un golpe de Estado oculto tras una pátina de legalidad. Un sistema utilizado en el pasado para legitimar regímenes autoritarios.

Si Pedro Sánchez lograra su objetivo y el Comité Federal aprobara la convocatoria del 39 Congreso y de las primarias, sería el fin del PSOE porque una vez asaltado el poder ya no lo iba a soltar y todos hemos visto los resultados de su secretaría general. Sin embargo, toda esta locura puede atajarse si la cordura se impone en los dirigentes críticos y en los casi trescientos miembros del Comité Federal. Hay muchas posibilidades para frenar a este personaje, no sólo rechazando su propuesta sino también desalojándolo de la secretaría general utilizando los mismos métodos que él usó con dirigentes, federaciones o agrupaciones. Los Estatutos, en su artículo 34, establecen la posibilidad del planteamiento de una moción de censura que debería estar apoyada por un 20% de los miembros de la Ejecutiva y, posteriormente, tendría que ser aprobada por mayoría absoluta por el Comité Federal. Esto no ha pasado jamás pero en momentos de crisis hay que tomar decisiones difíciles y, en este caso, es mejor lanzarse a quitarse de en medio a quien quiere dar un golpe de Estado para evitar males mayores. Como ya se ha explicado en semanas anteriores, también existe la posibilidad de disolución de la Ejecutiva con la dimisión de más de un 50% de sus miembros, lo que obligaría a Sánchez a dejar la secretaría general y al partido a estar dirigido por una gestora. La opción más limpia sería la de rechazar la propuesta de Congreso y primarias de Sánchez pero también es la más arriesgada porque las fuerzas están demasiado parejas.

Si el PSOE quiere sobrevivir y renacer de las cenizas en que lo ha dejado Pedro Sánchez debe buscar el medio de parar las soluciones cortoplacistas del secretario general y reflexionar. El Partido Socialista debe convocar un Congreso de refundación, tal y como hizo en Toulouse y en Suresnes, donde tener un debate ideológico sosegado, donde defender posturas, donde poner en blanco sobre negro la estrategia política en estos nuevos tiempos políticos. Lo que no necesita son las maniobras pancistas y egoístas de Pedro Sánchez, maniobras que sólo tienen un objetivo: poner al partido a sus pies y someterlo a sus intereses personales. No se puede mantener a un secretario general sin ningún tipo de autocrítica y cuyo análisis de los peores resultados de la historia del PSOE es el siguiente: « Los resultados del PSOE del 26J se verán dentro de unos años como un gran logro». Estas palabras le retratan a la perfección.

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