En Galicia, el Partido Popular acaba de revalidar su mayoría absoluta incrementando además el porcentaje de votos (47,5% frente al 45,8% de 2012) obtenidos respecto a las últimas elecciones a la Xunta de Galicia. Los resultados de las elecciones gallegas, adelantadas para coincidir con las de la Lehendakaritza, han supuesto un soplo de aire fresco para el gallego Mariano Rajoy, presidente en funciones del Gobierno español tras las elecciones del 20-D y 26-J y presidente de un partido que ahora en 2016 se encuentra desbordado por décadas de corrupción que ya está llegando a los juzgados entre otros pequeños hilillos solidificados con aspecto de plastilina.

¿Aire fresco?

Los resultados electorales no coinciden con la ideología que comparten la mayoría de gallegos en la diáspora y que se han visto obligados a emigrar para conseguir un trabajo, si hay un gallego en la luna, no es casualidad y que se fueron a dormir la noche del domingo completamente derrotados. El domingo, tras depositar su voto en la urna, el presidente del PP gallego declaró: «Todos queremos a Galicia, que es nuestro hogar, donde viven nuestras familias». Se trata de un lunes difícil para muchos gallegos que sobreviven lejos de su hogar. También para los que siguen luchando en la trinchera: Para Pablo P. (A Coruña, 1987), la victoria del PP se debe “a un desarraigo de los mayores a los que no les importa la política. Es decir, mucha gente en general no entiende la política, o no quiere entenderla, y no les importa delegar el poder en personas que representen culturalmente lo que han sido siempre la rectitud y las cosas bien hechas. Esa es la gente que no se va a preocupar por ver qué hay detrás ni analizar qué supondría un cambio de gobierno. El desinterés general por la política se ve perfectamente reflejado en el tema del carretaxe” [acarreo, en castellano, es decir, el traslado para votar en las urnas de personas con las facultades mentales visiblemente afectadas. Esta práctica la ha llevado a cabo en varias ocasionesel Partido Popular gallego]. Pablo cierra su análisis con reproches y sin ningún tipo de ilusión: “Esa gente vota al tío que les dé una caja de galletas, literal. Y es que prefieren que [el PP] sigan gobernando, que ellos delegan a cambio de que les den algo de vez en cuando y pista”.

Manuel Fraga, ex Presidente de la Xunta de Galicia y padre de las fiestas populares con polbo, cuncas de viño e gaita en las que, dicho rápido que no mal, se intercambiaban votos por comida, consideró a sus 84 años que había llegado el momento de nombrar un sucesor: el elegido en 2006 fue Alberto Núñez Feijóo. Ya en 2016, plenamente consciente de que ya no quedan alfombras ni en el Senado con las que tapar la corrupción del Partido Popular, Feijóo ha disimulado durante toda la campaña electoral en Galicia que su candidatura fuera la del PP: rara vez aparecía el logo de su partido y, si lo hacía, era una esquina. Feijóo refrendó esta actitud también verbalmente tras la victoria al comprometerse a “darlo todo” (sic) para que su victoria no sea “la de un candidato o de un partido” sino “la de un pueblo que habló con claridad y con sentidiño”.

Sorpassiño

Una semana antes de las elecciones, el director de cine gallego Javi Camino (Santiago de Compostela, 1982) planteó la siguiente pregunta, de respuesta moralmente imposible:

Aparece el genio de la lámpara y te hace una increíble oferta: puedes decidir quién gana las elecciones autonómicas. Sólo hay un problema, para que tu deseo se cumpla tienes que pagar un precio. En tu cuenta bancaria tienes 5.000 euros. ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar?

Un gallego menciona los ceros de su cifra y añande: “prefiero quedarme pobre que volver a ver cómo arden cientos de hectáreas al lado de mi casa para que alguien pueda construirse un chalet pasado mañana. Eso sí que duele”. Sorpasso en gallego parece que sólo significa “llamas de un incendio forestal que supera y arrasa núcleos vecinales”. Otro chico, nacido en Vigo en 1988, contesta gallegamente con una pregunta “¿Puedo cobrar para que salga lo que no quiero?” y se sienta, tranquilo, a esperar por la respuesta.

Galicia sobrevive recalificando terrenos sobre las cenizas de los incendios forestales de bosques de eucaliptos plantados tras el penúltimo incendio, esta es su forma de alzar el vuelo del Fénix: según los datos de la propia Xunta de Galicia, en lo que llevamos de 2016 ya han ardido 15.000 hectáreas, en 2015 (11.802) y 2014 (2.003).

El tema del minifundismo y el “mexan por nós e hai que dicir que chove” [Nos mean y tenemos que decir que llueve] lo recuerda K., coruñés afincado en Madrid y, por tanto, sin derecho a voto: “No tiene sentido ninguno [que gane el PP]. Todo eso de que se está mejor siempre si se está quieto, si no se cambia. El bar de siempre, los amigos de siempre, la ciudad de siempre… y el partido. Pero supongo que la realidad más dura, la que a nosotros más nos cuesta asumir, es que sencillamente somos un pueblo de cobardes. Que toda la vida ha hecho lo que le han mandado y a callar. Todos los valientes emigraron o se los cargaron ¿Qué va a quedar?” Lo que queda es la cultura del caciquismo, como señala Pedro R., madrileño afincado en Vigo desde hace más de 30 años y, por esta razón, con derecho a voto: El caciquismo es como el feudalismo: tu señor no sólo es el que manda; es el que sabe, es el que te va a hacer un favor el día que lo necesites, es de quien dependen tu negocio/puesto de trabajo y/o el de los tuyos. Es el gran conseguidor. Tú le quieres. Como Gran Hermano (el de Orwell, no el de la tele). Pedro, además, opina que la victoria del PP se debe a dos factores: “Por un lado, ese, el caciquismo, y por el otro lado, también mucho voto urbano de gente digamos de centro, pero en el fondo bastante conservadores, a los que les da mucho miedo Podemos, y votan al PP, porque es «lo seguro«. En Galicia, más que en cualquier otro sitio, se vota al candidato conocido. Nadie conocía al magistrado que encabezó la lista de En Marea, a la candidata joven pero sobradamente preparada del BNG o al socialista que ha conseguido el peor resultado de la historia del PSdeG.

Los gallegos son costumbristas, no les gustan los cambios: “Y encima, como este verano fue tan soleado la gente se tiene feliz y ya no quiere cambiar nada”, declara una viguesa de 30 años afincada en Madrid. “Según mis padres, el PP ha ganado porque los gallegos no tenemos amor propio y sólo queremos ser «españoles» como los demás. Además, Galicia es un feudo fascista desde siempre” añade ya enfadada.

Además de a incendio, en Galicia todavía huele a tráfico de drogas, cuestión analizada por el periodista gallego Nacho Carretero en su recomendable libro Fariña, publicado por Libros del KO en 2015: Jarri, nacido en Santiago de Compostela y que lleva años triunfando por España con su grupo de garage-punk gallego Novedades Carminha, declara: “Es más fácil salir de la droga que del Partido Popular de Galicia. Si la heroína dejó una generación perdida en los 80, entre Fraga y Feijóo ya se han llevado 2 o 3 por delante”.

Las nuevas generaciones de gallegos

Santi Pagés (Madrid, 1976) que, obviamente no es gallego pero sí que es economista académico y analista cultural, declara: “Yo diría que en Galicia sucede con más fuerza lo también se da en el resto de España: fuertes redes clientelares que se sustentan en la sociología. Me refiero a una población envejecida y escasamente formada que entiende la política como la afiliación a un equipo de fútbol. De ahí el relativo poco impacto de la corrupción. Fruto de esa concepción es esa sorpresa que parece producir que la gente cambie su voto en las municipales, autonómicas y nacionales, porque claro, si te pirras por el sabor azul, te pirras para siempre. Sin embargo, el cambio de voto es crucial para que un sistema mínimamente descentralizado funcione. Las redes clientelares perpetúan esto. Hace poco ha salido un artículo que muestra cómo en Grecia se dejó de votar a los grandes partidos cuando los recortes acabaron con el dinero que fluía por las redes clientelares… Así que me atrevo a decir que en Galicia estas redes se sustentan en las áreas rurales donde el PP puede hace un micromanaging perfecto, tiene la experiencia, y en una población envejecida. Hablamos mucho de lo conservadores que son los gobiernos de Polonia pero nos olvidamos de que es así porque los jóvenes polacos se marchan en cuanto pueden. Si hay inmigración es muy difícil que el voto urbano de los menores de 40 compense lo otro.

Según la opinión de Héctor Ortega, lucense nacido en 1979, el electorado gallego en conjunto es “una generación criada casi al estilo del XIX, gentes de 50 a 90 años criados por sus abuelos, después una generación socialista-nacionalista de entre 30-50, y las de menos de 30 ya están en el liberalismo europeo. Revertir eso hacia arriba y hacia abajo por número es imposible sin algún tipo de circunstancia excepcional. Es un país que demográfica, industrial, y agrícolamente va hacia el colapso, y se sigue una vía que parece menos dolorosa. Según R.P., persona afincada en Madrid y que prefiere mantener su anonimato, “En Galicia, por cada 100 personas menores de 20 años hay 153 mayores de 65 años. Sin relevo generacional es imposible cambiar el mapa político gallego. Los votantes del PP siguen en realidad votando a Fraga, incluso después de muerto, y en la oposición, continúa Beiras [histórico candidato del BNG sumergido ahora en las listas de En Marea]. Creo que Fukuyama se refería a esto con el fin de la historia [la teoría de que la lucha de ideologías, ha terminado y ahora sólo existe la democracia liberal].

El genio de la lámpara recoge los trastos antes de abandonar Galicia y regresar a su utopía, sin caos ni corrupción, cuando el vigués nacido en 1988, con una resaca y empacho post-electoral que le ha impedido dormir la noche del domingo, se levanta para despedirse de dejándole en su bolsillo del pantalón un papel con su número de cuenta anotado para que le realice la transferencia correspondiente, pues él había pedido cobrar por que saliera el partido que él no quería. No se distingue el nombre del banco de la cuenta del joven vigués, probablemente sea de alguna caja de ahorros gallega, ahora reconvertida en banco, cuyos ex directivos fueron condenados con penas de cárcel por administración desleal.

1 COMENTARIO

  1. Es muy fácil criticar que los que votan en Galicia «no les importa la política» como dice Pablo P. (claro, cuando no nos gusta el resultado, es que a la gente no le interesa la política) o culpar al «carretaxe»(que sí, que existe, pero no justifica los resultados globales ni una mayoría absoluta).
    A día de hoy, sostener que los incendios en Galicia se deben a la especulación urbanística es desconocer absolutamente la realidad rural, las costumbres de los propietarios y la realidad de las fincas (¿son todas atractivas para construir? ¿durante los últimos años ha sido rentable la construcción?). Eso solo se sostiene desde una visión urbanita.
    Sí que acierta el artículo en el tema de las redes clientelares: el PP de Galicia es el PSOE de Andalucía y, en cierto modo, la CiU en las comarcas rurales de Cataluña. Pero en lo que no entra es en la subida del PP en las 7 ciudades gallegas (creo que ha sido primera fuerza en las 7). Ese punto no lo está analizando nadie porque no entra en el marco de ningún tópico.
    Y por último… la diáspora… ¿es tan importante la opinión de la gente que no vive bajo el gobierno resultante? Es curioso porque, durante años, precisamente la diáspora gallega era fuente de irregularidades en el voto en favor de Fraga (aparentemente solucionadas con la introducción del voto rogado… norma que ahora todos denostamos).
    P.D.: En las elecciones locales y autonómicas no puedes votar en dos lugares a la vez. Solo puedes votar donde estás censado. ¿Qué sentido tiene votar en Galicia cuando llevas viviendo en otras comunidades autónomas durante años? Es algo que jamás entenderé… aunque entiendo que son cuestiones de índole personal que van más allá de este artículo.

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