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¿Tiene futuro la Abogacía Española? Cuatro Claves para un debate

León Fernando del Canto
León Fernando del Canto
Preside Del Canto Chambers, bufete de abogados con sede en Londres y Madrid. Colegiado en el Bar Council de Inglaterra y el ICAM en España, fué el primer español en ostentar la doble titulación como Barrister en Inglaterra y Abogado en España. Trabajó para KPMG, Deloitte y Grant Thornton entre otras Firmas y ha vivido en Madrid, Londres, Nueva York, Ciudad de México y Doha. León Fernando es un experto en medios digitales internacionales y ha sido asesor para la Dirección General de Grupo PRISA, Unidad Editorial, Huffington Post, Al Jazeera Networks, Arabi Post y News Deeply. Autor de artículos de opinión en El País, Expansión, Cinco Días, Huffington Post o The Times, para León Fernando los Derechos Humanos marcan la línea roja que separan lo bueno de lo malo.
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análisis

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La Abogacía, parte esencial del sistema judicial español, parece distanciarse por días de la ciudadanía. Sirva de ejemplo el asunto #LaManada, del que no creo se pueda añadir nada nuevo. Desde Del Canto Chambers, y viendo la que se nos viene encima, creemos necesario plantear cuatro claves para un debate sobre el futuro de la Abogacía Española.

En Tomorrow’s Lawyers (Oxford University Press), el profesor Richard Susskind OBE decía que la práctica de la Abogacía cambiaría más en los próximos 20 años que en los últimos dos siglos. En la segunda edición de 2017, se hace eco de muchos de esos cambios, para los que no ha habido que esperar dos siglos. Es su reflexión la que nos anima a plantear este debate, tan necesario hoy.

  1. El uso de la Red por profesionales y ciudadanía

La mayoría de los despachos usamos hoy aplicaciones para la preparación de demandas, seguimientos procesales, proyectos de due diligence, elaboración de contratos y hasta para determinar la mejor jurisdicción o Ley Aplicable.

Si estos recursos y conocimiento jurídico están disponibles no sólo para las y los profesionales, sino para cualquier persona en la Red, la pregunta que nos queda es ¿Cómo tenemos que adaptarnos a esta nueva realidad en la Abogacía?

2.- La demanda en el mercado de servicios jurídicos

El mercado ejerce sus propias presiones para agilizar, abaratar y racionalizar los procesos de trabajo en la abogacía. Personalmente no creo que sea una cuestión de tamaño o subcontratación, sino de especialización y una capacidad de ofrecer soluciones a medida.

En una realidad profesional donde podemos crear fácilmente entornos colaborativos en red, observamos cada vez mas profesionales trabajando desde casa y cada vez menos gente que les apetezca buscar aparcamiento para recibir asesoría legal.

3.- La desregulación de la profesión y la marca «Abogacía»

Junto a una mayor oferta de paquetes de asesoría jurídica a través de aseguradoras, comercios y otras plataformas, el concepto de intrusismo parece ir desdibujándose y reduciéndose a la práctica procesal y al uso del termino abogada, abogado, o Abogacía. En España las asesorías, gestorías, consultorías y hasta Notarías realizan cada vez más el trabajo tradicionalmente reservado a la Abogacía, como profesión regulada.

No procede, ni en Derecho ni fuera de él, reivindicar una mayor regularización, pues ello iría contra los dictados del mercado. Pero nuestros Colegios Profesionales, y sobre todo la propia Abogacía Española, tiene que tomarse en serio la promoción de la Abogacía.

Hay que invertir mucho más y de forma más productiva en consolidar la marca Abogacía y sus servicios, con una buena estrategia de comunicación que responda a la realidad del mercado.

4.- Las nuevas generaciones de Abogadas y clientas, sí, he dicho Abogadas y clientas.

La tecnología, el mercado y la desregulación que nos menciona Susskind nos a colocar a las personas en el centro del debate. En una profesión definida históricamente por hombres, practicada por hombres y al servicio de los hombres; en nuestra realidad profesional y de mercado el papel de las mujeres no puede seguir obviándose.

The elephant in the room es la necesidad de reconocer que ya no es una profesión ni de hombres ni para hombres. Es fundamental incorporar la perspectiva de género a nuestra profesión, y empezar a hablar de las abogadas y las clientas. 

Abogadas, sí, esas profesionales que forman nuestros despachos y que son las que en realidad hacen la mayoría del trabajo pero que pocas veces ocupan los sillones como socias. Abogadas de toda la vida y nuevas abogadas, que junto a sus compañeros abogados aspiran a una Abogacía igualitaria, en salario y dignidad. Y junto a ellas, al otro lado de la mesa, las clientas. Las de toda la vida y las nuevas clientas, iguales en derechos y obligaciones y cansadas de ser tratadas de forma paternalista o condescendiente.

No, no son millennials enfadadas. Se trata de profesionales que aspiran a ejercer la abogacía y clientas dispuestas a contratar sus servicios —pero que, sobre todo, demandan ser agentes de cambio. Un cambio de perspectiva necesaria, pero también un cambio generacional, que requiere condiciones profesionales igualitarias, más satisfactorias, eficientes y efectivas.

La capacidad que tengamos para adaptar nuestros despachos al nuevo escenario igualitario, planteando nuevos modelos de negocio e incorporándonos de pleno en la era digital y de la información son los factores que asegurarán el futuro de nuestra profesión. Y es que, de otra forma, no vemos claro el futuro de la Abogacía —salvo mejor opinión. Y abrimos el debate.

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