Noviembre 2003, J.L Rodríguez Zapatero en el Palau San Jordi, proclama: “Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento Catalán”. Transcurridos once años admitió su contrición por aquella frase a la que según el orador le faltó la apostilla: “conforme a la Constitución”. De torpes deleites no queda sino el arrepentimiento; postuló el cordobés Lucio Anneo Séneca.
Éste hecho fue el germen que puso en marcha reivindicaciones soberanistas, dando a su vez y a causa de siguientes inacciones, alas al independentismo. Con el PP en el poder desde 2011, la contestación al desafío siguió siendo al igual que con el PSOE, prácticamente nula. Es ya en ésa legislatura cuando los independentistas plantan cara sin ambigüedades al Estado, descargando además su obstinada maquinaria propagandística hacia los partidos constitucionalistas más próximos en el ámbito geográfico, sobre todo a Ciudadanos. Lejos de amilanarse, los liberales-progresistas dieron un paso al frente y escogieron el camino más dificultoso, proclamar la españolidad de Cataluña, allí, donde los secesionistas se sienten fuertes.
El gobierno se defiende del envite a golpe de recursos ante el TC con resultados a efectos prácticos discutibles. Ante la postura de trilerismo político de los independentistas que lo único que pretende es ocultar de manera zafia una desobediencia continuada; cabría preguntarse si se han dado en algún momento de éste proceso argumentos suficientes para la inhabilitación de cargos públicos en activo e incluso para la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Se pretende por parte del Gobierno no regalar a los independentistas una aureola de victimismo pero cierto es que las actuaciones mesuradas no se incompatibilizan con la firmeza y la determinación. Llegado el caso, una vez consumada la sedición y la proclama de su República, nada haría más felices a los independentistas, sumergidos en un éxtasis lisérgico, que el Sr. Puigdemont tuviese el mismo destino que el president Companys tras la proclamación del “Estado Catalán” en Octubre de 1.934.
De otro lado, Pedro Sánchez manifiesta hasta la saciedad la “Plurinacionalidad del Estado”. No, Sr.Sánchez, la España de hoy no es la Yugoslavia del mariscal Tito. Nuestra realidad social, cultural, étnica, religiosa y política es muy distinta de aquel diabólico puzle que nunca encajó y resultó en un fallido y sangriento final.
Lo preocupante del asunto es que nadie puede descartar al día de hoy que todos acabemos siendo “víctimas” de ése endiablado juego del gato y el ratón en el que se mueve el Govern. Uno de los políticos más grandes del siglo XX , Winston Churchill, sentenció: “La política no es un juego es un negocio muy serio”.
PD : “Todos somos Catalunya”. Juntos y sin instrumentación política, el terrorismo jamás nos doblegará.