Feminismo, sororidad y el efecto Dove

Bar Bahar: Ser mujer y/o Gay palestina en Israel

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En Israel, las políticas de identidad desempeñan un papel muy destacado en el discurso público, pero los problemas de interseccionalidad son una cuestión ampliamente ignorada. Y aunque el estatus de Tel Aviv como punto de referencia gay copa los titulares en todo el mundo, los palestinos gais raramente se benefician de esta visibilidad, si es que llegan a hacerlo.

Lo mismo sucede con las mujeres. Israel es un estado moderno. Sin embargo, las mujeres (sean palestinas o israelíes)  siguen, en su mayoría, condenadas a vivir según los estándares de la moral más conservadora.

Este verano tuve la suerte de ver Oriented, dirigido por Jake Witzenfeld, un fantástico documental que sigue la vida de dos palestinos gais que viven en Tel Aviv. El filme se estrenó en España en el marco del festival FIRE! De Barcelona, el 6 de julio.

Los palestinos gais dos batallas: por una parte, libran  una batalla frente a sus comunidades, frente a los palestinos, para demostrar que son gais, para que se les permita serlo y para cambiar la percepción de lo que significa ser un gay palestino en Israel. La segunda lucha es por la identidad nacional. Como palestinos frente a los judíos.

Las mujeres palestinas de la película Bar Bahar  libran la misma doble batallaPor un lado, quieren que se les permita ser palestinas. La película muestra cómo se les prohíbe hablar árabe en el lugar de trabajo o cómo cuándo van a comprar ropa la dependienta no les atiende porque hablan en árabe. Así mismo, deben luchar ante su propia comunidad para poder vestir como quieren, salir y entrar por dónde quieren y casarse con quien quieren. Una de las tres mujeres retratadas en la película, para colmo, es lesbiana

Oriented es un documental. Bar Bahar es una película de ficción.  Los dos filmes muestran a palestinos y palestinas “privilegiados” que han conseguido un pasaporte judío y que por lo tanto pueden vivir en la capital. Es un privilegio frente a otros palestinos que no disfrutan de su libertad de movimientos. Pero no dejan de ser seres humanos con problemas muy serios.

Tel Aviv se considera un lugar de mente abierta y el mejor sitio para ser gay en Israel, pero en realidad tienes que ser determinado tipo de persona gay para recibir esta tolerancia y aceptación. De lo contrario, debes luchar mucho para conseguir encontrar tu sitio en la ciudad. Lo mismo exactamente sucede con las mujeres.

Nosotros, los israelíes y los árabes, nos comportamos como idiotas. Es ridículo. Me da mucha pena que pase esto por culpa de la religión, es muy preocupante. No tenemos por qué pelear entre nosotros. Yo no quiero aceptar esto como mi realidad, solo quiero que pare esta absurda guerra. A veces tengo la sensación de que el único propósito de esta guerra no es la seguridad, eso no es cierto, el auténtico propósito es impedir que se establezcan relaciones. El muro es como un condón que impide que palestinos e israelíes se mezclen o se acerquen los unos a los otros. Yo no conozco a nadie que crea en la capacidad de cambio de este país, pero mi punto de referencia no es este país sino yo mismo. Es muy distinto. Yo quiero cambiar mi realidad en este país ahora. Lo que hagan las generaciones venideras depende de ellas.” dice Khader Abu-Sei, el protagonista de Oriented

La distribuidora Golem ha estrenado Bar Bahar y espero que la película sea un éxito, o al menos todo el éxito que puede tener una película así. Les recomendaría de paso que trajeran Oriented.

Y ahora paso a hablar de Bar Bahar.  Lo que a mí me llamó la atención de la película era comprobar que los problemas de una mujer musulmana con sus hombres no son tan diferentes a los míos, mujer blanca, española, laica. Fui a verla con tres hombres y no entendían lo que les estaba contando.

Hay una escena, por ejemplo, en el que el novio de una le arroja a la cara un vaso de agua y la tira a la cama. ¿Cuántas veces he vivido yo una escena así? Y no, el que me lo hacía no era musulmán. Era español, periodista y presuntamente cultísimo. Ah, y oficialmente de izquierdas.

En la película, cuando una de las chicas consigue separarse de su novio maltratador gracias a la ayuda de las otras dos ¿qué hace el novio maltratador?  Pues soltarle el discursito de “tus amigas son unas zorras, mal camino llevas si te vas con ellas y además sin mí no llegas a ninguna parte”. El mismo discurso que les han echado sus novios a muchas amigas mías con respeto a mí, cuando temían que yo fuera “una mala influencia”.

En la película, cuando los padres de la dj descubren su condición de lesbiana, el padre le pega una bofetada y le montan una escena de gritos y recriminaciones. ¿Cuántas amigas mías que no llegan a los 40 años han tenido que pasar por lo mismo? ¿Cuántas siguen en el armario para evitarse precisamente una escena así?

Esto es lo que yo llamo “el efecto Dove”. Si ustedes miran los anuncios de Dove, verán a presuntas “mujeres reales”. Pero no lo son. No son palos de escoba, tienen curvas. Pero no tienen celulitis, ni estrías, ni michelines en la barriga, gracias al uso del Photoshop. Es decir, estamos dispuestos a enseñarte a una mujer más mujer que la publicidad tradicional, pero no vamos a enseñarte a una mujer de verdad, que igual no vendemos.

Lo mismo pasa con el paternalismo occidental respecto a las mujeres árabes. Parece que nosotras las occidentales vivimos muy felices y contentas porque existen otras mujeres aún más oprimidas que nosotras. Pero los problemas son bastante parecidos: lo que nos une es mucho más de lo que nos diferencia.

Más allá de que usted quiera conocer cómo es la vida en Tel Aviv, y descubra que las árabes también follan, se drogan, fuman, salen de fiesta o ligan con chicas, esta película es el retrato de tres mujeres palestinas, pero que podían ser andaluzas o extremeñas o de Cuenca.

Los problemas que tiene la chica religiosa en la película son los mismos que tendría aquí una chica del Opus o una Legionaria de Cristo. En la película esta chica, que lleva siempre el hiyab y es una devota creyente, se va a vivir con dos amigas que son laicas. Que beben. Que fuman. Que se drogan. Que salen con hombres. El novio le insiste en que deje el piso inmediatamente. Lo mismo exactamente sucedería si una chica de buena familia del Opus, de los Legionarios, de los Kikos, de Comunión y Liberación, se fuera a vivir al piso de mi sobrina Mar, por ejemplo.

Quiero decir con esto que yo había vivido muchas de las situaciones descritas en la película, y no me hace falta ser palestina. Y que de eso trata el cine: De convertir lo particular en universal.

Las graves discriminaciones que sufren las mujeres en los países árabes han eclipsado en las últimas décadas el hecho de que la situación de las israelíes está lejos de ser  mucho mejor. La situación de la mujer israelí  no es en absoluto equiparable a la de esas democracias avanzadas con las que quiere compararse el Estado de Israel. Ser mujer en Israel es difícil, incluso asfixiante. Muchas se enfrentan otras a discriminaciones laborales, muchas a presiones religiosas o malos tratos.

Los judíos ultraortodoxos –  intentando imponer la segregación por sexos en la localidad de Beit Shemesh y otras zonas del país –  han atraído la atención internacional sobre este tema.

La mujer judía en Israel sólo se puede casar por un rito religioso, el matrimonio civil no se contempla en ese país. El divorcio sólo lo puede conceder el hombre, por lo que muchas mujeres recurren a renunciar a sus derechos a cambio de ser libres. Y por supuesto los temas sexuales, ni mentarlos.

La situación de las árabes no es, pues, la única escandalosa en Oriente Próximo.

Hay grupos de mujeres israelíes que, desde hace años, luchan codo a codo con las palestinas. Un ejemplo a seguir sería el de Hagar Roublev, fundadora del grupo Mujeres de Negro. Ella animó a las mujeres judías y palestinas a salir a la calle a protestar, en silencio y con ropas negras, por la muerte de padres, maridos o hermanos.

Una película como BarBahar debería concienciarnos a las mujeres feministas de que no hay feministas de primera y de segunda. De que la vida de una mujer árabe, judía, católica o protestante no es tan diferente en lo esencial. Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos? Y si nos agravian, ¿no debemos vengarnos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso.

1 COMENTARIO

  1. ¡Muchas gracias por este reseña y análisis Lucía! Tan brillante como siempre. Voy a ver si encuentro la peli por estos lares…no vivo en una gran ciudad…suspiro….

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